Acerca del GIPE (Grupo de Investigación de Psicoanálisis y Educación). Entrevistas a Olga Montón y Marta Mora.

Por Belén Siles y Julieta Miguelez.

“No hay una verdadera trasmisión si se comparte entre los que comparten una misma experiencia. Hay una verdadera trasmisión cuando algo de una experiencia se puede trasmitir a otros sin la complicidad de la misma experiencia compartida”. 

J.A. Miller, “Del saber inconsciente a la causa freudiana”. 
Conferencia de la Madraza en Granada. Video. 1989.

¿Cuándo y cómo surgió el GIPE? ¿Qué razones impulsaron su creación y cómo ha evolucionado hasta hoy? ¿Quiénes lo conforman actualmente y cómo se organiza su trabajo?

Olga Montón El Grupo de Investigación Psicoanálisis y Educación (GIPE) surgió a partir de mi inquietud sobre lo que el psicoanálisis lacaniano podía aportar al mundo educativo.

Había trabajado de profesora dando clases de bachillerato durante los ochenta. Me apasionaba la docencia y había trabajado con adolescentes desde los 17 años como voluntaria.

Años después, de adulta, mi vida dio un vuelco cuando comencé mi análisis. Esta elección venía dada por mi interés por el psicoanálisis desde que, con 16 años, tuve la suerte de tener una profesora de filosofía, en sexto de bachillerato y COU, que nos propuso leer a Freud. Se abrió entonces un mundo nuevo, una posibilidad de encontrar una salida al sufrimiento de mi adolescencia. Entonces me conformé con la lectura, lo que en cierta forma me permitió huir de la novela familiar que cada uno portaba como una mochila. Eran días de liberación y supervivencia. Posteriormente la vida me llevó a una analista. El fin de mi análisis también tuvo que ver con esa vuelta al mundo educativo que marcó los inicios de mi vida profesional, además como analista pude comprobar el malestar que el cuerpo docente arrastraba en este momento histórico. Escuchaba en análisis a profesionales desorientados frente a los nuevos protocolos de actuación educativa.

Formada en psicoanálisis lacaniano cayó en mis manos el libro “Mal de escuela” de Daniel Pennac, recomendado por una amiga docente. En él D. Pennac (escritor francés nacido en Casablanca en 1944), cuenta sus avatares infantiles y juveniles con su propia educación. Nombrado por el otro y por sí mismo como “el zoquete” logra cambiar su destino al encontrarse con un “maestro lacaniano” (significante surgido en el GIPE, ¿es posible?), capaz de decir “sí” ante lo más singular del sujeto a pesar del plan de estudios y la institución. Un maestro capaz de hacer una propuesta de trabajo que le viene sugerida por la respuesta de Pennac ante el plan de estudios: no realizar los deberes e inventar excusas, así el maestro le nombra como un gran fabulador, descubriendo al narrador que había en él.

Entonces pensé: ¡cuánto puede aportar el psicoanálisis a la educación! ¡Si yo hubiera sabido, sólo algunos conceptos sobre la subjetividad y la transferencia, cuánto hubiera cambiado mi experiencia docente!

Este espacio incluye el trabajo que desde el 2012, junto con Marta Mora-Doldán, llevamos a cabo en el Grupo de Investigación de Psicoanálisis y Educación (GIPE), asociado a la Sección Clínica del Instituto del Campo Freudiano de Madrid. Junto con profesionales de distintas instituciones educativas, trabajamos e investigamos sobre los vínculo que surgen entre psicoanálisis y educación. En este grupo vamos construyendo algunas respuestas posibles, a modo de work in progress, a los interrogantes actuales. El GIPE se trata de un espacio que se organiza a modo de taller, donde los participantes comparten sus experiencias y a través de la lectura previa de un texto elegido descubrimos los vínculos que surgen entre psicoanálisis y educación. Posteriormente debatimos y elaboramos entre todos respuestas a sus inquietudes; mientras, avanzamos en las nociones psicoanalíticas que nos permiten conceptualizar las vivencias dentro del aula. Desde el 2020 el grupo trabaja online, por lo que participan profesionales de otros países.

