“Psicoanálisis, neurociencias y desierto”

Notas a partir de la clase 2 del Curso “Todo el mundo es loco” (Miller, 2015) [1].

Por Enrique Delgado Ramos.



Desierto, ciencia y capital

El desierto crece es una de las frases más comentadas de Nietzsche. Aunque Nietzsche utilizó muchas veces la imagen del desierto, es en el Así hablaba Zaratustra donde un viajero venido de oriente y conocido como la sombra de Zaratustra, canta, o ruge, “Crece el desierto; ¡ay de quien alberga desiertos! [2]. Aunque los especialistas han discutido mucho respecto al significado de este aforismo y no haya una significación unívoca, en general, tiende a relacionarse, de diversas formas, con el nihilismo propio de la edad moderna, periodo en el que Dios ha muerto. Periodo en el que también, a partir de la “conjunción entre naturaleza y matemática” [3], surge aquella ciencia que, propone Lacan, suprime al sujeto y forcluye la verdad del campo del saber [4] [5].

Muerto Dios o caído el padre, el desierto crece. Miller finaliza el primer capítulo de Todo el mundo es loco, desarrollando la imagen del desierto de Nietzsche, y la retoma en el segundo capítulo que vamos a comentar. La imagen del desierto, es mi impresión, condensa varios de los planteamientos formulados por Miller; por lo que me serviré de ella para destacar aquellos que me han llamado particularmente la atención.

Si el aforismo nietzscheano es un significante enigmático, Miller lo recibe y lo interpreta, de la mano de Heidegger, en términos de que el desierto que crece es el desierto de la cuantificación, la misma que se extiende a todas las dimensiones de la vida, incluyendo el campo del sujeto del inconsciente: “La cuantificación avanza hoy sobre el Campo Freudiano”, dice Miller [6].

Esta cuantificación, que crece por doquier y que el sujeto padece, está en estrecha relación tanto con el desarrollo de la ciencia y la tecnología como con el desarrollo del capitalismo, que requiere de ella y su abstracción para que el intercambio en el mercado sea posible; así como necesita de la tecnología para la producción en serie de mercancías. Miller, en un capítulo posterior del libro, lo plantea del siguiente modo:

“A partir del momento en que se realiza esta conjunción de las matemáticas y de la naturaleza, el discurso de la ciencia empieza a tener como repercusión la producción de objetos, la aceleración de la producción de objetos, hasta llegar a la producción de objetos inéditos, la sobreproducción de objetos cada vez más inéditos y cuya utilidad se vuelve cada vez más misteriosa” [7].

De hecho, es bastante patente cómo en la actualidad, es la reproducción del capital lo que comanda, en gran medida, la producción científica y tecnológica, como se ve con mucha claridad en la industria farmacéutica, en la investigación hambrienta de bonos por publicación o, asociado a ella, en los rankings de universidades. Así, muchos investigadores universitarios han devenido en productores de papers en serie, en los que interesa menos el pensamiento que subir los números para el mercado. Nada más lejos del capitalismo académico de nuestros días, que el poder ubicar al pensamiento en el lugar de la causa, en el sentido en que Miller retoma a Deleuze en el capítulo que estamos comentando.

El desierto crece. Cuantificación, ciencia y capital avanzan colonizando el campo de lo subjetivo. Curiosamente, en 1951, mientras Heidegger daba las lecciones que constituyen el texto Qué significa pensar que utiliza Miller [8]; Ernesto Sábato, en América Latina, publicaba su obra Hombres y engranajes [9]; dando cuenta también, a su manera, cómo la ciencia, la cuantificación y el capital afectan a los sujetos. Nuestra civilización, decía Sábato, estando dominada por la cantidad, ha confundido lo real con lo cuantificable. Esta es su versión del desierto que crece:

“El capitalismo moderno y la ciencia positiva son las dos caras de una misma realidad desposeída de atributos concretos, de una abstracta fantasmagoría de la que también forma parte el hombre, pero no ya el hombre concreto e individual sino el hombre-masa, ese extraño ser todavía con aspecto humano, con ojos y llanto, voz y emociones, pero en verdad engranaje de una gigantesca maquinaria anónima” [10].

El espejismo en la empatía

El desierto es un lugar de espejismos, fenómeno imaginario por excelencia. El desierto crece: predomina entonces lo imaginario, desfallece acaso lo simbólico. A lo largo del capítulo 2, Miller realiza una serie de contrastes o contrapuntos: la entrevista y la clase, la chica buena y la chica mala, la filosofía y el psicoanálisis o las dimensiones contemplativas y de forzamiento del pensamiento. Realiza también un contrapunto entre la entrevista y el salón de clase, por un lado, y el análisis `por otro: “En mi consultorio analizo, en mi salón empatizo” [11].

