No soy un intelectual, escribo con el cuerpo.
Clarice Lispector
Cuenta la leyenda, anécdota verídica seguramente, que una lectora de una librería feminista detecto que un libro escrito por Carmen Mola no había sido escrito por una mujer sino por un hombre. Más concretamente por varios, como se sabría más tarde. La pregunta acerca de si hombres y mujeres escriben de manera diferente es pertinente y creo que la respuesta es afirmativa. Dos razones más o menos obvias es la diferente socialización de género desde el nacimiento y la desigualdad histórica entre hombres y mujeres. Mientras exista el patriarcado, la escritura de hombre y mujeres será diferente y podemos presuponer que la diferencia será más grande en los países no occidentales por la mayor penetración del patriarcado en esos países.
Para Lacan «la masculinidad y la feminidad no nos son dadas por la anatomía sino que son posiciones del sujeto definidas mediante su relación con el falo y el significante» [1]. Por tanto, desde el psicoanálisis de orientación lacaniana se suele hablar más de posiciones, masculina y femenina, que de géneros. En el seminario Aun Lacan postula sus fórmulas de la sexuación para dar cuenta de la relación de los sujetos con su goce. Estas fórmulas tienen dos lados, no equivalentes. Del lado masculino tendríamos la norma y la excepción, regidos enteramente por la ley del falo y la castración y del lado femenino el no-todo, un goce que va más allá del falo y la castración y de lo simbólico mismo.
Nada impide, al menos conjeturalmente, que una mujer podría estar del lado masculino (en la histeria por ejemplo, por identificación) y un hombre del lado femenino y escribir desde ese lugar, lo que disuelve cualquier tentación de esencialismo. Aunque como afirma Helen Cixous «raros son los hombres que pueden aventurarse al extremo en que la escritura liberada por la ley, despojada de la medida, excede a la instancia fálica, donde la subjetividad que inscribe sus efectos se feminiza» [2]. Para que esto suceda considero que el hombre ha de atravesar su miedo a la homosexualidad inconsciente y a la castración imaginaria y en general, que no tenga un rechazo a lo femenino. Consentir a feminizarse no es algo sencillo para muchos hombres.
Me pregunto: ¿existe la escritura femenina, no determinada (al menos enteramente) ni por el genero ni por las diferencias sexuales anatómicas? La respuesta provisional es que sí.
Para Helen Cixous la diferencia entre las escrituras de hombres y mujeres depende principalmente de la forma de darse. El hombre en los intercambios culturales, y por tanto en su forma de escribir, busca «que le produzca un suplemento de masculinidad: plusvalía de virilidad, de autoridad, de poder, dinero o placer, valor añadido, imagen sublimada de sí mismo» [3]. La mujer puede buscar también alguno de estos atributos en su escritura pero la diferencia es que al darse «no intenta hacerlo constar en sus gastos» [4]. Digamos que se da con menos miedo y más desapego. Esta proposición es radical en Cixous ya que considera que la escritura parte de la muerte y que «la condición por la que comenzar a escribir se vuelve necesaria—y—posible: perder todo, haber una vez perdido todo» [5].
Otra coordenada de la escritura femenina es una escritura cuyo principal protagonista es el lenguaje, una travesía que iría del lenguaje hasta el lenguaje como diría María Negroni, más que una novela de personales. Esto es más sencillo quizás en la poesía más próxima habitualmente al inconsciente que la novela, más próximo habitualmente a la representación. Un buen ejemplo de poesía a través del lenguaje mismo es el libro Oratorio (2021) de María Negroni.
También una escritura que se aproxime a la Otredad (Significante de la falta del Otro), que bordea la imposibilidad de decir. Una escritura que se aproxima a lo Real en sus distintas variantes ya sea lo real del goce como en la novela Todo lo que no te pude decir (2017) de la escritora Cristina Peri-Rossi o lo real contingente como en los cuentos de Clarice Lispector.
Muchos de los relatos de la escritora brasileña empiezan por una morosidad, donde en un momento dado aparece algún detalle singular, aparentemente trivial, que da pie al despliegue de la subjetividad o dejan a los personajes al borde de alguna catástrofe índice de lo real desbaratando identificaciones y la idea de un mundo ordenado.
Una escritura donde se produce una relación privilegiada con el cuerpo. «Más cuerpo, más escritura» [6] escribe la pensadora francesa al contrario que el hombre que estaría está más próximo a la sublimación y al éxito social. Para Cixous si hasta ahora hay tan pocos textos femeninos es porque las mujeres todavía no han recuperado su cuerpo, cancelado temporalmente en la entrega por amor al hombre y porque la mujer siempre ha funcionado en el discurso del hombre. [7]
Otra de las coordenadas sería una escritura que va más allá del falo. Y lo fálico en la escritura lo localizo en el argumento (lo central, lo articulado) para el relato y la novela y la presencia de la retórica (la pregnancia de la bella forma) para la poesía.