Paralelamente, en mi caso, desde hace más de diez años, vengo trabajando con docente, orientadores y otros profesionales educativos en colaboración con instituciones y asociaciones tales como: el CRIF (Centro Regional de Innovación y Formación “Las Acacias” de la Comunidad de Madrid), la UFIL (Unidad de Formación e Inserción Laboral “Puerta Bonita”) y Escuela Abierta dentro del Movimiento de Renovación Pedagógica. La escucha y las reflexiones fruto de estas colaboraciones también nos sirven de estímulo en el trabajo de investigación del GIPE.

Marta Mora Me sumo al GIPE por invitación de Olga Montón, basada en mi experiencia alfabetizando adultos en Argentina. Fue indescriptible presenciar el paso del garabato para el analfabeto a hacer inteligible las letras. Eso me marcó. Y hace poco reviví ese sinsentido en análisis. Aun siendo educar, uno de los imposibles mencionados por Freud, en el acto de escuchar, conversar, usando la palabra algo cala, algo se despeja, algo se aclara o se oscurece.

¿Qué los motiva a participar y qué buscan encontrar aquí?

Olga Montón El GIPE es un espacio de orientación, sugerencias e invenciones que provoca en los participantes esas ganas de crear, de inventar en cada encuentro, en cada lectura. Y esto es lo que tratamos de transmitir para trabajar dentro del aula como si cada día fuera la primera vez. Es un grupo de investigación donde convive, por un lado, la posición analítica de la experiencia analítica como tal, y por otro, la experiencia docente, trabajando en conjunto y buscando nexos de unión entre ambas. Si el análisis es una experiencia subjetiva, la enseñanza también es una experiencia y por ello hay algo del acto analítico y el acto educativo que tienen puntos en común.

En mi experiencia de trabajo con distintos grupos de profesionales, y teniendo en cuenta la diversidad y multiplicidad de centros y actividades, lo que he podido observar, es el malestar del cuerpo docente en general por el sentimiento de impotencia ante la invasión de significantes sobre patologías del comportamiento (TCC). Los alumnos son diagnosticados, en algunos casos alegremente, por padres y profesionales, y llegan al aula con una carga de significación difícil de abordar por los docentes. 

Son tres los puntos de reflexión:

  1. Declinación de la función docente, del acto educativo, frente al saber del otro del mundo “psi” o de la administración, con su discurso del amo capitalista.
  2. El mundo de la salud mental, con sus TCC, ha entrado en el mundo educativo y aplica sus protocolos. Como es en el caso del acoso o la hiperactividad.
  3. Educación inclusiva versus “uno por uno”. El para todos, lo universal, lo homogéneo versus lo singular, el no todo.

«Toda formación humana tiene por esencia, y no por accidente, el refrenar el goce. La cosa se nos aparece así de desnuda, y no ya bajo esos prismas o lentes que se llaman religión, filosofía, o incluso hedonismo, pues el principio de placer es precisamente el freno del goce» (Lacan J., «Discurso de clausura de las Jornadas sobre la psicosis en el niño», 1967, Otros escritos., Paris, Seuil, 2001). Y si algo caracteriza la institución educativa es eso, refrenar el goce por usar un término de J. Lacan, la pulsión en términos freudianos. 

La creación de espacios como el GIPE permite el debate y la reflexión con otro discurso, donde llevar “nuestro saber hacer con” (el síntoma) a la institución educativa, lo que permite inventar nuevas posibilidades de lazo social por fuera de la norma. Es la práctica del “saber hacer con” que la intervención del discurso lacaniano puede hacer que “el parloteo se revele como conteniendo un tesoro, el tesoro de un sentido otro que valga como respuesta, es decir como saber llamado inconsciente” (J.A. Miller “Hacia Pipol 4”, 1 de julio de 2007, Paris). 

La orientación psicoanalítica lacaniana, partiendo del no saber, dentro de la “práctica entre varios” es un facilitador para asumir la incompletud, permitiendo que cada interviniente tenga la oportunidad de encontrar su respuesta, su invención. Ese es un posible trabajo dentro de las instituciones, la puesta en común de las vivencias dentro del aula y la búsqueda entre varios de respuestas originales y singulares.

