La sustancia: lo siniestro que habita en nosotros

Por Jocelyn Mendonca.

Empezaré diciendo que La sustancia no es únicamente una película sobre los estándares de belleza, que es lo que solemos encontrar cuando buscamos en internet. Para mí, más bien, se trata de una película sobre lo siniestro y su relación con el doble, aunado al ideal. Abordaré estos términos basándome en algunos elementos de la película que iré puntualizando.

Primero: Un poco de contexto

Demi Moore protagoniza a Elisabeth Sparkle, una actriz que decae y pierde su popularidad porque “ya no es suficientemente joven”. Para remediarlo le ofrecen una sustancia desconocida que promete transformarla en una mejor versión de sí misma basada en la división celular de su propio cuerpo, creando a una persona “más joven, más hermosa, más perfecta”.

Elisabeth acepta con un poco de inquietud, empujada por la desesperación de no tener el reconocimiento y la admiración que quiere, pero esa inquietud inicial desaparece tras ver los resultados. De sí misma nace una chica distinta que cautiva a todos a su alrededor y pareciera tener el futuro garantizado.

El truco está en que no pueden estar las dos a la vez, sino que mientras ella es Elisabeth, la otra chica (que se hace llamar Sue, en la piel de Margaret Qualley) permanece inmóvil, sin consciencia, y debe tomar el relevo a los 7 días exactos. De este modo se van alternando. 

Pero en realidad no hay otra persona, el proveedor de la sustancia le deja muy claro que no son dos, sino que son una, y que es importante respetar el balance para que todo marche bien.

Sin embargo, lo que sucede es que no hay balance. Esto deriva en una pérdida drástica para Elisabeth, quien sufre horribles alteraciones en su cuerpo. Ella se convierte en Sue con la ilusión de que podrá seguir disfrutando una vida llena de oportunidades y admiración, de que va a obtener una ganancia, pero se encuentra con algo inesperado que surge de sí misma y que la aleja de ese anhelo.

El proveedor le dice lo siguiente: “What has been used on one side, is lost on the other side. There’s no going back”. Lo que ha sido usado en un lado, se pierde en el otro. No hay vuelta atrás. Es decir, hay pérdida.

Esta película le hace honor al body horror, subgénero del terror (ya sea en cine o literatura) donde el cuerpo está en primer plano, llevándolo por fuera de los límites de lo natural con modificaciones o presentaciones muy explícitas, lo cual genera sensaciones de asco, repulsión o impacto al enfrentarnos directamente con lo más crudo del cuerpo, con lo real. Las barreras se difuminan y nos encontramos con la angustia.

Segundo: Hablemos de lo siniestro 

La sustancia cuenta una historia que nos permite adentrarnos específicamente en lo que Freud planteó como lo siniestro.

Lo siniestro parte de la base de aquello que resulta familiar, íntimo o secreto, lo Heimlich, pero eso que es conocido puede tornarse extraño o Unheimlich, algo que resulta inquietante y deviene en terror.

Freud recuerda la definición que da Schelling: “Se llama unheimlich a todo lo que estando destinado a permanecer en el secreto, en lo oculto, (…) ha salido a la luz” [1], y nos señala algo muy interesante, y es que en sus múltiples acepciones, en una de ellas el término Heimlich coincide con el de Unheimlich en calidad de lo misterioso, clandestino, oculto, secreto [2]. Es decir, Heimlich representa lo hogareño, lo familiar y lo confortable, pero a su vez tiene el significado de algo que está oculto o disimulado. “De algún modo, unheimlich es una variedad de heimlich” [3].

También dirá que se trata de algo muy íntimo, personal, que forma parte de nosotros pero que ha sido reprimido, y que ese retorno es lo que sacude y genera esa sensación de horror. Esa forma de angustia será lo ominoso, es algo familiar porque forma parte de la vida anímica, pero está enajenado a ella por la represión [4]. Es decir, la represión es una condición necesaria para que lo primitivo pueda retornar como algo siniestro.

¿Qué es lo que se está reprimiendo? ¿Cómo podemos verlo en el caso de Elisabeth? Continuemos en esta dirección.

Tercero: El doble

Freud también señala el carácter siniestro del doble, no sólo como un doble idéntico a uno mismo, sino también como otro ser que forma parte del sujeto en cuestión, unidos por el narcisismo, pero con personalidades y cualidades diferentes. Si nos vamos a la película podríamos preguntarnos: ¿Sue se trataría de esa parte de Elisabeth que ella anhelaba desde hacía tiempo y que cada vez que aparece, lo hace con más fuerza? ¿Se trata de algo pulsional?

En este sentido la historia de Elisabeth y Sue me recuerda a la novela de Robert Louis Stevenson, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde [5], pues Mr. Hyde se hace más fuerte con cada transformación y va debilitando al Dr. Jekyll. Durante los cambios había una especie de testigo involuntario, sabía lo que hacía el otro, pero no tenía agencia en sus acciones.

Tal como está descrito el relato es posible identificar una gran tensión pulsional que siempre estuvo presente y que salía a través de la personificación de Mr. Hyde. “La droga no tenía ninguna acción discriminadora; no era ni diabólica ni divina; tan sólo sacudía las puertas de la cárcel de mi carácter; y, como los cautivos de Filipos, lo que estaba dentro quedaba afuera” [6].

