Por Mercedes Limón
Introducción
El término estrago en sus diferentes acepciones según la Real Academia de la Lengua Española significa asolamiento, daño, ruina, devastación. Ravage según Miller en “Una distribución sexual” es un derivado de arrebatar – ravir – y a su vez arrebatar deriva de rapire que quiere decir tomar algo violentamente en el rapto, algo que es tomado por la fuerza, que se arranca. Lacan introduce en el “El reverso del psicoanálisis” el término estrago para referirse al goce ilimitado que en la relación madre – hijo se escapa de toda significación y que puede llevar a una devastación del sujeto si este estrago materno llega a inscribirse. Así la problemática del estrago es un asunto concerniente a todo sujeto hablante más allá de su estructura y de su posición sexuada aunque como señala Freud en 1931 en “La sexualidad femenina” la singularidad de la relación con el Otro materno supondrá una ligazón preedípica de mayor intensidad en la niña para quien la madre se revela como un Otro primordial que inscribe de manera particular significantes en su cuerpo configurando diferentes modos de gozar. Por otro lado, la insuficiencia del padre simbólico – cómo recoge el testimonio de Véronique Voruz – no será tanto la excepción como la regla que hace síntoma. Siguiendo a Lacan el deseo materno implica propiamente en el ser mujer una relación con el deseo de ser madre y el deseo de la mujer, siendo la maternidad una respuesta a su propio deseo que responde a la historia que ha tenido una mujer con su propia madre. Es así como el estrago en la mujer guarda relación con su propia madre pues se trata de la versión que ella tiene de su madre y sobre qué puede llegar a reproducirse de manera inconsciente en su legado familiar.
El deseo de la madre, la función paterna y su relación con el estrago materno
El estrago se sitúa en el campo de la relación entre el sujeto y la madre, incluyendo al Otro del lenguaje y la relación de la palabra. Este campo nombrado por Lacan «deseo de la madre», a entender según las dos modalidades del genitivo francés, comporta una zona oscura, no saturada por el Nombre del Padre, y como tal sin límite de nido. [2]
Situar el estrago, como hace María-Hélène Brousse, en el campo de la relación entre el sujeto y la madre, campo nombrado por Lacan como deseo de la madre, permite pensarlo de un modo relacional más allá de sus efectos más o menos devastadores. El estrago se sitúa por tanto en la relación entre el niño y la madre cuyo deseo implica una zona no saturada por la ley del significante, por tanto sin límites, un punto de goce como lo llamará Marie-Hèléne Brousse enigmático y no limitado por el falo, ante el cual el sujeto quedará colocado como objeto del Otro.
Como señala Lacan en el Seminario 5 el deseo de la madre es estragante en sí mismo y nos habla del deseo de la mujer: La madre es una mujer a la que suponemos ya en la plenitud de sus capacidades de voracidad femenina…. [3]
Más adelante en su Seminario “El Reverso del psicoanálisis” nos dirá: El papel de la madre es el deseo de la madre. Esto es capital. El deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles indiferente. Siempre produce estragos. Es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a picarle de repente y va y cierra la boca. Eso es el deseo de la madre. [4]
A la madre de Véronique Voruz, en el tercer accidente de montaña que sufrió, le cayeron los fragmentos de roca desprendidos de la pared sobre la cabeza y la pierna izquierda arrancándole ésta a nivel de la rodilla. También perdió los gemelos que esperaba. La maternidad para Marie-Madeleine será a partir de este accidente un “innombrable”, la salida de ser mujer por la maternidad se verá así comprometida, quedando confrontada con una elección forzada: Una mujer sólo puede ser emputada o amputada, Emputée ou amputée. Desde la fórmula del Otro primordial – las mujeres no castradas imaginariamente no siendo más que unas putas – Mari-Madeleine solo tendrá dos opciones, o puta o santa. Llevada por la pulsión de muerte irá más allá de esta castración imaginaria a una castración en lo real siendo su elección la de mujer en la modalidad de mártir, santa, amputada y víctima. En estas circunstancias un dilema se abrirá más tarde para su hija Véronique ¿a quién dirigir la pregunta qué es una mujer?.
Los cambios en su cuerpo a la entrada de la adolescencia la harán aparecer ya no como extensión del cuerpo materno sino como chica, incluso como mujer, lo que despertará el odio materno hacia una feminidad que Véronique siente como no amputada. El odio de la madre señala un goce excesivo fuera de toda medida fálica y apunta a lo real en el Otro, al rechazo y al horror a la feminidad en lo más íntimo y hacia Véronique a la que odia por suponerla poseedora de un modo de goce distinto al de ella misma.
