Por Peichi Su

¿Por qué este libro?
Personalmente me llamó mucho la atención el título de este libro, atrajo mi interés inmediatamente cuando vi tal título escrito en la tapa. Rápidamente me llevó a formular los siguientes interrogantes: ¿Cuáles son las cuestiones que no nos han contado los psiquiatras?, ¿Qué está pasando en la psiquiatría?, ¿De qué se tratará este libro? Y por sobre todo, al saber que Javier Carreño y Kepa Matilla son psicoanalistas con recorrido psicoanalítico de orientación lacaniana, me despertó gran interés en desear saber lo que la “Otra lectura”[1] tiene para decir respecto del campo de la psiquiatría, es decir, el aporte que el discurso del psicoanálisis lacaniano tendría para ofrecernos. Por tales motivos, no tardé en adquirir este libro y sumergirme en su lectura…
Cosas que Tu Psiquiatra Nunca Te Dijo es un libro que está escrito en un lenguaje ameno, su lectura fluye por sí sola. Despierta la sensación de que los autores nos están “hablando” en tiempo real. Diría que es un lenguaje poco habitual para el campo del psicoanálisis, ya que en este libro no encontraremos los clásicos matemas lacanianos, sino que los autores nos llevarán a recorrer la Otra lectura a través del campo de la historia, la filosofía, la poesía, e incluso el del cine y la música.
Un pantallazo acerca de los autores: Javier Carreño es psiquiatra y psicoanalista, Kepa Matilla es psicoanalista y psicólogo clínico, ambos han realizado varios recorridos por hospitales y universidades de Valladolid y Bilbao respectivamente, y pertenecen a la Escuela del Campo Freudiano de Castilla y León. Además, integran el equipo de “La Otra Psiquiatría” dirigida por José María Álvarez.
Como se precisa en el Prólogo, este es un libro que examina el estado actual de la corriente psi dominante, que es una amalgama de la neurobiología y el cognitivismo. Javier Carreño y Kepa Matilla hacen tal examen a partir de un enfoque bien definido: combinación del psicoanálisis de orientación lacaniana y de los grandes pensadores de la psicopatología.
Además del lenguaje ameno contiene a su vez mezcla de humor, ironía, y sobre todo una propuesta humana que pone el acento en la escucha acerca del sufrimiento del sujeto y lo que éste tiene para decir, posición que refleja el recorrido psicoanalítico-lacaniano de los autores.
El libro está divido en seis grandes secciones. Cada una se centra en un eje que merece un análisis más detallado.
En la primera sección, titulada “Las psiquiatrías” (en plural, ya que es el significante alrededor del cual gravitarán todas las significaciones que se irán desplegando en esta obra) los autores hacen un repaso de la historia de esta disciplina y los cambios que la misma sufrió.
Como señalan Carreño y Matilla, lamentablemente a la locura el tiempo le borró sus talentos, al loco le quitaron el derecho a la angustia y a la tristeza asociadas al estar vivo, y en su lugar le dieron unas cadenas, luego una cama, una pastilla, un bastón y hasta un carnet de minusválido. Esta transformación y naturalización de lo patológico terminó siendo, hoy en día, en una forma común de estar en el mundo.
Más adelante, en la misma sección, los autores polemizarán y cuestionarán el rol omnipotente de los psiquiatras en la sociedad. Lo harán recorriendo entidades clínicas como la depresión, la angustia, la obsesión, las fobias, la anorexia y la bulimia, e incluso el suicidio -eje en el cual Matilla y Carreño realizan una lectura singular por fuera del discurso dominante-.
En la segunda sección: “Los nombres de las psiquiatrías hoy”, los autores se adentran en los nuevos nombres del malestarque la nueva maquinaria diagnóstica ha creado, tales como: la Esquizofrenia, el trastorno Bipolar, el TDAH y la Adicción. Señalan así que la psiquiatría se amplió abarcando todo, además, ahora se trata la enfermedad y no al ser que sufre más allá de la enfermedad. Por ejemplo, en el caso de la esquizofrenia, se ha eliminado la posibilidad de la estabilización, del restablecimiento y del pronóstico incierto, y en su lugar se conmina a los sujetos a un tratamiento forzado en donde se les “advierte” que sin dicho tratamiento su desvarío estaría asegurado.
