El nuevo prometeo transhumanista: ¿Y tú me lo preguntas, Lacan? Poesía eres tú.

Por Sergio Martínez Mesón

El sujeto de la ciencia y su búsqueda de una verdad suturada, acaba con la poesía y con este proceso, acaba con una parte del saber, entendido éste como un marco simbólico de reconocimiento de lenguaje imposible de reducir al Matema o fórmula matemática básica. Si la poesía nos salva de quedar atrapados por la modernidad, la verdad de la ciencia irrumpe en los salones de diversos universos de mundos encantados y echa tierra encima hasta que resulta imposible encontrar un mínimo saber por fuera del discurso científico. En un mundo transhumanista, cesarán las odas y los poemas que nos hablen de un buen morir, de los beneficios del desgarro del sostenimiento del lazo social, de envejecer de forma digna y empática. No existirá lazo social que sostenga la no relación sexual en tanto que el sujeto de la ciencia no necesitará la ficción de que exista relación alguna.  Gustavo Adolfo Bécquer lo expresa magníficamente:

Mientras la ciencia a descubrir no alcance/las fuentes de la vida/y en el mar o en el cielo haya un abismo/que al cálculo resista/Mientras la humanidad/ siempre avanzando/no sepa a do camina/ mientras haya un misterio para el hombre/ ¡habrá poesía! [[1]].

Lacan dirá: “la ciencia es sin conciencia y por ello es, con seguridad, la ruina del alma” [[2]]. El discurso de la ciencia es una certeza que rechaza la evidencia de los sentidos y del espíritu, y que basa sus evidencias en axiomas contextuales: “la certeza depende grosso modo del marco axiomático en que se produce e implica, cuando nos percatamos de ello, un relativismo” [[3]] Pero en el camino del estrecho desfiladero que lleva al homo deus en el que la verdad lo ocupa todo y expulsa los saberes como lastre, el sujeto de la ciencia va paso a paso, construyendo una cosmogonía que le separe de su animalidad constitutiva y le acerque a la divinidad. Kepler dice: “Nuestro saber es de la misma especie que el de Dios, al menos en la medida en la que podamos comprender algo de él en esta vida mortal” [[4]].

Desde el discurso analítico, como praxis, nos las tenemos que arreglar con el último hombre de la ciencia; el relativista, el cínico, el hombre posmoderno que vislumbra lo absoluto en la felicidad y en lo útil. Un hombre que anhela dominar el tiempo: “es decir que no cree que existe lo irreparable. Cuando hay trauma, se precipita a borrarlo, reabsorbido. Digo dominar el tiempo también en el sentido de que no soporta la edad: el último hombre aspira al presente eterno” [[5]]. Y este hombrecillo neoliberal desarrolla la nostalgia como mecanismo por el cual el sujeto de la posmodernidad aspira al presente eterno, y es incapaz de reconciliarse con la noción de tiempo.

Ahora bien, entre el sujeto de la ciencia y el sujeto del psicoanálisis no son todos parabienes, ni similitudes geométricas. Antes bien, donde el primero tiende a la sutura, el segundo subsume en la dirección de la cura su responsabilidad constitutiva:

Decir que el sujeto sobre el que operamos en psicoanálisis no puede ser sino el sujeto de la ciencia puede parecer paradoja. Es allí sin embargo donde debe tomarse un deslinde a falta del cual todo se mezcla y empieza una deshonestidad que en otros sitios llaman objetiva: pero es falta de audacia y falta de haber detectado el objeto que se raja. De nuestra posición de sujetos somos siempre responsables- Llamen a eso terrorismo donde quieran [[6]].

Ya en los primeros exámenes clínicos de Freud se encuentra esta responsabilidad inconsciente del sujeto de análisis en tanto que la separación del contenido de la conciencia se debe a un acto voluntario del enfermo en su intento por borrar un trauma [[7]]. No consiguiendo borrar de su conciencia la cosa traumática, este intento de desalojo deviene en diversas reacciones patológicas como la histeria, la neurosis obsesiva, o una psicosis alucinatoria [[8]].