Pensando en las novelas, es notable por ejemplo la cantidad de autores (Dostoievski por ejemplo) que incluían antes de las escrituras más modernas notas subjetivas en sus textos dando cuenta del proceso de escritura o tras cuestiones subjetivas del autor quizás para salirse de lo que podemos llamar la tiranía del argumento. Esto es muy significativo en la escritura de Lispector, donde “las notas” o divagaciones son con frecuencia mucho más importantes que el propio argumento. Son podríamos decir, el verdadero argumento.
Tomaré ahora la escritura de la poeta y traductora Ruth Llana como ejemplo de escritura femenina. Es una poesía que podemos denominar vanguardista, auténtico vendaval sobre la retórica. Para Lacan la literatura de vanguardia «está ella misma hecha de litoral: y por lo tanto no se sostiene del semblante» [8] al contrario que la literatura clásica que estaría basada en el semblante. Literatura que haría con el uso de la letra haciendo borde con lo Real.
Ruth Llana opera en su texto La primavera del Saguaro (2021) con un punzón sobre el edificio ilustre del discurso y la retórica (por cierto tradicionalmente masculina), de la bella forma y el correcto escribir, dejando el lenguaje desnudo en el intento de que las piezas que quedan puedan fundar un nuevo lenguaje. Todo su poemario podría ser metalenguaje, ajeno incluso a la sintaxis, salvo por que el metalenguaje no existe y el nuevo lenguaje tiene que fundarse sobre las vestiduras del antiguo. Y porque fuera de la sintaxis el lenguaje no existe a riesgo de desasirse completamente del este y convertirse en ramita llevada por el agua, pájaro en el viento.
Asistimos según avanzamos las páginas a un proceso progresivo de despojamiento, de la reducción de la estructura de la realidad lingüística a sus mínimos elementos, mostrando la rasgaduras de la tela, los anillos del árbol, el surco de las piedras. De los recursos habituales de la poesía, ha desaparecido la anécdota y las metáforas y solo sobreviven la enumeración y la repetición, el poder de las imágenes y el auxilio de las leyes de la gramática, requisito mínimo según Lacan para cualquier producción de sentido.
Este despojamiento tiene el riesgo de poner en marcha la entropía y la pulsión de muerte, que es frenada por la ternura, la necesidad desesperada del amor, la corporeidad de los rostros, la inscripción en una genealogía y la existencia del archivo familiar. Como ella dice, manos que cobijan la sangre y moldean generando formas humanas. Una casa, contradiciendo a la autora, no es solo un pedazo de tierra.
Por la desaparición del argumento que siempre es masculino y fálico, y dejar paso a la escritura de la subjetividad y el monólogo interior, recuerda a la escritura de la brasileña Clarice Lispector. También por el uso particular de los signos de puntuación. Podemos decir que Ruth Llana tampoco es una intelectual y que escribe con el cuerpo, una escritura que podemos nombrar como femenina.
Su poesía para concluir es como reza el prólogo una epopeya lingüística que viaja de una orilla del lenguaje a otra. Poesía que no cobija ni cuenta historias es quizás una poesía de intemperie. Pero solo en la intemperie se pueden ver las estrellas.
Termino con un fragmento de su libro La primavera del Saguaro [9]:
« … tomar una a una palabras y deshojarlas como mar-garitas a través de su repetición a través de sus letras (una a una todo el abecedario incluso letras que no figuran en los archivos) una a una perdiendo todo en el movimiento de la boca pues primero me fue obligado decirlas y así fue como recuperé el habla así fue el lenguaje: brotar tierno entre las plantas entre los caracoles, como partes de un cuerpo tomándose a sí mismas, así fue brotar Y coincidió todo ello con la primavera … »
Notas:
- Jacques Lacan, una introducción, pág. 121.
- La risa de la medusa. Ensayos sobre la escritura., pág. 47
- Ibid., pág. 48
- Ibid., pág. 48
- La llegada a la escritura., pág. 62.
- La risa de la medusa. Ensayos sobre la escritura., pág. 58
- Ibid., pág. 59
- Seminario 18: De un discurso que no fuera del semblante., p.115
- La primavera del saguaro., pág. 45
BIBLIOGRAFÍA
Cixous, H., La risa de la medusa. Ensayos sobre la escritura, Ed. Anthropos, Barcelona, 1995
Cixous, H., La llegada a la escritura, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2006
Homer, S., Jacques Lacan, una introducción, Plaza y Valdés, Madrid, 2016
Lacan, J., El seminario libro 18: De un discurso que no fuera del semblante. Clase sobre Lituratierra, Paidós, Buenos Aires,1971
Lacan, J., El seminario libro 20: Aún,Paidós, Argentina, 1998
Llana, R., La primavera del saguaro, Ultramarinos, Barcelona, 2021
Negroni, M., Oratorio, Vaso roto ediciones, Madrid, 2021
Peri-Rossi, C., Todo lo que no te pude decir, Menoscuarto ediciones, Palencia2022
Joaquín García Ruiz-Zorrilla es psicoanalista en Madrid y participante de la NUCEP. También escribe poesía. El deseo es un pájaro sin nombre (Adarve, 2023) es su último libro publicado.
jgruizzorrilla@gmail.com