En un texto publicado en Papers 5 intenté interrogar cuál sería el fundamento discursivo de lo que Jacques-Alain Miller indicó como la alianza ocurrida entre el capitalismo y la ciencia, nombrándola “capitalismo plus ciencia”.
Mi pregunta allí era: ¿cómo entender el fundamento de esta combinación y de qué manera concebir la congruencia a suponer entre la categoría epistémica de las psicosis ordinarias y el surgimiento de dicho binario?
Cuando Ana Aromí me invitó a participar de esta mesa se me impuso, al modo de una abducción (Peirce), este título: “Subjetividades sin causa”. Lo cual implica el intento de responder a otra pregunta: ¿qué tipo de subjetividad puede deducirse como efecto de dicha alianza discursiva?
Destaquemos que el título dice “subjetividades”, en plural. Sigo aquí a Miller quien en una oportunidad señaló que en un mundo desordenado como el actual ya no podríamos hablar de “la subjetividad de la época”, en singular, como lo hacía Lacan en 1953, ya que “se constata que la época es subjetivada de manera singularmente competitiva y conflictual…”
Sin embargo, podemos preguntarnos si no hay acaso un elemento común en estas subjetividades que responden, singularmente, a este desorden de lo real. Y esta es mi hipótesis: que ante la alianza discursiva del capitalismo plus ciencia, lo que se puede deducir es que hay una dominancia de subjetividades sin causa. Es decir de subjetividades que darían cuenta del rechazo de la función de la causa, que es esencial para la práctica analítica. ¿Cómo entenderlo?
Como ligado al rechazo de lo imposible que opera el discurso capitalista al elidir la imposibilidad estructural que los discursos tradicionales preservaban y cuya clave se ubicaba en el piso inferior, entre el lugar de la producción y el lugar de la verdad. Así, al eliminar dicha “discontinuidad” entre ambos lugares, se deduce que este discurso también tiende a suturar, a eliminar la función de la causa, función que Lacan en las primeras clases de su Seminario 11 vinculaba estrechamente al inconsciente como hiancia.
Por lo tanto, según esta lógica, también se elimina el “salto” que dicha imposibilidad introduce en cada rotación discursiva, y se afecta la emergencia del amor, como velo e índice de dicha imposibilidad. De allí que al ascenso del discurso capitalista corresponda un amor líquido y una declinación de la transferencia “tradicional” propia del emplazamiento del objeto causa de deseo en el campo del Otro.
Pero además, en 1973, Lacan plantea un correlato discursivo que nos permite elucidar de qué modo se anuda el binario capitalismo plus ciencia. En “Televisión” afirma que “…el discurso científico y el histérico tienen casi la misma estructura…”
¿Cómo entenderlo? Que si bien en ambos discursos (científico e histérico) el sujeto ocupa el lugar del amo (tal como en el discurso del capitalista), y en ambos lo que se busca es la producción de un saber, la divergencia se establece a partir de que en el discurso histérico la causa, el a, se preserva en el lugar de la verdad, mientras que en el discurso científico hay un no-querer-saber-nada sobre la verdad como causa, lo que implica una evacuación de dicho lugar. Es lo que llevó a Miller a caracterizar al deseo del sujeto de la ciencia como “un deseo sin causa”. Así, también se elimina la relación con lo imposible de donde surge lo que obtura y que introduce la discontinuidad. Es decir que si elimino el lugar de la verdad y la causa allí alojada, nada vendrá entonces a funcionar como obstáculo.
Creo que se puede ver con nitidez que ambos discursos confluyen precisamente allí donde, de un modo u otro, la imposibilidad estructural, la que hace obstáculo y está ligada a la función de la causa, resulta elidida. Y si la función de la causa está elidida esto supone también una elisión del falo, ya que para que el objeto advenga a su función de causa (“tripa causal” la llama Lacan ), es necesaria su coordinación al falo.
Así, la elisión del falo y sus efectos constituyen un punto central para orientarnos en la clínica de hoy. Y en este punto hay una indicación de Lacan sobre la función del falo que nos permite despejar la comunidad estructural que puede haber entre las psicosis ordinarias y el binario capitalismo-ciencia.
Efectivamente, un año antes de la promoción del discurso capitalista- Lacan afirma que el falo es “…lo que hace obstáculo a una relación.” Aún más, indica que “el falo es (…) el goce femenino.”
Se puede deducir entonces que se trata de una alianza discursiva al menos proclive a inducir una elisión del falo, es decir, la elisión de aquello que, como el goce femenino, imposible de negativizar, es lo que le da vida a la existencia. Pero también, una alianza capaz de promover, con dicha elisión, un rechazo de la función de la causa.
Así, la alianza discursiva del capitalismo plus ciencia resulta la condición de posibilidad misma de que tengamos que enfrentar, con frecuencia creciente, a sus efectos: los de una continuidad (como la del discurso capitalista) donde el color de la vida muestra una débil intensidad y donde los amores líquidos trasuntan algo del amor muerto que Lacan adscribió, hace ya más de sesenta años, a la forma del amor que es propia de la psicosis. Tal es el rostro de lo que hoy propongo, al modo de una abducción, a vuestra consideración: el rostro de las subjetividades sin causa.