Desde las evaluaciones internas hasta las evaluaciones externas, la institución educativa es observada, medida, validada o no, para intentar excluir el no eliminable real, cuya persistencia no cesa de ser demostrada por la actualidad. Sin embargo, “hacer de la norma, ley, y perseguir a los que se desvían de ella es un factor de estancamiento. Esto se opone precisamente a lo que sería la ambición de algunos: la innovación. Para preservar la innovación de una sociedad es esencial que la norma no sea la ley. Después de todo, es muy lógico que esto se formule a partir del discurso psicoanalítico.” (J.A. Miller, “La era del hombre sin cualidades” 2004) 

Igual que en el principio mismo del psicoanálisis se encuentra la novedad, la invención y el pensamiento crítico; en la institución educativa debería ser así.

Marta Mora Se acercan en general maestros, como nos gusta nombrarlos, en distintas áreas, motivados por las dificultades de la transmisión, porque están interesados por el enigma de educar. 

¿Cómo se estructura el trabajo dentro del grupo considerando la investigación como eje transversal? ¿Cuáles son los principales temas o inquietudes que emergen en el espacio?

Olga Montón Teniendo en cuenta las lecturas psicoanalíticas de Sigmund Freud y Jacques Lacan como orientación, y con las contribuciones de otros profesionales interesados en la aportación del psicoanálisis a la educación, este grupo trata de proporcionar los significantes en torno a los cuales podría orientarse el acto educativo. Así mismo es una invitación a continuar el trabajo y la elucidación de los significantes, que, si bien nacen desde el psicoanálisis, podrían ser llevados al mundo educativo para mejorar el vínculo transferencial en las aulas.

Una pieza clave de nuestra investigación tiene que ver con “Los Principios Rectores del Acto Analítico” formulados por Eric Laurent y sus posibles aplicaciones a la relación docente-alumno

1º “El psicoanálisis es una práctica de la palabra” igual que la Educación.

2º “La sesión analítica es el lugar donde pueden aflojarse las identificaciones”. En la escuela los sujetos encuentran otros destinos posibles a la novela familiar, otras maneras de jugar esas cartas que la novela familiar les repartió.

3º “El analizante pone en el analista sentimientos, creencias, expectativas instaurándose la transferencia que anuda a los dos participantes”. Igualmente se juega la transferencia dentro del aula.

4º “El lazo transferencial supone un lugar. El “lugar del Otro” como dice Lacan. El lugar donde las figuras de la pareja del fantasma pueden desplegarse por medio de los más complejos juegos de espejos”. Esto se ve también dentro del aula entre docentes y alumnos y entre los propios alumnos.

5º “Lejos de poder reducirse a un protocolo técnico, la experiencia del psicoanálisis sólo tiene una regularidad, la de la originalidad del escenario en el cual se manifiesta la singularidad subjetiva. Por lo tanto, el psicoanálisis no es una técnica, sino un discurso que anima a cada uno a producir su singularidad, su excepción”. Dentro del aula hay un encuentro subjetivo con el saber, tan diverso y singular como la relación de cada sujeto individualmente.

6º “Si no hay satisfacción plena y si no existe una norma, le queda a cada uno inventar una solución particular que se apoya en su síntoma”. Trabajar con el síntoma y estar advertidos es la manera de poder trabajar dentro del aula.

7º “La formación del psicoanalista no puede reducirse a las normas de formación de la universidad.” Comprobamos en el GIPE como el trabajo realizado en el grupo permite la invención del encuentro dentro del aula, permite que algo de la experiencia compartida se ponga en acto. 

Los profesionales que se hacen preguntas, y están interesados en el momento cultural de esta época, pueden encontrar en el GIPE alguna orientación para sostener y renovar su deseo de transmisión del contenido cultural. También una nueva forma de relacionarse con todos los agentes implicados en este viaje que consiste la vida. En este recorrido por conceptos como sujeto del inconsciente, transferencia, subjetividad o síntoma, el docente puede aparecer como una figura que ayude a construir un nuevo punto desde donde mirarse.

¿Cómo sucede ese vínculo educativo? ¿De qué se trata? ¿Por qué se da con unos alumnos y no con otros? ¿Qué hace que ese encuentro con el otro tenga éxito o no? ¿Qué hacer con los síntomas que surgen en el aula sin ser un profesional del mundo “psi”? ¿Cómo sostener el acto educativo dando respuesta a los distintos episodios disruptivos que aparecen dentro del aula? Estas y otras cuestiones son la materia prima de las investigaciones en el GIPE. 