Hay dos fragmentos sobre la dimensión relacional del estrago que llegados a este punto me parecen muy interesantes. Por un lado, el siguiente fragmento de Lacan en “El atolondradicho” en el eje demanda-estrago: la elucubración freudiana del complejo de Edipo, que hace de la mujer pez en el agua, por ser la castración en ella inicial (Freud dixit), contrasta dolorosamente con el hecho del estrago que en la mujer, en la mayoría, es la relación con la madre, de la cual parece esperar como mujer más sustancia que de su padre –lo que no va con su ser segundo en ese estrago.[5]
Es decir, si la mujer ya nace castrada tiene sin embargo que confrontarse al estrago que supone la relación con su madre de la que espera – en tanto mujer – no ya el falo que no tiene sino una respuesta por la feminidad, es decir, por la sustancia del ser femenino. Aquí Lacan ubica la desmesura de la espera de una mujer respecto de la madre como lo imposible. El estrago es así esa relación sin límites y a la vez imposible con la madre, que oscila entre una intensidad afectiva y a la vez una hostilidad. En el estrago, como solución electiva femenina, se jugará lo ilimitado del goce femenino.
A este respecto y en relación con el amor Miller señalará que el estrago es exactamente la otra cara del amor, es decir, la faz de goce del amor, que quiere decir dar todo, y es aquí donde está el infinito.[6]
Por otro lado, este fragmento de Marie-Hélène Brousse en el eje falo-estrago: Tanto para Freud como para Lacan, se trata de un modelo que recibe valores singulares según la historia del sujeto. Pero en todos los casos la relación madre hija se centra en la reivindicación fálica.
Desde la relación antagónica con su madre, que Freud explica en “La sexualidad femenina” por el amor que la precedió y por la posterior decepción que supuso, Véronique se decantará por el rechazo de esta madre castrada en lo real y por consiguiente por un rechazo a la feminidad, dirigiendo la pregunta qué es ser mujer hacia su abuela paterna, la mujer monstruo, en las siguientes coordenadas: Cuando tiene diez años su abuela materna, la calumniadora, la confrontará con la imagen de su cuerpo en el espejo acompañándola con la frase: tienes el cuerpo de la mujer malvada. Véronique se hace así con un cuerpo imaginario a partir de la relación con la imagen del cuerpo de la abuela paterna. Entre el cuerpo amputado de su madre y el de la mujer monstruo, Véronique opta por identificarse con esta última, una mujer no castrada y por tanto horrible, malvada, el monstruo, la otra. Véronique nos hablará de esta abuela paterna destacando, entre otros, los siguientes rasgos: su brusquedad, su singular instinto maternal y su voz: baja y tronadora, a veces en un sonoro y estrepitoso ¡Salgamos! dirigido a aquellos que la impacientaban. Resulta inevitable encontrar en algunos de estos rasgos ecos del precipitadamente que al final del testimonio nos revela Véronique Voruz como S1.
Por otro lado, Lacan en el Seminario 5 se referirá a la relación primordial con la madre señalando que es la relación con este Otro fundamental y la dependencia respecto a su deseo lo que orienta el destino del sujeto. Esto se evidencia en la relación de María-Madeleine con su madre. Habrá algo que se inscribe en la niña y que permanecerá subyacente consecuencia de la pregunta que se hace sobre lo que es ella en el deseo materno, deseo que aloja una x, una incógnita, que nunca será saturada. Es lo que el apodo Catástrofe encierra. En este orden de cosas, será la identificación con su abuela paterna lo que permitirá a Véronique escapar a la Catástrofe de la que su madre no pudo escapar aunque no escapará del campo de devastación que el estrago materno supone para ella.
Véronique se posicionará del lado masculino de las fórmulas de la sexuación al hacer suyo el dicho de su abuela paterna: Nosotros los hombres, al que encadenará más adelante uno de los dichos maternos para hacer existir la relación sexual: Todos los hombres engañan a sus mujeres. Esta identificación masculina la mantendrá sin problemas mientras ella sea la infiel en la pareja, colocándola en posición de mujer o desecho la infidelidad de ésta. Aquí Véronique se relaciona con su partenaire desde las coordenadas del estrago materno. El problema se encuentra en aquello de lo materno que no logra ser traducido por completo en los términos fálicos del Nombre de Padre y que adviene en este caso bajo el modelo de un temor a perder el amor, a ser engañada, desvalorizada, no mirada, no deseada. Podríamos decir que el partenaire toma el relevo de la madre.