Que el análisis no proceda a partir de la empatía es algo que puede sernos muy claro para los practicantes del análisis. Después de todo, la empatía está del lado de la intersubjetividad y la comprensión. Esto es, del lado de lo imaginario, no del significante. Ignacio Neffen lo formula con mucha claridad: “Cuando creemos empatizar no escuchamos sino el eco de nuestros propios enredos. En su enunciación mínima, cuando empatizamos no escuchamos” [12]. Sin embargo, estos planteamientos contrastan radicalmente con los discursos de la época. Así como la autoestima o la resiliencia, la empatía es otro de los conceptos psicológicos que se han extendido y que hacen mella en el sentido común contemporáneo, el popular y el especializado. Determinados fenómenos son, con frecuencia, reducidos a una causa: la falta de empatía. La empatía sería entonces una “varita mágica” (un falo imaginario) cuya posesión o identificación con el mismo, conllevaría la armonía y la reducción de conflictos. Se demanda, en este contexto, permanentemente la empatía y la validación de imaginarios (¡Ay de quien no lo haga!). Como si, en sentido estricto, fuera posible ponerse en el lugar del otro, es decir, como si no hubiera alteridad o como si pudiéramos ocupar un lugar, el que sea, sin división.

Se demanda, de manera particular, en estos tiempos de reivindicaciones identitarias, la empatía desde la posición gozosa de quien se identifica como víctima y, a la vez, desconoce el goce implicado en ello. Se trata, ciertamente, de una posición problemática pues, como ha señalado Jorge Alemán: “La victimización lleva a la trampa donde la identidad procede del mismo poder contra el que se lucha (…). El deseo de transformar surge de la desvictimización. El sujeto no olvida su dolor ni a quienes se lo infligieron, pero se niega a recibir desde ese lugar aquello que lo identifica” [13].

Por supuesto, lo dicho no significa adscribirse a ningún team antiempatía o, mucho menos, desconocer la condición objetiva de víctimas de, por ejemplo, las 49 personas fallecidas por acción de la policía o del ejército, en las protestas sociales durante el gobierno de la actual presidenta de Perú. Tampoco implica desconocer el papel fundamental de lo imaginario, como queda patente en la reconsideración borronea de dicho registro, efectuada por Lacan en sus últimas elaboraciones. La empatía (como la solidaridad) tiene un lugar fundamental en las relaciones interpersonales y en el conjunto del lazo social. No obstante, conviene estar advertidos de las diversas trampas en las que podemos caer, seducidos por ella.

Curiosamente, algunos cognitivistas, se han abocado al estudio de algunas de estas trampas. Es el caso, por ejemplo, del profesor de Yale, Paul Bloom, en su conocido y comentado libro “Against empathy” [14]. Allí, desde su perspectiva, Bloom da cuenta sobre cómo nuestras acciones y decisiones están influenciadas por la empatía y que esta, contraintuitivamente, tiene consecuencias negativas más que positivas para los asuntos humanos. En la misma línea, la psicología social ha destacado cómo tendemos a ser más empáticos con aquellos que reconocemos como parte de nuestro endogrupo; y que esto se da de manera más acusada cuanto más nos identifiquemos con dicho endogrupo [15]. Lo cual, por supuesto, en el marco del conjunto de tensiones que implica lo social, puede contribuir a lo peor…

El espejismo mereológico

Miller dedica varias páginas a discutir el cognitivismo, así como ciertos discursos extendidos sobre la neurociencia. De hecho, establece una continuidad entre ellos. Aludo a los discursos sobre la neurociencia porque me parece importante distinguir la neurociencia en sentido estricto, de los discursos sobre ella, incluyendo los de algunos conocidos neurocientíficos. Comentando estudios de imágenes cerebrales y las relaciones de estas con los procesos de pensamiento, Miller alude a una “captura por lo imaginario” [16]. Podemos realizar un viaje extraordinario al centro del cerebro, señala Miller, pero no encontraremos allí la relación sexual que no existe. Me parece que en esas páginas se toca un punto fundamental, a saber, la especificidad del campo del psicoanálisis y su irreductibilidad al lenguaje de las ciencias naturales.

“La ciencia no piensa”, afirmó Heidegger en Qué significa pensar [17]. El filósofo alemán tenía una noción bastante compleja sobre lo que significa pensar. Pero sin entrar en “erudiciones minuciosas”; podemos señalar que la neurociencia no piensa… al sujeto. Menos aún al sujeto del inconsciente o al ser hablante. No podría hacerlo. Nuevamente, si estamos en el campo del psicoanálisis lacaniano, esto nos es evidente. Sin embargo, estamos en una época en la que, cada vez más, cunde el reduccionismo naturalista, la dependencia del campo de lo subjetivo a los mecanismos biológicos. Cunde y tiene buena prensa. Prestigio. Crece el desierto: crece el reduccionismo.