Otro de los grandes conflictos actuales es que ahora los niños nos nacen enfermos, porque se mueven mucho y no prestan atención (TdAH). Matilla y Carreño ponen aquí en evidencia que se ha comprobado que no hay ninguna prueba real del diagnóstico del TdAH, es decir, ni en analíticas, ni en resonancias magnéticas, ni en ningún tipo de prueba diagnóstica.
En cuanto a la Adicción, los autores sostienen que la misma se ha convertido en el caballo de Troya de las psiquiatrías, ya que es una de las más poderosas razones para visitar al psiquiatra y también una de las consecuencias más habituales para acudir a su consulta. Y aquí aportan su lectura psicoanalítico-lacaniano al señalar que es al hilo de la propia historia donde se juega una parte importante de la batalla con la adicción. Es lo traumático de la falta, lo insoportable de la vacía existencia, lo que anima a tomar el camino corto de la droga. Y es así que, en la medicalización casi sin criterio se le “dice” al adicto que es víctima de sus circuitos neuronales. En este sentido los autores destacan que no hay nada más iatrogénico que poner trabas a una persona para que se haga cargo del manejo de sus placeres y deberes.
En la tercera parte: “Cosas de científicos ¿Qué ciencia en psiquiatría?” Javier y Kepa recurrieron a los estudios publicados en las revistas más prestigiosas de la psiquiatría para fundamentar la argumentación de este libro. Y para su gran sorpresa, comprobaron que gran parte de las opiniones imperantes de las psiquiatrías atesoraban evidencias falaces reflejadas en varios estudios. “Estas son las cosas que tu psiquiatra nunca te dijo, aquellos estudios que ponen en cuestión la ideología vigente”[2], resaltan los autores.
En la siguiente sección “Los diagnósticos ó de la no existencia de las enfermedades mentales”, los autores cuestionan y al mismo tiempo denuncian la fiabilidad del DSM (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) al observar y analizar la manera en que fueron llevadas a cabo las decisiones para crear tal manual. Los resultados eran simplemente nefastos y de película. Concluyen: si la industria farmacéutica quiere vender sus productos, le interesará poder llegar a más gente y que, por tanto, dichos criterios sean más ligeros, menos rígidos y abarquen al mayor sector de población posible. Es así que los autores nos muestran con aflicción cómo la escucha singular y del caso por caso (posición que ocupa el psicoanalista lacaniano) quedó completamente desalojada del discurso actual imperante, dicen: “Lo más habitual sigue siendo que si uno ve a un residente de psiquiatría con bata por el hospital, seguramente tenga en un bolsillo el breviario del DSM (ya ni siquiera se lee el manual entero) y, en el otro bolsillo de la bata, tenga un vademécum. Es una lástima, pero tal y como está orientada la psiquiatría en la actualidad, con esos dos libros, se puede ejercer la profesión”[3].
Luego, llegamos finalmente a uno de los puntos centrales de este libro “El Otro diagnóstico”, desarrollado en la quinta sección. El Otro diagnóstico centra su atención en todas esas cuestiones que enmarcan el problema estrictamente psiquiátrico del paciente y que permiten dirigir su demanda, asistir al trato con la persona que sufre y orientar propuestas terapéuticas. Ambos psicoanalistas subrayan: “Es en torno a dichas cuestiones donde conseguimos ubicar el acento en el sujeto, en sus recursos y en los avatares más allá de los síntomas ya conocidos”[4], es decir, el aspecto subjetivo es inseparable del padecer psíquico.
Aquí, los psicoanalistas Matilla y Carreño enfatizan su posición singular y acentúan la importancia de sostener al sujeto en su deseo, en su responsabilidad y en sus decisiones. Desde la “Otra lectura”, partiendo de la posición psicoanalítica de orientación lacaniana, los autores nos advierten: “La cosa que tu psiquiatra nunca te dijo,pero esta vez porque ni él mismo la sabía, es que tu dolor, aquello de lo que sufres, tiene que ver contigo y con tu historia, y que la única cura está en tus palabras, que paradójicamente no son tuyas, del todo”[5].
