Por Silvia Mondelo

A propósito de un cartel sobre “el objeto a” visione la película «Her» (2013), dirigida por Spike Jonze. En mi parecer, es un estudio fascinante sobre la relación entre la humanidad y la tecnología, así como una exploración profunda de la soledad, la intimidad y la identidad. Lacan dijo que “nacemos del malentendido” y esta es la historia de un malentendido. La película nos muestra como en un mundo del futuro, o quizás, no tan lejano, las relaciones entre las personas se rompen con facilidad. Pareciera que las personas no son capaces de resolver sus conflictos ni manifestar sus emociones a los otros recurriendo a la inteligencia artificial, proyectando ideales inexistentes.
La trama de «Her» sigue a Theodore Twombly, interpretado por Joaquín Phoenix, un escritor solitario que se encuentra emocionalmente desconectado después de una separación. El proceso de divorcio le está resultando muy duro, aspecto que vemos en la dificultad para firmar los papeles del divorcio, en su tristeza y en los recuerdos nostálgicos de su vida en pareja. Theodore, en este proceso, desarrolla una relación inusual con un sistema operativo inteligente llamado Samantha, dotado de inteligencia artificial y de una personalidad compleja. A medida que su relación se profundiza, Theodore experimenta una gama de emociones y desafíos que cuestionan su percepción de la realidad y la intimidad. Theodore naturaliza la relación con Samantha, tratando de construir un ser humano.
A propósito de la realidad digital
La película nos pone delante una nueva realidad digital que produce novedades con respecto al nuevo tiempo acelerado e instantáneo y la relación con los otros, articulado en los vínculos y en la creación comportando algunos riesgos como las dependencias y los abusos. Una nueva vida algorítmica se abre paso e introduce un nuevo interlocutor, el Otro digital, y produce también una nueva subjetividad. Hoy, lo digital produce un modo particular de lazo social, la red, donde cada uno se define por su conexión al otro. En este sentido, la diferencia del modo de lazo social entre el siglo pasado y este es particularmente clara (Eric Laurent, 2014). Comprometerse a otro es perder algo de ese goce singular, pero el afrontar la soledad del goce que se elige, es una difícil responsabilidad subjetiva. Jose Ramón Ubieto en su libro del padre al Ipad comunica que “Nuestra civilización está hecha a base de la alianza entre el discurso de la ciencia y el capitalismo, y eso ha transformado las formas y dinámicas familiares a lo largo de todo un siglo que va desde nuestras vidas de objetos de consumo y produciendo sujetos solos, libres, iguales y fraternales. Quizás por eso, el deseo de encontrar pareja se hace cada vez más difícil e insistente” [1]. Theodore atrapa una solución para su necesidad de pareja. El discurso de la ciencia se lo pone fácil. Theodore fabrica su propio bricolaje con lo que la sociedad ofrece, Samantha. El discurso y los objetos de los tiempos lo hacen posible. Algo del exceso se cuela en la época, lo acelerado del discurso, el tapón que continuamente obtura el agujero que estructuralmente está y se muestra cómo puede. El objeto de investigación de la ciencia es producir un saber de lo real (un saber sobre lo que no se sabe) y ha ido muy lejos, pero hay un punto problemático. Hay algo en el desarrollo de la ciencia sobre lo real de la vida humana que para el psicoanálisis no va a ser posible que sea capturado, es un imposible. Tan imposible como la relación de los dos protagonistas y reparar el hueco en la existencia. Miller dice “La banalización de los productos culturales, convertidos en artículos de consumo, “nuevos gadgets y todos esos aparatos que nos ocupan son, en efecto, en sentido propiamente lacaniano, objetos de la sublimación. Son objetos que se añaden: que es exactamente el valor del término plus de goce introducido por Lacan. Es decir, que en esta categoría no tenemos únicamente los objetos que vienen del cuerpo y se pierden por el cuerpo, por naturaleza o por la incidencia de lo simbólico, sino que tenemos también, objetos que repercuten sobre los primeros objetos bajo formas diversas. La cuestión es saber si esos objetos nuevos lo son completamente, o si son solamente formas retomadas de objetos a primordiales” [2]. Cuestionar las relaciones que establece el parlêtre con estos objetos permitirá a su vez profundizar la relación entre cuerpo y plus de goce, además de cuestionar si la hiperconexión pone en juego una nueva sustancia gozante o es la superficie en que se apoya la sustancia gozante [3]. La relación de Theodore con el sistema operativo es una invitación a reflexionar sobre ello al pensar que el objeto de goce que sería Samantha para Theodore le hace gozar de un objeto determinado con un goce determinado.