Ahora bien, en los extendidos discursos naturalistas, existen algunos errores categoriales que, creo, valen la pena comentar brevemente. Al respecto, uno de los conceptos más utilizados y discutidos es el de la denominada “falacia mereológica” [18] [19]. Brevemente, la mereología es el estudio de la lógica entre las partes y el todo y, la denominada “falacia mereológica” consiste, de acuerdo con Bennett y Hacker, en un error de razonamiento, por medio del cual se atribuye a una parte (al cerebro, por ejemplo) la propiedad que corresponde a la totalidad (digamos, el sujeto humano) [20]. De esta manera, afirmaciones del tipo “el cerebro piensa”, “el cerebro siente”, “el cerebro se angustia” serían ejemplos de la “falacia mereológica”. En cualquier caso, más allá de esta extendida falacia, lo decisivo, me parece, es sostener la irreductibilidad del campo de lo subjetivo a las explicaciones naturalistas o fisicalistas.

El desierto y el análisis

La figura del desierto se abre a muchas más resonancias que las que hemos seguido aquí hasta ahora. Es posible darle una vuelta y plantear más bien el desierto como un lugar de búsqueda, como el espacio para un efecto de verdad, para lo incierto y lo nuevo. Aun, si el día y la noche se repiten, el desierto nunca es el mismo (¡incluso en la repetición hay lugar para lo nuevo!). Además, no hay caminos, sino que hay que inventarlos cada vez. Sin garantías. Dice Miller que “El análisis es una suerte de retiro” [21]. Podemos también decir que “el análisis es una suerte de desierto”; en tanto no hay rutas preestablecidas. En tanto su aridez puede ser fecunda para secar los síntomas del sentido [22]. En tanto el vacío del desierto puede habilitar para el encuentro con la falta. O, en las palabras de Mariano Door, comentando la imagen del desierto de Nietzsche: “En esa inmensidad, en ese infinito de la arena, en ese grano multiplicado está la posibilidad misma de la escritura” [23].


Notas

[1] Texto leído en las Noches de Escuela de la Nel cf – Lima, el 29 de marzo de 2023.

[2] Nietzsche, F. (2000). Así hablaba Zaratustra, pág. 731. Barcelona: Edicomunicación

[3] Miller, J.A. (2015). Todo el mundo es loco. Los cursos psicoanalíticos de Jacques Alain Miller, pág. 131.Buenos Aires: Paidós.

[4] Lacan, J. (2002). La ciencia y la verdad. En Escritos 2. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

[5] Lacan, J. (2012). Radiofonía. En Otros escritos. Buenos Aires: Paidós.

[6] Ibíd., p.31

[7] Ibíd., p.131

[8] Heidegger, M. (2005). Qué significa pensar. Madrid: Trotta.

[9] Sábato, E. (1951). Hombres y engranajes. Editor digital: Moro

[10] Ibíd.,p.12

[11] Miller, op. cit., p.34

[12] Neffen, I, (2022). Las entrevistas preliminares en psicoanálisis. Introducción a su clínica & ética. Buenos Aires: Letra Viva.

[13] Alemán, J. (2022). Breviario político de psicoanálisis, pág. 63. NED Ediciones [e-book]

[14] Bloom, P. (2016). Against empathy: the case for rational compassion. Londres: Penguin Random House.

[15] Espinosa, A., Calderón-Prada, A., Burga, G. y Guimac, J. (2007) Estereotipos, prejuicios y exclusión social en un país multiétnico: el caso peruano. Revista de Psicología, 25(2), 295- 338. http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/psicologia/article/view/1415

[16]Miller, op. cit., p.50

[17] Heidegger, op. cit., p.208

[18] Bennett, M. y Hacker, P. (2007). Selections from Philosophical Foundations of Neuroscience. En Bennett, M., Denett, D.,Hacker, P. y Searle, J. Neuroscience and Philosophy: Brain, Mind, and Language. Columbia University Press.

[19] Castorina, J. A. (2016). La relación problemática entre neurociencias y educación: Condiciones y análisis crítico. Propuesta educativa, (46), 26-41.

[20] “The neuroscientists’ mistake of ascribing to the constituent parts of an animal attributes that logically apply only to the whole animal we shall call ‘the mereological fallacy’ in neuroscience” (Bennet y Hacker, op. cit., p. 22).

[21] Miller, op. cit., p.24

[22] Dice al respecto Ana Aromí “(…) si el análisis avanza, eso es una dieta estricta de sentido al síntoma. Se lo seca de sentido”. En Tagle, P. (2018). XII Jornadas de la NEL-Lima. La locura de ser…madre. Lo que el psicoanálisis enseña, pág.42. Lima: NEL.

[23] Sztajnszrajber, D. (29 de agosto de 2022, 31m59s). “El desierto crece”. Nietzsche. Episodio 25. Temporada 7. https://www.youtube.com/results?search_query=dario+sztajnszrajber+el+desierto+crece