Por último, Kepa Matilla y Javier Carreño titulan a la sexta sección del libro “Los tratamientos”. Aquí realizan un recorrido crítico a través de las distintas modalidades de tratamiento, en esta sección los autores se zambullen a observar el uso de los ansiolíticos, los neurolépticos, los antidepresivos, la TEC (terapia electroconvulsiva) y las psicoterapias. Los datos revelados son realmente preocupantes.
En este apartado, los autores van derribando diferentes “mitos” al demostrar que la eficacia de los tratamientos psicofarmacológicos están falsamente comprobados. Además, nos acercan testimonios alarmantes de los sujetos de estudio: “la toma de la medicación es altamente displacentera, es un “verdadero infierno”, una “pura tortura”, es como si se estuviera en una prisión farmacológica”.
Asimismo, se revela que la alta toxicidad de los psicofármacos podría producir una “lobotomía química” y un daño cerebral permanente, provocando la conocida demencia inducida por los fármacos. Indudablemente hay una gran manipulación de los resultados hecha por la industria farmacéutica.
Sin embargo, en el libro Carreño y Matilla aclaran sus posturas y advierten que no es que el uso de los fármacos sea completamente negativo, sino que tiene mucho que ver con la dirección que se le otorga a su uso: “La razón principal es evitar convertir a los enfermos en esclavos a la espera de unos efectos que no están comprobados. La química debe ser un aliado para ayudar a las personas de forma particular y en relación siempre a su propia historia”[6], destacan los psicoanalistas.
El lugar del psicoanálisis
Por otra parte, antes de concluir el libro, Carreño y Matilla deciden dejar asentado que la subjetividad es algo que no tiene cabida ni en las escalas, ni en los ensayos, ni en las mediciones, son métodos con los que la ciencia intenta hacer con el malestar humano, y agregan: “La subjetividad es otra cosa y requiere otro tipo de acercamientos para dar cuenta de ella. Ese es el campo del psicoanálisis”[7]. Los autores resaltan que, una cosa es tratar la enfermedad -cuestión que puede ser abordada por las distintas disciplinas presentadas ya en este libro- pero bien distinta será tratar la experiencia de ese sujeto con dicha enfermedad, cuestión de la que justamente el psicoanálisis viene a ocuparse, más precisamente, el psicoanálisis lacaniano, que ha vuelto a iluminar el mundo y cuya influencia traspasa el ámbito de la psicopatología para llegar a la filosofía, la política, el feminismo y el arte, concluyen Javier Carreño y Kepa Matilla.
Para concluir: ¿Por qué este libro?
Luego de ser atravesada por este libro, retomo la pregunta del inicio, pero esta vez ya desde otra dirección, desde el significado de: ¿Por qué recomiendo este libro?
Este libro me ha dejado su huella, produjo un antes y un después en mí. Me despertó del dormir en el discurso imperante del campo de la salud mental, y para ser precisa, ese es justamente el efecto que deja el psicoanálisis de orientación lacaniana: produce un despertar.
Es un libro que nos despierta de nuestro “sueño profundo de consumidor”, del dormir continuo al confiar que el Otro existe, al querer hallar la “garantía” en el Otro. Por tal motivo, Javier Carreño y Kepa Matilla nos invitan a girar nuestra mirada mostrándonos que hay Otras escuchas, hay escuchas que van más allá del empuje aplastante de la gran maquinaria farmacéutica.
Considero importante despertarnos y también despertar a, porque muy posiblemente, nuestros allegados y seres queridos están siendo “dormidos” en este preciso momento bajo el sueño que induce el imperante discurso psiquiátrico de hoy día.
Recomiendo su lectura. Y que cada uno extraiga y produzca su propia “Otra lectura” a partir de lo que nos hacen llegar los autores.
Notas
[1] Con el término la “Otra lectura” se hace referencia al psicoanálisis de orientación lacaniana.
[2] Carreño, J. y Matilla, K. (2018). Cosas que tu psiquiatra nunca te dijo, pág. 100. Ed. Xoroi Edicions.
[3] Ibíd., pág. 128.
[4] Ibíd., pág. 134.
[5] Ibíd., pág. 143.
[6] Ibíd., pág. 199.
[7] Ibíd., pág. 261.
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