Estamos ante una doble existencia, dos naturalezas que no logran integrarse. Se podría pensar como una parte más moral que busca hacer lo correcto, pero aborrece su existencia, y otra parte que busca satisfacerse, llegando siempre al exceso. De modo que no tarda en aparecer el horror ante el otro yo, pues el Dr. Jekyll lo reconoce como parte de sí mismo, como un ser familiar que lleva dentro pero que trae consigo las más terribles desgracias. Sin duda, lo Unheimlich se hace patente.

En La sustancia ocurre algo similar. Elisabeth le da paso a Sue, pero cada vez el odio y el horror se van expandiendo, cada cambio hace que la angustia por su propia degradación no encuentre otra salida sino continuar regresando a su doble. Elisabeth escoge la belleza, escoge el ideal: un cuerpo perfecto.

Freud señala que el doble adquiere otros contenidos que forman parte del sujeto, tales como elementos pertenecientes al narcisismo primitivo y las posibilidades, aspiraciones, ideas o anhelos que no han encontrado una vía para su realización, así como decisiones voluntarias que crean la ilusión del libre albedrío [7]. En este sentido, Sue representa todo lo que Elisabeth quería ser: más joven y más hermosa, con mayor seguridad y vitalidad, porque eso era un boleto seguro a relanzar su fama y, con ella, el reconocimiento de los otros. Un intento de completar o borrar sus carencias.

Como todos los relatos de dobles, vemos que la situación se va tornando cada vez más escabrosa hasta resultar insoportable y llegar a un punto de no retorno. 

Elisabeth ubica afuera lo que la destruye, siendo su doble el origen de sus problemas, pero si vemos con más detalle, notamos que es el odio contra sí la que la lleva a la destrucción. Hay un malestar e insatisfacción importantes que dirige hacia ella, siendo esto lo que en un principio le hizo dar el paso hacia la sustancia. “Se trata de enfatizar el malestar en el trato con uno mismo, hecho que se materializa en la figura del Doble” [8]. Elisabeth le dice algo a Sue, revelándoselo también a sí misma y al público: “No puedo hacerlo (matarla), te necesito, porque me odio a mí misma”. No obstante, en ese espacio no hay cabida para dos, y tras esa decisión de reanimarla sobrevienen sucesos fatídicos.

Hay un máximo de angustia en dicho enfrentamiento que me hace pensar en el desvanecimiento de límites. “Así el doble no remite a la imagen especular sino a esa presencia que estando en otra parte se apodera de la imagen: por ello el fenómeno del doble conduce al doble real, a la dimensión de ese objeto que soy para el deseo del Otro” [9]. Esther Lobo añade que esa revelación de la posición de objeto en que nos encontramos nos deja frente a la no autonomía del sujeto, y precisamente aquí se evidencia el carácter siniestro.

Cuarto y último: El ideal

Algo que me ha parecido importante es la pérdida constante a la que se ve enfrentada Elisabeth y su necesidad de huir de ella, alejándose de lo que la incomoda y buscando consuelo en una imagen más deseada y agradable, aunque, por supuesto, con secuelas nefastas.

A Elisabeth le aterra envejecer y no ser lo suficientemente hermosa e, incluso, valiosa. Es como si su vida se hubiese detenido en el momento en que la despiden, como si de pronto todo lo que logró hasta ese momento se hubiese derrumbado. Ya no importaba más su carrera, su experiencia, sus conocimientos o su capacidad de invención.

Para ella lo que le devolvería el brillo era una vida nueva, un cuerpo nuevo e ideal, sin fisuras ni defectos. Con esto queda claro que nos faltan recursos cuando se trata del cuerpo, cuando nos sabemos finitos e imperfectos. No hay forma de revertir el límite de nuestra existencia. 

Esta película pone de relieve las consecuencias inimaginables que puede haber al no asumir que estamos incompletos, y que la idea de tener otro cuerpo y así lucir de manera diferente es una ilusión. No existe tal cosa como el control de nuestro cuerpo, a pesar de que el mercado, con sus múltiples tratamientos y gadgets, nos asegure que sí, que podemos corregirnos, vernos y ser como queramos.

En definitiva, La sustancia es una muestra de lo siniestro que habita en cada uno de nosotros, de eso real con lo que tenemos que lidiar y tratar de articular una manera para no sufrir tanto, para no transitar hacia el horror. Podemos cambiar hábitos, operarnos, teñirnos, tatuarnos u horadarnos, pero el cuerpo en tanto tal, es lo que es, e intentar modificarlo en busca de un ideal (recordemos, inalcanzable) puede tener resultados catastróficos.

NOTAS

[1] Freud, S. (1919) Lo siniestro. En Obras Completas, Vol. 17, pág. 224. Buenos Aires: Amorrortu editores.
[2] Ibíd., pág. 224-225.
[3] Ibíd., pág. 226.
[4] Ibíd., pág. 241.
[5] Stevenson, R.L. (1999) El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. D.F, México: Editorial Lectorum.
[6] Ibíd., pág. 87.
[7] Freud, S. (1919) Lo siniestro. En Obras Completas, Vol. 17, pág. 236. Buenos Aires: Amorrortu editores.
[8] Rank. O. (2022) El doble. Un estudio psicoanalítico del Doppelgänger, pág. 34. Madrid: Ediciones sequitur.
[9] Lobo, E. (2010) El fenómeno del doble y su relación con lo siniestro. Sitio web: https://www.scb-icf.net/nodus/contingut/article.php?art=358&rev=44&pub=2