Se trata por tanto de un estrago que podemos traducir en términos de un goce mortificante superyoico asociado a la elección forzada materna: Una mujer sólo puede ser emputada o amputada, Emputée ou amputée. O es una puta o un desecho, la pierna de la madre cercenada. En cuanto a la posición sexuada masculina de Véronique estará acompañada de sus propias peculiaridades: por un lado el signo que marcó su infancia, ni visto ni conocido, que nos refiere a un padre un poco ligero en el desempeño de su función paterna y a cómo el mundo imaginario de las novelas paternas harían de suplencia confrontado con el imaginario del catolicismo materno con diablo y fuegos del infierno incluidos. Este padre que no le transmitió su talento musical si contribuyó a la maldición de al menos tres modos: en que heredara el cuerpo monstruoso de la abuela, nombrándola Monte Maldito y haciéndola su oreja cuando se lamentaba todo el rato de las mujeres.
Por otro lado, la inhibición radical de la palabra en Véronique en relación al vínculo entre la oralidad y la pulsión de muerte de su madre. Es en este vínculo en el que podemos encontrar el real de la relación madre-hija cubierto por el delgado velo del fantasma: ¡el otro quiere devorarme cruda o cocida!. La escena del caldero del libro paterno Médecin à Auschwitz que leyó a los diez años le permite desplegar el material de este fantasma de devoración materna: alimentarse del otro, alimentar al otro hasta reventar, hacerse engullir por el otro no sin goce sacrificial.
Lo que la madre de Véronique le va a transmitir tendrá que ver con su posición particular respecto de su propio deseo y su modalidad de satisfacción pulsional, es decir de goce. Es el deseo de la madre amputada en su vertiente de reintegrar a la hija como objeto que la completa. La hija va a ser para la madre el objeto que compensa la falta y quedará a merced de un deseo que se describe como caprichoso y sin ley, produciendo angustia y temor a ser devorada. Dicho fantasma se alimentará además con la declaración de su madre tras el accidente: se vengaría en los hijos. Por otro lado lo “innombrable”de su maternidad nos da idea de la naturaleza de su voracidad, lo real en juego. Así, cuando Véronique entra en la adolescencia esta madre amputada cuyo odio no puede ocultarle supondrá para ella la amenaza de ser devorada y concrétamente de que algo le sea arrancado. Quedará así fijada en una posición de estrago dentro del campo del deseo de la madre sin mediación del falo, pués la prohibición paterna no funcionará en este caso. Frente a lo excesivo del deseo materno la función paterna no producirá el freno a esa voracidad estragante y su salida será una puesta en acto del Salimos! de su abuela paterna: no volvería a poner jamás los piés en mi casa.
La constitución de la feminidad
El inicio del análisis en Véronique Voruz se produce cuando ante la infidelidad de su pareja su posición sexuada masculina se tambalea y queda colocada en el lado de ser mujer confrontada con las dos versiones sobre qué es ser mujer del legado familiar: puta o desecho. Su análisis le permitirá separarse del ser mujer bajo la modalidad de su madre: arrancarse un objeto del cuerpo y acabar por salirse de la relación devastadora. En Véronique este salirse del campo de la devastación – el estrago – se dará separándose sin necesidad de arrancarse.
Con el atravesamiento del fantasma, la extracción de la voz y la mirada, y el cambio de posición subjetiva del sin lazo en el “ni visto ni conocido” al hacer lazo en el “hacerse entender”, Véronique Voruz recorrerá un camino en el que llegará por un lado a-saber algo de ese horror estragante cuando puede voltearse y mirar la pierna cortada que sobresale entre las rocas, haciéndose cargo de lo radicalmente extraño, eso mismo que le es íntimo y familiar, eso que en su extrañeza le enseña sobre el exilio de sí misma. Por otro lado Véronique llegará a consentir a ir rebajando el todo x de su posición sexuada masculina por el no-todo x, logrando sostener su encaje libidinal en el mundo cuando acepta la falta de garantía del “Otro del Goce”, es decir, la no existencia del “Otro del Otro” por lo que la garantía del “Otro del goce” no estaría sometida al “Otro de la ley”. El efecto de transmisión de los seminarios que había dictado en la tesis de uno de sus alumnos permitirá que esta falta de garantía se le haga más soportable, pués incluso sin garantía hay la posibilidad de transmitir una ética, o lo que es lo mismo: incluso sin garantía, o mejor dicho, solo sin garantía, hay la posibilidad de ser amada y amar. Como señala Miller en El partenaire-síntoma la inscripción del no- todo en la estructura de lo infinito en el campo del estrago no será un no-todo amputado de una de las partes sino un no-todo de inconsistencia y no de incompletud, que pasa por la aceptación de que no podemos formar el todo. La extracción del S1 precipitándose al final de su análisis le permitirá a Véronique salir del campo del sin límite del goce encontrando un saber hacer particular con lo imposible de decir, acomodando un goce otro que no es otra cosa que lo real de lo femenino en juego, abriéndose para ella la dimensión de lo femenino desde el consentimiento a una lógica del no-todo en la que ya se precipitará menos.
