Por Clementina Capriles Sandner
La clínica contemporánea se encuentra marcada por las singularidades de la hipermodernidad. El hiperindividualismo, la hipertecnología, el acceso inmediato a las redes sociales conlleva un predominio del hipernarcisismo y la neofilia, término que hace referencia a la búsqueda incesante de la novedad [1]. El resultado de esta tendencia es la aparición de nuevos síntomas que no obedecen a la psicopatología psiquiátrica clásica y que tienen un carácter más enigmático: cansancio o insatisfacción, aburrimiento, incertidumbre, miedo, angustia, etc.
El sujeto de la hipermodernidad está amalgamado al goce, sin deseos de saber nada de sí mismo y menos aún del Otro. Pero en algún momento ese punto de soldadura con el goce no es suficiente y sobrevienen síntomas con una dimensión clínica más estructurada como por ejemplo los trastornos alimentarios, el trastorno de pánico, los trastornos por consumo de sustancias, la fibromialgia, etc.
La angustia muda se ha vuelto la carta de presentación del sujeto contemporáneo. Un ejemplo paradigmático son los ataques de pánico. Se trata de una angustia súbita que invade el cuerpo y que es registrado como una experiencia de muerte. No hay palabras que puedan nombrar el acontecimiento corporal. Los ataques de pánico tienen la particularidad de poner en primer plano el estatuto de lo real, sin posibilidad de simbolización [2].
En resumen, los síntomas en la hipermodernidad no pasan por el Otro. El sujeto actual no se interroga ni le interesa responsabilizarse de su malestar. No se ubica como sujeto dividido, lo que dificulta sustancialmente el abordaje psicoanalítico [3]. Si el sujeto no demanda nada del Otro, ¿cómo puede intervenir el psicoanalista?
¿Cómo repensar la práctica del psicoanálisis ante los síntomas contemporáneos para lograr que el sujeto pueda ligar algo de su angustia al registro simbólico que permita el surgimiento de una pregunta acerca de su subjetividad? Primero convendría revisar el lugar de la angustia en la práctica psicoanalítica, para luego contextualizarla en la hipermodernidad.
Durante el recorrido analítico, la emergencia de la angustia está relacionada inicialmente con los momentos del atravesamiento del fantasma, en tanto pone de manifiesto el objeto a velado tras él. De allí que la angustia surge como una revelación. Lo que se devela con el objeto a es la verdad del goce de cada sujeto. Como señala Berenguer, de esta angustia inicial ligada al síntoma y al Otro, se transita hacia otra angustia que Lacan denomina “legítima”, ligada a la caída del Otro y a la experiencia de que el Otro es una construcción del propio sujeto con la horma de su propio goce [4]. Por tal motivo, en la dirección de la cura se deberá evitar considerar la angustia como un fenómeno patológico a eliminar, como lo asume el discurso médico. La angustia, como fenómeno estructural y constitutivo es una brújula en la experiencia analítica, en tanto señal de la emergencia de la subjetividad [5].
Desangustiar en psicoanálisis se traduce en introducir una pregunta sobre el deseo e interpretar el deseo que está en juego. La clave para que esta fórmula tenga éxito es la interpretación como tal, que instala la transferencia. Esta interpretación inaugural es definida por Lacan como rectificación subjetiva [6].
Ahora bien, en el marco de la hipermodernidad, en la que el sujeto degrada al Otro a la condición de objeto sustituible, se complica la entrada en análisis. La modalidad de intervención psicoanalítica en este caso ya no puede centrarse en la caída de la creencia del Otro pues de entrada no hay Otro como tal. Focchi plantea dirigir el trabajo hacia una vía de referencia al Otro. Se requiere de la introducción progresiva de lo simbólico a través del significante que nombre lo “insoportable de nombrar” y que sirva de límite a la invasión de goce del cuerpo, tan característico, por ejemplo, del pánico [7].
En la clínica actual, el goce se hace presente de un modo directo, sin mediación simbólica. Por lo tanto, el trabajo analítico debe orientarse hacia el nombre, porque al nombrar se establece un anudamiento entre lo real y lo simbólico mediante el significante. El nombre, en la medida en que permite esta articulación, desencadena la fantasía, que funciona como un recurso para extraer goce del cuerpo.
Horne propone que para que tenga lugar la entrada del psicoanálisis en estos casos, el analista deberá realizar una intervención que tenga valor de acto logrando la división subjetiva, la pregunta del sujeto acerca de su padecer. “El analista lanza una intervención que actúa sobre el sujeto haciéndolo dividido, dirigirse al saber. Sin duda que el amor está en la raíz de esta maniobra” [8]. Se refiere al amor al saber en el marco de la transferencia, lo cual requiere de tiempo para instaurarse. Por lo tanto, es importante saber esperar el momento adecuado para que una intervención cobre valor de acto y logre el efecto de producir un enigma. La introducción oportuna de un significante que provoque la pregunta permite quebrar la soldadura singular del sujeto con su goce, tan propio de los síntomas contemporáneos [9].
Ante la dificultad de la acción del psicoanálisis en la clínica de los síntomas contemporáneos, convendría proseguir en la investigación acerca de nuevas estrategias en la dirección de la cura que permitan al sujeto cuestionar su síntoma y hacerse cargo de su modalidad de goce. De allí la importancia de seguir desarrollando más espacios para las presentaciones de casos y las discusiones clínicas, que permiten el análisis de la posición del analista y sus modalidades de intervención en la clínica contemporánea.
Notas
[1] Extractos del libro Los tiempos hipermodernos de Gilles Lipovetsky realizados por Pablo Martín Carbajal, economista y escritor español. https://pablomartincarbajal.com
[2] Focchi, Marco. (2008). Angustia y Pánico. En Nuevos aportes al estudio de la Angustia. Caracas: Editorial Pomaire de Venezuela.
[3] Horne, Bernardino. (2006). La clínica de la angustia en los síntomas contemporáneos. En Clínica de la Angustia. Logos 4, Nueva escuela Lacaniana. NEL- Miami. Buenos Aires: Serie tri grama Ediciones.
[4] Berenguer, Enric. (2008). El semblante generalizado y su angustia propia. En Nuevos aportes al estudio de la Angustia. Caracas: Editorial Pomaire de Venezuela.
[5] Fleischer, Deborah. (2004). Angustias Actuales. En Virtualia Revista digital de la Escuela de Orientación Lacaniana, julio-agosto 2004, año III, número 10.
[6] Laurent, Eric. (2004) ¿Desangustiar? En Virtualia Revista digital de la Escuela de Orientación Lacaniana, págs. 21-23. Septiembre-diciembre 2004, año III, número 11 y 12.
[7] Focchi, Marco. Nuevos aportes al estudio de la Angustia, Op. Cit. pág. 80.
[8] Horne, Bernardino. Clínica de la Angustia. Logos 4, Op. Cit, pág. 25.
[9] Ibid