Atravesar las paredes. La locura, de la psiquiatría al psicoanálisis

Por Simón Delgado

El libro, escrito en el 2011, quiere dar respuesta a la pregunta sobre qué y cómo debería ser un hospital psiquiátrico. Esta pregunta tuvo su origen en otra más importante: “¿Cómo crear lazo cuando las palabras ya no lo permiten?”. El concepto de “lazo” es una noción transversal en esta obra y así lo atestigua la siguiente cita: “El hospital psiquiátrico podría ser ese lugar último que funciona como frontera y como lazo cuando los otros lazos no resisten más. El lugar que recibe el discurso ha estallado sin que ninguna demanda social venga a oficiar de superyó. El lugar que ocupa el espacio de lazo cuando este se deshace. Un lugar donde el paciente puede albergar el goce separado del significante, el tiempo que sea necesario para que encuentre la posibilidad de volver a cerrarse”.

Francesca Biagi-Chai es psicoanalista miembro de la AMP, de la Escuela de la Causa Freudiana y psiquiatra en el Hospital “Paul Giraud-Villejuit” de París. Ha escrito, también, “Le cas Landru-A la lumiere de la psychanalyse”. La presentación del libro se hizo por iniciativa de la BOL (Biblioteca de Orientación Lacaniana de la ELP de la sede de Madrid), en la librería “Enclave” de Madrid, el viernes 1 de marzo de 2024.

La obra se divide en tres partes: “El espíritu de la época”, “Del estado de ánimo al deseo” y “El hospital de día, una creación”. El prefacio lo firma Jacques-Alain Miller, con un texto que fue publicado en Ornicar, número 10: “Enseñanzas de la presentación de enfermos”.  El título “Atravesar paredes” tiene que ver con la pared física del hospital psiquiátrico; pared que, al inicio de la práctica de Francesca, en los años 70, quería ser echada abajo por los movimientos antipsiquiátricos europeos. Así pasó, por ejemplo, en Italia, donde la antipsiquiatría, empujada por los ideales desinstitucionalizadores propios de la época, promovieron la abolición de los hospitales psiquiátricos como lugares de internamiento y de atención para los enfermos mentales. Francia, en cambio, debido al gran arraigo de la psiquiatría clásica, resistió y abrió un espacio para comprender cuál es su fusión y desde que parámetros clínicos intervenir en los hospitales psiquiátricos. En relación a esta cuestión la autora se pregunta en el libro lo siguiente: “¿No iríamos a desintitucionalizar dos veces a los que dejaríamos abandonados, errantes en lugares públicos, en las calles, prisioneros a veces de un delirio muchas veces tan dudosos como las paredes? ¿No podríamos nosotros, jóvenes generaciones de psiquiatras, modificar las paredes, tornarlas porosas, atravesar la muralla?”.

Como se expresa en la presentación, estamos ante un texto que realiza un valiosísimo recorrido histórico, epistémico y clínico; y en el que se despliegan los fundamentos de una clínica posible de la psicosis dentro y fuera de la institución. Institución atravesada por el efecto vital de la transferencia, pues, desde la orientación lacaniana, la autora se reafirma en dar a conocer a un vasto público el psicoanálisis y la enseñanza de Lacan, como la mejor manera, también, de ofrecer a la psiquiatría una brújula que vaya más allá de la evaluación cuantitativa, inflacionista y reductora. La palabra “locura”, término general utilizado por Lacan, va más allá de la patología, y se une a lo universal propio del hombre, enfermo de lenguaje; lo que le hará decir: “Todo el mundo es loco, es decir, delirante”.

Francesca entiende que el psicoanálisis es sumamente eficaz para que el sujeto psicótico pueda encontrar su lugar único y singular en el mundo, sin apelar al “automatón”. Planteamiento que la lleva a afirmar lo siguiente: “El futuro de la psiquiatría es psicoanalítico o no será”. Se mantiene fiel a la idea de Lacan acerca de que el movimiento antipsiquiátrico no da una respuesta a la psicosis ni a las enfermedades mentales graves, sino que su sentido va más en la búsqueda de la liberación del psiquiatra y no tanto del enfermo. Al eliminar los muros físicos de los manicomios, no se permite que la clínica más compleja, es decir, la gran urgencia subjetiva y las perturbaciones del comportamiento; de los pasajes al acto y la que resiste frente a la flexibilidad de la atención en el hospital, fuese modificada. En este contexto, traemos a colación otra de las citas del libro: “Posteriormente, los centros de recepción se diversificaron, las unidades hospitalarias de pacientes agudos, los clubes, los hospitales de día dieron forma a lo extrahospitalario. Pero, ¿cómo, cuándo y dónde proponer el refugio sin prejuzgar el tiempo de la cura o de la estabilización a quien no puede ya permanecer en esos lugares? Esta pregunta sigue siendo actual y nuestra obra le responde: ¿cómo demoler la institución”. 

En este ambiente desinstitucionalizador, Biagi-Chai se pregunta: “¿Cómo darle un lugar al sujeto?”. Esta es otra de las coordenadas del libro; la de cómo hacer para contribuir a la construcción de la subjetividad del enfermo mental más allá del empuje a lo grupal “liberador” y a la pretensión de prescindir de los muros físicos de los hospitales psiquiátricos. Lo que la hizo alejarse de la antipsiquiatría tuvo que ver con que el hospital psiquiátrico donde trabajaba era un lugar donde se consideraba a cada uno como un ser hablante, como un parlêtre; concepto lacaniano gracias al cual se pude ir más allá de lo general, de lo patológico y de lo segregativo. Se trata de una institución orientada por un discurso que garantiza un lugar no persecutorio, un lugar de confianza, donde una distancia es posible entre el lugar y los profesionales de la salud. Es así, desde este esbozo de simbólico, que la institución puede afectar lo real.

Se trata, para ella, más bien, de construir un lugar donde el enfermo mental pueda ser aceptado mientras que toda la sociedad lo rechaza. Un lugar diferenciado no por las paredes, sino por el discurso que se emplea y donde se puede construir un lazo con el paciente por medio de la transferencia y a través de procurar el funcionamiento de un lugar dentro del lugar. Tal como se apunta en otra cita: “Es por ello que el devenir del paciente es pensado en un más allá de su paso por la institución; el tratamiento implica una continuidad que trasciende los lugares, una continuidad que hace lazo y que podría llamarse transferencia. Para decirlo de otro modo, el paciente sale de la institución, pero no sale de la transferencia. Ello no es sin consecuencias concretas. En la medida también en que ese paciente que no es, como se cree, un alienado, sino que, muy por el contrario, es un desalienado, debe ofrecérsele una posibilidad una posibilidad de lazo para toda la vida”.

Para la autora, la psiquiatría se encuentra en la jurisdicción del discurso del amo, e incluso, se coloca el bien del paciente en posición de agente, en posición de programa, ella solo se sostiene dentro de ese discurso en la confrontación en espejo con el amo, donde queda patente la desigualdad de las fuerzas. La psiquiatría, para Biagi-Chai, puede hacer política, pero no ser política. El psicoanálisis, como se ve a lo largo de la obra, manifestará ser político y, al mezclarse con el espíritu de época, aclara los impasses y propone algunas perspectivas de salida.