Marta Mora Proponemos un texto ad-hoc sobre lo que los asistentes manifiestan interés. Los encuentros son conversaciones sobre el texto, como se puede llevar lo leído al terreno educativo. Cada uno de los participantes comenta lo que ha asociado, traen anécdotas o problemas que se presentan en sus clases. 

¿Cómo piensas el vínculo entre el psicoanálisis y las instituciones educativas? ¿Qué aportes puede hacer el psicoanálisis en este ámbito?

Olga Montón En las colaboraciones con Instituciones y Asociaciones, que anteriormente he comentado, he comprobado la necesidad de respuestas que muchos profesionales del mundo educativo tienen frente a los protocolos implementados en las instituciones educativas que en muchos casos no resuelven las cuestiones.

En este sentido el GIPE registra una polifonía de voces que representa diferentes prácticas: la educativa y la psicoanalítica. Como he dicho antes, tomamos cuestiones teóricas, experiencias y reflexiones que a lo largo de los años nos hemos ido planteando y retomamos los conceptos psicoanalíticos tales como inconsciente, subjetividad, transferencia, pulsión, inhibición, sexualidad, síntoma, angustia, etc. para reorientar el trabajo del aula.

Aunque el aula integre a un grupo de alumnos, a veces desbordante, el verdadero encuentro que supone dar y recibir una clase es subjetivo. Es el encuentro de dos subjetividades. Se encuentra la subjetividad de ese docente con la subjetividad de cada alumno uno por uno.

Abordar el reto de transmitir algo de una experiencia es el reto que tiene todo docente frente a cada alumno. De forma que no se trate de un saber acabado, sino de un proceso que se relanza con los intercambios y se reactualiza con los interrogantes. Intentar integrar la polifonía de voces que supone un aula a la manera de una gran orquesta. Tendremos al primer violín, pero también el que porta el triángulo es importante para que el conjunto suene bien y avance en su proceso formativo mientras el docente da lugar, con su batuta, a cada uno de los participantes del aula.

Lacan en su Seminario 16, “De un Otro al otro”, afirma que “ya no es posible desempeñar el papel que conviene a la transmisión del saber sin ser psicoanalista” y añade: “cualquiera que quiera captar en el futuro los resortes de lo que puede llamarse un efecto de formación, (…), hará bien en ser psicoanalista, si definimos así a alguien para quien existe la cuestión de la dependencia del sujeto respecto del discurso que lo sostiene, y no que él sostiene”.

Transmisión y deseo de Escuela se articulan a partir de lo que Lacan llama “transferencia de trabajo”. Lacan define “la transferencia de trabajo” como el modo en que el psicoanálisis se transmite, bajo transferencia de un sujeto a otro. La transferencia de trabajo conecta un deseo de transmitir con un deseo de dejarse enseñar en el marco de la Escuela. Lacan en la nota adjunta al Acta de Fundación afirma: “La enseñanza del psicoanálisis no puede transmitirse de un sujeto a otro más que por las vías de la transferencia de trabajo”. Si bien esto lo desarrolló Lacan para la enseñanza del Psicoanálisis, creo que bien podría aplicarse a la institución educativa.

En la presentación del GIPE en la web del Nucep se menciona que la institución educativa ha sido un lugar clave para que cada sujeto encuentre su manera singular de inventar un síntoma con los otros. ¿Cómo observas esta cuestión en la actualidad, en una época marcada por el llamado a la individualidad y el goce autista? ¿Qué síntomas se manifiestan hoy en la educación?

La institución educativa sostiene, ignorándolo, un malestar estructural inherente al sujeto que se revela como generador de conflictos, provocando el sufrimiento de una relación imaginaria entre el docente y el alumno. Por otro lado, la institución educativa es el espacio donde alojar a los alumnos para que puedan encontrar un lugar en la estructura social del momento histórico que viven. El sujeto de la educación no llega al aula, hay que convocarlo y darle un lugar para que construya su camino con la oferta que hace cada institución. Por otro lado el alumno tiene que dar su consentimiento a este acto. Pero ¿cómo sostener el deseo del docente en un momento histórico donde el objeto de consumo está elevado al cenit?