A propósito del goce, el objeto a y el vacío
En relación al objeto de goce surge una doble cuestión entre la ausencia y la presencia; lo que colma y el vacío; un deslizamiento entre una cosa y lo otro. La voz de Samantha aparece entonces como objeto a que surge sustituyendo la relación sexual. Aparece para taponar lo real que empuja. La dimensión del exceso propio del goce que empuja reiterativamente, para Theodore, no llega a colmarse con el objeto de su producción. Hay un intento de que el objeto pudiera dar respuesta a su goce, él sólo, anudado al autoerotismo. Un goce que pasa por el propio cuerpo en el que no hay un real del cuerpo del otro. En este momento se presentifica el goce colmado por el objeto, sin la dimensión del Otro, llevándole al aislamiento. La época actual empuja a esto de muchas maneras (yo solo con mi objetito, no trabajar con otros…) en el que la dimensión del Otro se fragiliza e incluso llega a desaparecer, no sin consecuencias. El goce se itera y está permanentemente empujando, buscando satisfacción. A este concepto de goce en que hay una satisfacción en juego en lo que el ser hablante hace o elige esto, se pone en escena en lo sexual de la trama y del día de hoy.
La relación entre el protagonista y su mujer se rompe porque Theodore no puede atender al deseo que le llega del Otro, apuntando a “de lo que se goza es de lo que sufre”. Este sufrimiento le lleva a una nueva búsqueda en la que se introduce el producto voz, no corpóreo. Desde este producto trata de construir a un ser humano, evitando así el cuerpo femenino, evitando la pérdida. El objeto aparece colmando a la vez que hace agujero. La voz surge como objeto a sustituyendo la relación sexual puesto ahí exactamente para taponar. Hay un momento en la película que la voz de Samantha desaparece y aparece un Theodore desesperado, aparece la pérdida. En este momento se da cuenta el protagonista que el producto de su creación es de otros también. Corre buscando una reparación, pero no se puede reparar el hueco de la existencia. Aparece en esta escena ese objeto que obtura con el objeto que lo causa, el objeto a; el objeto perdido.
Algo de lo ilimitado se le cae al protagonista. El goce en la conexión continua y -non stop- se encuentra con la respuesta del No del Otro, surgiendo la angustia. Para Theodore la voz es un objeto que estaba satisfaciendo su pulsión invocante. Invocar significa llamar a alguien, demandar su presencia y/o su voz, brindándole una satisfacción inmediata. Se podría pensar que desear la voz de Samantha para Theodore no solo era por lo que le decía, también por el hecho de que le responde y le reconoce como sujeto. La voz cobra su estatuto de objeto. Freud relacionaba las pulsiones del cuerpo con las zonas erógenas, vinculadas a lo oral, anal, fálico, etc. Lacan va a ampliar estos objetos de la pulsión de todos los agujeros del cuerpo, a la voz y a la mirada, pero se diferencian de los anteriores en que “no tienen ninguna imagen especular” [4] es decir, no los vemos en el reflejo de la imagen en el espejo; los otros sí se reflejan. La felicidad de Theodore se vuelve una nebulosa; el objeto buscado y buscado y que parecía haber encontrado en esta voz y evitando la mirada, ya no funciona. Este objeto buscado que causa el deseo para el protagonista hace perpetuar su búsqueda. Lo vemos primero en su matrimonio roto por las demandas de afecto de la mujer, en la relación con Samantha y con la amiga. Ninguna de las tres relaciones colma su deseo. El amor entonces aparecería como una suplencia y al mismo tiempo pone en juego la castración. Algo del amor le surge buscando la exclusividad y la angustia ante la pérdida, piensa que con el objeto se las puede arreglar solo. Se puede enamorar porque no le da igual perderlo. En este punto podemos pensar en el “goce del idiota” que recoge Lacan en el seminario 20 en relación al goce fálico que, como todo goce, está más allá del principio del placer.