Aunque hay un ejemplo de contradicción en este trasunto en cuanto que concierne a la dirección de la cura freudiana. Con el hombre de las ratas practica una interpretación enfocada a liberar angustia del enfermo eximiéndolo de toda responsabilidad:

Desde el punto de vista lógico no puede menos que declararse no responsable por esos rasgos de carácter, pues todas esas mociones reprobables provenían de la vida infantil, corresponderían a los retoños del carácter infantil que previenen en lo inconsciente, y él bien sabe que para el niño no rige la responsabilidad ética [[9]]

En la tradición lacaniana, el sujeto analítico siempre aplica el principio de responsabilidad y el principio de prudencia, porque no hay error más imperdonable que el actuar de buena fe. Y de esta manera, el sujeto analítico excluye lo que Lacan denomina, convirtiéndose en un aforismo del lacanés muy manido “la ternura del alma bella”. El sujeto del psicoanálisis es el sujeto de la ética antes de ser el sujeto de la ciencia. Afirmará Miller: “si el sujeto del psicoanálisis es el sujeto de la ciencia, entonces todo está permitido y entonces el sujeto es irresponsable” [[10]]. Puede parecer una frivolidad del psicoanálisis pero en un mundo en el que la tecnoesfera al toparse con los límites de lo real, te impulsa al plus de goce [[11]] con expresiones tales como “go meta” o “no mires atrás” [[12]]. Frente al sujeto deleuziano que impone romper todos los límites –devenir meta- [[13]], el sujeto analítico descubre la imposibilidad de suturar su sujeto mediante la asunción que supone hacerse cargo de su síntoma-goce y hacer que se convierta en un decir menos idiota. Miller afirma sobre el sujeto de la ciencia:

Por eso se intenta enjaezar el discurso de la ciencia mediante comités de ética. Se percibe que el sujeto de la ciencia está desatado y se intenta hacer que algunas personas de elevado espíritu se encarguen de inculcarle un poco de civilidad [[14]].

En el sujeto del psicoanálisis, a diferencia del sujeto de la ciencia, no existe el determinismo como excusa. No hay escapatoria para no hacerse cargo de su síntoma. Lacan usa el término terrorismo y Miller lo amplifica como el terrorismo de la responsabilidad:

Terrorismo no significa irresponsable. Éste es, por el contrario, el terrorismo de la responsabilidad, el terrorismo de que ningún determinismo los absuelve a ustedes de su responsabilidad. No hay psicoanálisis concebible para un sujeto mientras éste imagine que no tiene nada que ver con su síntoma [[15]].

Incluso en la locura entendida como psicosis, el niño debe de rechazar –verwerfung- y forcluir el semblante de la impostura paterna en la estructura del lenguaje “bajos los términos “consentimiento” y “decisión” se deriva nuestra posición de sujeto [en la que] somos siempre responsables”[[16]]. Esta decisión es conocida como la insondable decisión del ser, e implica para el sujeto entrar o no en la estructura del lenguaje por medio del mecanismo de la alienación-separación.

                                             (3) negación

                                             (2) Verneinung. Reconocimiento de lo reprimido.

                                             (1) Bejahung.   Ververfung. Afirmación-rechazo.

En esta operación estructural, el sujeto debe decidir inconscientemente si acepta o rechaza el significante primigenio, que es conocido en la enseñanza lacaniana como el nombre del padre. Freud en su segunda tópica usa una de sus frases más utilizadas, y en opinión de Lacan, peor traducidas por la egopsicology estadounidense. La frase dice así: Wo Eswar, soll Ich Werden. Esta frase es traducida al español como “Donde ello era, el yo debe advenir”. Si bien la escuela freudiana americana se centró en fortalecer el yo a través del fortalecimiento del fantasma, Lacan pone el énfasis en el soll Ich Wender freudiano para situar en el médium la causa-cosa que diferencia al sujeto de la ciencia con el sujeto del psicoanálisis. Miller dirá:

Coloca [Lacan] la causa como médium entre el sujeto de la ciencia y el sujeto responsable, entre el cogito ergo sum de Descartes y el soll Ich werden de Freud. Esto lleva a Lacan a formular misteriosamente que esta causa cuyo significante él ve en el ergo del cogito, está recubierta por soll Ich (yo debo, o debo yo) [[17]]

Si bien el imperativo categórico kantiano te obliga a hacerte responsable de tu libertad, el soll Ich werden te impulsa a hacerte responsable de tu causalidad:

La posición primera del sujeto –formulada en términos de fe, de creencia, de aversión, de atracción o de compulsión- respecto de la Cosa, “ese primer extraño, respecto al cual el sujeto, debe ubicarse [en] una relación patética y tomar su primera distancia –distancia que Freud denominó defensa- [[18]].

En el discurso analítico, la libertad consiste en rechazar el significante primigenio. Rechazar no significa por otra parte negar, que recaería del lado del discurso histérico. Rechazar es optar por la libertad de no ser atravesado por la estructura del discurso. Es caer en manos de la psicosis extraordinaria:

Hay una posición subjetiva respecto del significante, de modo tal que quien lo rechaza –no bajo la modalidad de la negación, sino del rechazo puro y simple- puede considerarse libre en relación con él. El sentido negativo de la libertad en psicoanálisis es la libertad con respecto al significante. ¿Cómo opera entonces el consentimiento? En el rechazo mismo hay un consentimiento a otra cosa [[19]].

En consecuencia, Lacan propone que en el engarce entre el afecto primero y la afirmación se juega la orientación del sujeto entre alienación y separación. Este proceso topológico es análogo a la parábola del lord inglés y el sultán abasí. El segundo fue invitado por el primero a pasar unos días en su castillo. Tras comilonas y agasajos, dieron un paseo por el jardín laberinto del lord inglés. El sultán se descubrió solo en dicho laberinto. Tras padecer varios días de penurias logró encontrar la salida. Tiempo después, se repitió la misma escena en el palacio del sultán, y tras la cena dieron un paseo por el desierto aledaño al palacio. El lord inglés se encontró solo en un vasto desierto de lo real. Jamás logró encontrar la salida y murió de hambre y sed en la mayor libertad que pudo obtener. Esta libertad de la estructura del lenguaje es la que elige el psicótico de forma inconsciente al rechazar el significante primero como operador del discurso.

Para ir finalizando debemos retomar la idea prínceps –el homo deus como sujeto de la ciencia que ha logrado la certeza de la sutura- de estos dos artículos. Este deseo atraviesa al ser de la modernidad cansada al igual que le atravesaba a sus predecesores premodernos. Pero hoy, ahora, el sujeto de la ciencia se ha asido con desesperación a la certeza de que mediante la tecnología puede lograr vencer a la muerte, arrebatarle a la vejez el tiempo, borrar el trauma del dolor. El homo deus suspira por lograr grandes poderes sin consecuencias éticas. Abandonar la vulnerabilidad que corresponde al cuerpo que tiene, supone desgajarse con él, también la responsabilidad intrínseca de ser un animal habitado por el lenguaje. Si el homo deus no necesita desear en tanto que sujeto clausurado, será el final del lenguaje y cabe preguntarse y el final del lenguaje no será también, el final de un mundo; el mundo del parletre.