La institución orienta y oferta la cultura y los profesionales del mundo educativo sostienen su deseo para posibilitar la entrada del alumno en la sociedad. Pero esto requiere de un tiempo transcurrido en la subjetividad de cada uno que no necesariamente coincide con el tiempo social establecido por la institución. En todo caso es la práctica educativa la que marcará ese encuentro donde el sujeto pueda apropiarse de la cultura a la vez que puede encontrar otras respuestas a la “la novela familiar”, en términos de Freud, en que se constituye.

Mediante un enfoque psicoanalítico tratamos de redefinir la función docente. ¿Cómo abordar la irrupción de la tecnología en el aula, cómo abordar la virtualidad? Agresividad, fracaso escolar, tristeza, desórdenes en la alimentación, hiperactividad, conductas de riesgo, acoso escolar, adicciones, etc. son manifestaciones sintomáticas para ser leídas en función de una causa. Al universalizar los conceptos, las terapias cognitivo-conductuales, reducen el problema a la “comprensión”, de forma que los alumnos quedan “cosificados”: el que no aprende, el agresivo, el de padres divorciados, el adicto a videojuegos, el hiperactivo. Entonces los sujetos se convierten en objetos privilegiados de protocolos de prevención, control o reeducación, sepultando lo más singular.

¿Cómo debe operar el educador con eso sintomático? ¿Por qué se deprimen los profesionales? ¿Puede cultivarse el deseo del educador? Frente a la propuesta del discurso capitalista, que evita las encrucijadas del amor y propone el goce sin medida, que impulsa a medir y no leer, a no escuchar sino etiquetar y que no tiene en cuenta lo más subjetivo y singular de cada uno, en el GIPE proponemos pensar un proyecto educativo que tenga en cuenta la fractura subjetiva estructural y sus consecuencias sintomáticas. Reflexionamos sobre el concepto de “maestro lacaniano”, aquel que puede tener ciertas características que, sin saberlo, da cuenta de la orientación lacaniana. 

Marta Mora No hay vínculo entre psicoanálisis e instituciones educativas, en realidad son los asistentes los que llevan los efectos de sus lecturas e investigaciones a la práctica en las instituciónes educativas salvo honrosas excepciones. Si un maestro adquiere algunas nociones de psicoanálisis puede ver más allá de sus narices. Se posiciona de otra manera ante lo imposible de educar escucha más allá de los hechos, hace otra lectura de lo que vive en el aula. 

En la presentación del GIPE en la web del Nucep se menciona que la institución educativa ha sido un lugar clave para que cada sujeto encuentre su manera singular de inventar un síntoma con los otros. ¿Cómo observas esta cuestión en la actualidad, en una época marcada por el llamado a la individualidad y el goce autista? ¿Qué síntomas se manifiestan hoy en la educación?

Asistir a una institución educativa es la primera oportunidad de salir de la novela familiar o al menos cuestionarla, ponerla a prueba, ampliarla. El encuentro con otros representantes de las figuras parentales puede ser salvador. Casi todos tienen una figura salvadora en su formación educativa, aquel maestro que les cambió la mirada sobre el mundo, que les abrió una puerta diferente en el camino de la vida. Nuestro libro de cabecera es el de Daniel Pennad, quien tuvo este encuentro que lo marcó e hizo del “zoquete” que era para su madre y sus profesores un nombre en la educación y lo convirtió en un excelente profesor y un gran escritor premiado en Francia.

Desde tu experiencia personal y el trabajo realizado en el grupo a lo largo de los años, ¿hay algún caso o situación que ilustre este entrecruzamiento entre psicoanálisis y educación que quisieras compartir?

La primavera del 2020 ha revolucionado con el confinamiento, el concepto educativo y el aula virtual. Surgen muchas preguntas entorno al futuro de la educación presencial. Y esto es interesante porque, si bien las tecnologías están para ser usadas, ¿dónde queda el lugar del docente en la existencia del alumno? La virtualidad deja de lado el “saber hacer” que muchos docentes tienen dentro del aula y que se sienten inseguros ante este “discurso normativizante”. Es el nacimiento de un poder que se apoya en la norma y no en la ley. No se refiere ya a lo que haces, sino a lo que eres. Lo que deja a los docentes y a los alumnos fuera del discurso, fuera de la solución. “No es ya: ¿Qué has hecho? Serás castigado, sino: ¿Quién eres? No estás en la norma”. (M. Foucault, “El poder psiquiátrico”). Todos iguales, sin “trastorno del comportamiento”, sin síntoma, sin lo que nos hace más singulares.