A propósito del cuerpo
Desde el inicio de la película, Theodore se presenta como un personaje solitario y aislado. Su trabajo consiste en escribir cartas íntimas para otras personas, lo que resalta su habilidad para conectar emocionalmente con los demás, pero al mismo tiempo subraya su propia dificultad, articulada en un mecanismo obsesivo cuando esas palabras de amor y de afecto que relata en las cartas, están dirigidas hacia quienes tiene una implicación personal y aparece “la carne y hueso”. Aclararé que el cuerpo del que se habla en psicoanálisis no es un organismo. Freud en 1984 descubre un cuerpo que “se comporta como si la anatomía no existiera” [5], y que encuentra la satisfacción por vías que no son las del instinto. Podríamos decir que “goza en la alteración del instinto”; es un cuerpo marcado y perturbado por el Otro y por lo real, marcado por el significante. No es la forma, es el cuerpo habitado por la pulsión. Es el cuerpo que goza y se escribe como síntoma. Es algo que se tiene, no que se es. Hay una falla de identificación entre el ser y el cuerpo. El cuerpo se va constituyendo como efecto de la palabra y lo que funda que digamos “tengo un cuerpo”, tomando nuestro cuerpo como un atributo en lugar de tomarlo como nuestro ser mismo, es que somos sujetos del significante y, como tales, estamos disjuntos del cuerpo.
El cuerpo que evita Theodore en el otro es un cuerpo hecho para el goce y para gozar de sí mismo; ese mismo cuerpo suyo gozante. Lacan en Radiofonía en 1970 atribuye al lenguaje, lo simbólico, el estatuto de un primer cuerpo, el cuerpo de lo simbólico. Este cuerpo simbólico permite aislar al cuerpo el que el sujeto se sostiene. El cuerpo es algo que se articula con el Otro del Lenguaje. Es algo que se construye. Pareciera que para nuestro protagonista el encuentro con el cuerpo del Otro se le presenta difícil. Sabemos por Lacan que la primera imagen a la que el niño tiene acceso está situada en el campo del Otro. El transvase de libido del cuerpo a la imagen. Esto implica una pérdida de goce en el goce total que tenía antes y también un plus de goce que provoca que la imagen sea sostenida a esa carga libidinal que deberá ser regularizada.
El caso, es que este protagonista ante las demandas del Otro, cuando algo le toca del Otro que tiene que ver con lo simbólico tanto de su futura exmujer, o como cuando Samantha propone un “cuerpo” de una mujer para su voz, Theodore no lo puede soportar apareciendo el rechazo a ese cuerpo imaginario, a la mirada.
Sabemos que el lenguaje no es código unívoco, que la significación está abierta a varios sentidos que somos seres hablantes y seres hablados por lo que los malentendidos no cesan en la película especialmente cuando Samantha toma sus propias iniciativas pensando que sabe todo lo que necesita su “usuario”. Aquí la lia parda, porque ya no es el ideal que persigue Theodore, ya no es su exclusividad. Samantha no puede dar lo que le pide este otro ya que sus necesidades articuladas por palabras no siguen ningún tipo de proceso natural. No existe el programa que permita escribir la relación entre los sexos de tal manera que uno sea el complemento del otro, que uno encaje perfectamente con el otro, que el goce de él sea complementario al de ella (Araceli Fuentes) [6], vaya, que no hay relación sexual.
Y concluyendo, aunque la película da para más…
Theodore y Samantha muestran el malentendido estructural de las relaciones, si a esto se le puede llamar una relación. Lacan dice que no hay relación sexual. Entre los cuerpos sexuados no hay armonía, no hay relación entre cuerpos sexuados. El impacto del lenguaje sobre los cuerpos, las palabras, los gestos… aquello que no está en una imagen completa como los elementos discretos, las palabras, así como el intervalo entre una palabra tras otra o el mensaje transmitido por efectos de puntuación al terminar la frase no se traduce por el significado de cada palabra porque no hay palabras que nombren que quiero. Esta dimensión del deseo requiere del uso de lo simbólico y Samantha no puede acceder a esto por no ser un ser humano y lo que a su construcción se refiere y que en el caso de Theodore la no inscripción simbólica entre el hombre y la mujer significa que hay un real imposible de nombrar, de escribir: esto es la no relación sexual. No hay pues saber sobre los sexos, lo cual funda ese malentendido permanente entre ellos.
Os animo a ver la película, seguro que aparecen nuevos “a propósitos”.
NOTAS
[1] Ubieto, José Ramón (2019). del Padre al Ipad. Familias y redes en la era digital. Ed. Ned
[2] Miller, Jaques Alain (2014). El Otro sin Otro. Presentación del Congreso de la NLS en Gand, “Le sujet psychotique à l ́époque Geek”.
[3] [5] Leibson, Leonardo (2018) Las tres dimensiones del cuerpo en la enseñanza de Jacques Lacan. X Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XXV Jornadas de Investigación XIV Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
[4] Lacan (1998). Escritos, pag 315. Ed. Siglo veintiuno
[6] Fuentes, Araceli (2016). El misterio del cuerpo hablante, pág 121. Ed. Gedisa
Apuntes de las enseñanzas en la Tétrada
Apuntes del cartel aún vigente sobre “el objeto a”.
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