Ahora bien, en tanto que el homo deus sigue atravesado por la estructura de la cadena significante, y que dicho sujeto es un significante en referencia a otro significante, esta divinidad parlante aún sigue siendo un Parletre[20], y esto nos lleva irremediablemente, les guste o no, a seguir siendo un sujeto en falta persiguiendo indefinidamente el objeto metonímico del deseo; a saber, el significante prínceps que les haga sentirse en falta. Wim Wenders  condensa esta falta en un diálogo íntimo entre ángeles:

Es fantástico vivir como un alma y ver día a día el vivir de las personas y ser testigo de lo que sienten. Pero a veces, la experiencia espiritual es poco para mí. Quisiera dejar de vagar suspendido en el aire y sentir mi propio peso. Poner límite a mi infinitud y atarme a la Tierra. Quisiera decir en cada uno de mis pasos, en cada ráfaga de viento: “¡Ahora!, ¡y ahora!, ¡y ahora!” Y no decir: “para siempre”, o “hasta la eternidad”. Ocupar un puesto en la mesa y jugar a cartas, que me saluden, aunque sea con un gesto […] no es que quiera jugar con un niño o plantar un árbol hoy mismo, pero sería ya un gran paso poder volver del trabajo y como Phillip Marlow dar de comer al gato, tener fiebre, ensuciarme los dedos con el periódico, emocionarme, no sólo como espíritu, sino por una comida, por la forma de un cuello, de una oreja. Mentir, sin parar. Sentir el peso de mis huesos al caminar. Adivinar algo en vez saberlo todo siempre [[21]].

[1]Bécquer, G.A. (1985), Rimas y leyendas, pág. 36-7). Madrid. Ediciones Anaya.

[2]Miller, A. J. (2016). Un esfuerzo de poesía, pág. 149. Buenos Aires. Editorial Paidós

[3]Ibid., pág.  151.

[4]Ibid., pág.  150.

[5]Ibid., pág.  156.

[6]Lacan, J. (2003). La ciencia y la verdad. Escritos 2, pág. 837.México. Siglo XXI.

[7]Freud, S. (1976). Las neuropsicosis  de defensa. Obras completas, pág. 48. Ed. Amorrortu.

[8]Ibid., pág. 50.

[9]Freud, S. (1976). A propósito de un caso de neurosis obsesiva. Obras completas, pág. 146. Buenos Aires. Amorrortu.

[10]Miller, J.A. (2019), Causa y consentimiento, pág. 27. Buenos Aires. Paidós.

[11]Lacan, J. (2008). Seminario XVI. De Otro a otro. Buenos Aires. Paidós.

[12]Rushkoff, D. (2023). La supervivencia de los más ricos. Fantasías escapistas de los milmillonarios tecnológicos. Madrid. Capitán Swing Libros S.L.

[13]Deleuze, G & Guattari, F. (2020). El antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia. Barcelona. Paidós.

[14]Miller, J.A. (2019), Causa y consentimiento, pág. 28. Buenos Aires. Paidós.

[15]Ibid.

[16]Ibid., pág. 19.

[17]Ibid., pág. 29.

[18]Ibid., pág. 38.

[19]Ibid., pág. 19.

[20]Lacan, J. (2022). Seminario 20 Aun. Buenos Aires. Paidós.

[21]Wenders, W, (1987). El cielo sobre Berlín. Alemania. Argos films.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

Wenders, W, (1987). El cielo sobre Berlín. Alemania. Argos films.

Bécquer, G.A. (1985), Rimas y leyendas. Madrid. Ediciones Anaya.

Deleuze, G & Guattari, F. (2020). El antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia. Barcelona. Paidós.

Freud, S. (1976). Las neuropsicosis  de defensa. Obras completas. Ed. Amorrortu.

Freud, S. (1976). A propósito de un caso de neurosis obsesiva. Obras completas. Buenos Aires. Amorrortu.

Lacan, J. (2003). La ciencia y la verdad. Escritos 2.México. Siglo XXI.

Lacan,). Seminario XVI. De Otro a otro. Buenos Aires. Paidós.

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Miller, A. J. (2016 J. (2008). Un esfuerzo de poesía. Buenos Aires. Editorial Paidós.

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Rushkoff, D. (2023). La supervivencia de los más ricos. Fantasías escapistas de los milmillonarios tecnológicos. Madrid. Capitán Swing Libros S.L.