La interdicción del discurso analítico frente al protocolo de la institución educativa, puede dar la oportunidad de que la norma no se convierta en ley, permitiendo abrir nuevas posibilidades, con prácticas por fuera de las normas que pretenden la “normalización” de los alumnos. La orientación lacaniana puede dar la posibilidad de acoger lo más singular de cada uno fuera de los protocolos, como resistencia a la “educación terapéutica”, que erige en ideal el “comportamiento normal”. Más vale lo vivo del psicoanálisis que la norma mortificante. Pero humanizar la ley solo tiene interés si se encarna de la buena forma, es decir que se humaniza particularizando el deseo. Es en ese sitio en el que se espera al docente, que el deseo del docente esté encarnado.

Es el caso de la inhibición de una maestra que cuenta como una alumna de 6 años quiere ir al baño de niños. Se activan las alertas de la identidad de género y lo políticamente correcto. Tras un debate en el grupo de trabajo sobre los caminos a seguir pregunto: ¿Le habéis preguntado porque quiere ir al baño de niños?, pues no. Al siguiente encuentro nos dice que la niña quería ir al baño de niños porque está más lejos y así se entretiene fuera de clase. Vemos cómo la destitución del acto educativo promueve la desorientación. Esta destitución hace referencia a la instalación de un saber en el otro, otro generalmente externo a la institución. Ese otro que porta los protocolos y las encuestas, que porta la estadística en la que se basan las intervenciones en la institución educativa. El saber que cada uno tiene sobre sí mismo queda fuera de escena, no hay preguntas sobre eso.

Para los psicoanalistas lacanianos el síntoma no es percibido como algo a borrar, sino como algo con lo que hay que arreglárselas, hay que ponerlo a trabajar. Es como una solución, una manera que el sujeto tiene de arreglárselas con lo que no se puede reabsorber. Una parte de eso le hace la vida imposible al sujeto, pero otra parte le es muy útil.

Frente a la homogeneización del sistema, el psicoanálisis propone la diversidad, propone el “uno por uno”, en la medida que la institución haga valer y sostenga el acto educativo, en su dimensión más contingente en el encuentro entre docentes y alumnos. Un encuentro que dé lugar a la posibilidad de que el docente sepa decir sí a los hallazgos de los alumnos, a su “subversión creativa” (P. Lacadée, “El despertar y el exilio”), haciendo acuse de recibo de su enunciación o autentificando el elemento de novedad que llevan consigo y fundando un nuevo lugar que lo salvaría del agujero en el que pueden hundirse.

Marta Mora He podido escuchar varios testimonios a lo largo de estos años, la dificultad de alguien con alumnos autistas. Muy dedicada a intentar hacerlos entrar en la norma pudo, sin pensar, abandonar esa exigencia gracias a lo escuchado en su asistencia al GIPE, calibrar lo imposible de educar, aceptar e inventar, hacer otra cosa sin temor y asombrarse y alegrarse por los efectos positivos. 

Otra ceder a la exigencia superyoica de “tener que saber” porque iba a “enseñar”, que la perturbaba, hacérnoslo saber y agradecer eso de hacerlo desde el no saber.

Otra a cambiar el enfrentamiento imaginario y que sus clases sean otra cosa, para ella en especial y para sus alumnos en particular.

Otro a no desesperar porque aprendan en un tiempo dado, hacerle saber al alumno que ya entenderá y dejarse sorprender por la exclamación: Ya lo entendí!! un tiempo después.

Si, es una época de empuje al superyó, al goce autista, a lo individual y a la prisa, pero al trabajar textos y conversar, no se dejan llevar por el empuje a lo universal, a la homogeinización, se rescata el uno por uno y aunque primero se asombran por los efectos, su visión de lo educativo cambia y cede el malestar que los embargaba antes de llegar al GIPE.