Notas
[1] Véronique Voruz es psicoanalista en Londres. Miembro de la Escuela de la Causa Freudiana (ECF), de la New Lacanian School (NLS) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (WAP). Fue Analista de la Escuela de la ECF de 2015 a 2018.
[2] Brousse, M.-H.(2017). “Una dificultad en el análisis de las mujeres: el estrago de la relación con la madre”. Vol. 7 No. 2 pág. 29-35 Ética & Cine
[3] Lacan, J. (2011). El Seminario, Libro 5, Las formaciones del Inconsciente, pág. 212 Paidós.
[4] Lacan, J. (2004). El Seminario Libro 17, El Reverso del Psicoanálisis, pág.118. Paidós
[5] Lacan, J. (2012). “El atolondradicho”. Otros escritos, pág. 489, Paidós
[6] Miller, J.-A. (1998) “Tres” [Tercera conferencia], El hueso de un análisis, pág. 81 Tres Haches
Bibliografía
-Álvarez, P. Hacia una clínica del estrago. Sitio web: https://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/003/template.php?file=arts/aplicaciones/alvarez.html
-Brusse, M.-H. (2017). Una dificultad en el análisis de las mujeres: el estrago de la relación con la madre.
Sitio web: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6775839
-Brousse, M.-H. (2016) Saber hacer femenino con la relación. Las tres R: astucia, estrago y arrebato. Intervención pronunciada en la Jornada «Formas de la sexualidad femenina». Sitio web: http://www.psicoanalisisinedito.com/
– Freud, S. (1932): La Feminidad. Conferencia 33. Ed. Amorrortu, Bs. As.
– Freud, S. (1931) Sobre la sexualidad femenina. En Obras completas, Tomo XXI Buenos Aires: Amorrortu
– Gómez M., El estrago en una mujer. Demanda desmesurada de lo femenino. Sitio web: https://www.revistavirtualia.com/articulos/894/sexuacion-logica-y-acontecimientos/el-estrago-en-una- mujerdemanda-desmesurada-de-lo-femenino
– Lacan, J., El Seminario, Libro 5, Las formaciones del Inconsciente. Buenos Aires: Paidós
– Lacan, J., El Seminario, Libro 4, La relación de objeto. Buenos Aires: Paidós
– Lacan, J. , El Seminario Libro 17, El Reverso del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós
– Lacan, J. , El Seminario Libro 23, El sinthome Buenos Aires: Paidós
– Lacan, J., El atolondradicho, Otros escritos, Buenos Aires: Paidós.
– Miller, J.-A., El parteneire-síntoma, Paidós, Buenos Aires. 2008, pag. 276.
– Miller, J.-A. (1988) Tres [Tercera conferencia], El hueso de un análisis, Buenos Aires, Tres Haches, p. 76.
– Parra González, A. (2003) Aproximación al estrago materno a través de la película August Osage County
– Solano-Suarez, (2003) E. Dolor de la Feminidad; entre el ser y la existencia, Clínica lacaniana, tres Haches, Buenos aires, pag. 49-50 Ibid,. P56 Virtualia 2001-2024, Revista digital de la EOL
– Sota Fuentes, M. J. El estrago materno. A dos voces. https://x.jornadasnel.com/template.php?file=Textos- Videos-y-Entrevistas/Textos/El-estrago-materno.html
– Tomás, Silvia, (2011) La función materna. Letra Viva
-Sruber, L., (2009) Mujeres estragadas. Revista Consecuencias. Sitio web: https://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/003/template.php?file=arts/aplicaciones/sruber.html
– Voruz, V., Separarse sin arrancarse. Testimonios de los AE. Asociación Mundial de Psicoanalísis. Sitio web: https://www.wapol.org/es/las_escuelas/Template.asp?Archivo=el_pase/los_ae.html
-Voruz, V., Efectos de transmisión. Entrevistas de los AE. Sitio web: https://elcalderoeol.com.ar/Ediciones/003/index.php?file=Efectos-de-transmision/Veronique-Voruz.html
– X Jornadas NEL. ¿Qué madres hoy? Vicisitudes en la experiencia analítica. Bibiografía Eje 2. El estrago materno. Sitio web: https://x.jornadasnel.com/template.php?file=Bibliografia/Ejes/Citas-Eje-2.htm
Mercedes L. Echevarría