Acerca de la Constitución Subjetiva

Por Carolina Ferrari Arce.

 

 

El advenimiento de un sujeto no va de suyo, es desde ya una construcción. Construcción que necesita tiempo y determinadas condiciones: tiempo cronológico en tanto en su materialidad se escribe, tiempo lógico que implica tal escritura. Se tratará entonces de una doble dimensión del tiempo en este nacimiento.

En el presente artículo pretenderemos poder dar cuenta del proceso de escritura que implica el advenimiento del sujeto del inconsciente a la vez que poder abordar lo que respecta a la conformación del yo de este sujeto. A tal fin se abordarán en un primer apartado los tiempos lógicos que implican la estructura en tanto permitan poder dar cuenta de tal proceso de escritura, y seguido de ello lo propio respecto a la conformación del yo de ese sujeto del inconsciente.

 

Advenimiento del Sujeto 

Hemos leído en la obra freudiana la figura del agente de los primeros cuidados como un otro que se encuentra disponible y dona parte de sí al recién nacido para su subsistencia, un otro que con Lacan leeremos como un Gran Otro soporte de los significantes. 

Ese Gran Otro acudirá a esos primeros cuidados, a la satisfacción de la necesidad del lactante, en el mejor de los casos, suponiéndolo un sujeto aún cuando este no ha advenido. El Otro acude en ese encuentro, si es que sucede, con un lugar disponible, con un significante que donará a ese sujeto a advenir. Se tratará entonces del advenimiento del sujeto del inconsciente a condición de ese Otro. “… el sujeto, in initio, empieza en el lugar del Otro, en tanto es el lugar donde surge el primer significante.” (Lacan, 1964, p.203). Es decir que en el campo del Otro surge el significante que hace nacer al sujeto, momento en el cual además queda precisamente fijado como significante. El sujeto queda definido de este modo como efecto significante.

Se trata de un Gran Otro que de algún modo se ofrece para alojar el nacimiento de ese sujeto, Otro que ofrece un lugar posible para habitar antes de su llegada al mundo. Con ello referimos a cómo un cachorro humano llega al mundo físico luego de un periodo en el cual ya se le ha preparado un lugar para él en tanto ha sido pensado, nombrado, sentido y hablado por quienes lo esperan. 

El sujeto a advenir ha tenido en ese caso una existencia previa, que lo anticipa y lo recibe en el mundo del lenguaje. Debemos recordar además el desvalimiento en el que nace el ser humano producto de esta absoluta dependencia soportada en la prematuración orgánica en la que llega al mundo. Luego veremos que esta dependencia, más radical e importante, remite a que se encuentra a merced absoluta de la respuesta que ese Otro le ofrezca en relación a la pregunta fundante respecto a qué se es para su deseo.

Hemos referido entonces que el sujeto es definido por Lacan como efecto del significante producido en el campo del Otro, independientemente de sus encarnaduras. En esa línea pretendemos poder abordar las dos operaciones lógicas propuestas (1964) que permiten dar cuenta de la constitución subjetiva: alienación y separación. 

La alienación es a un significante que proviene del campo del Otro, significante que surgirá en la reunión del campo del sujeto (El Ser) con el campo del Otro (El Sentido). Surge de esa reunión un significante primero, diremos un S1 que designa al Ser, sin serlo, constituyendo de ese modo el máximo del sin Sentido en tanto ese significante sólo no significa nada. En otras palabras si el sujeto queda bajo el S1, el Uno del Otro, queda petrificado en el sin Sentido. Pero tal como hemos aprendido con la enseñanza de Lacan la estructura del significante misma lleva a que un S1 llame a otro significante que le dé sentido, por lo tanto S2 significante del Sentido. 

El S1, en tanto Ser, queda borrado y el sujeto como significante se constituye como siempre dividido, eclipsado por el significante en relación al significante segundo que instaura la Falta en Ser. El efecto afanisíaco del significante introduce entonces la dimensión de la falta. El sujeto inscripto como falta de sujeto entra en la estructura del significante, en el mundo del lenguaje, como falta. Nace el sujeto en fading en el entre significantes, en la hiancia

El sujeto es capturado por el significante, y es por lo tanto un efecto significante. Con la operación de reunión del conjunto del sujeto con el conjunto del Otro podemos dar cuenta de cómo el sujeto entra en la estructura significante forzadamente en una elección obligada, alternativa falsa entre el Ser y el Sentido. 

Se trata entonces de una elección que funda al sujeto, elección sin subjetividad ni agente que elija. Nace así el sujeto del inconsciente, inconsciente que tiene entonces estructura de borde.

A la operación de la alienación le sigue la nominada separación como operación de pérdida, producto de la lógica de la intersección de la superposición de las dos faltas.

“El sujeto encuentra una falta en el Otro, en la propia intimación que ejerce sobre él, el Otro con su discurso. En los intervalos del discurso del Otro surge en la experiencia del niño algo que se puede detectar en ellos radicalmente – me dice eso, pero ¿qué quiere?” (Lacan, 1964, p.222). 

Será justamente a ese intervalo entre los significantes del Otro, a esa falta en el Otro que el niño irá a responder con su propia falta. El modo que encuentra el sujeto para responder entonces respecto a la falta en el Otro es con su propia desaparición, con su propia pérdida como objeto del deseo del Otro mediante la pregunta ¿puedes perderme? En tanto perdido se sabe causa del deseo del Otro, pone en juego entonces su propia falta para ver si hay un lugar posible en el Otro. Lacan se sirve por su parte de los desarrollos hegelianos en tanto toma de “la lucha a muerte por puro prestigio” la noción de que el deseo se encuentra mediatizado en la relación al otro, en tanto el hombre tiene por objeto de deseo un otro deseo, deseo de hacer reconocer su deseo. 

La separación es el momento lógico de la constitución del deseo como el deseo del Otro en tanto es aprehendido por el sujeto en las fallas en el discurso del Otro. Esta operación acarrea una pérdida y su inscripción, es decir inscripción de una perdida, devendrá causa de deseo.

El sujeto se ubica entonces en la falta del Otro, en el intervalo en la cadena significante del Otro como objeto causa en tanto el Otro pueda perderlo. Señalamos la importancia de ese hecho como factor determinante en tanto sólo será posible que el sujeto advenga como causa de deseo a condición de poder ser perdido.

Se trata entonces de la operación que rescata al sujeto del efecto letal del significante. El sujeto que era una nada misma, en fading, es rescatado por el objeto. La entrada en la estructura es por lo tanto como objeto: objeto a como causa en tanto se sabe perdido, objeto a como resto en tanto caído del encuentro de dos deseos.    

Hemos destacado hasta aquí cómo el sujeto tiene nacimiento a condición de la existencia de un Gran Otro capaz de donar ese significante. Pero será necesario que ese significante se encuentre mediatizado por la presencia del padre, es decir que sea puesto en relación tercera con el término Nombre del Padre a fin de que opere como interdicción, en tanto es su nombre la encarnación de la ley en el deseo. Dicha presencia será necesario que sea encarnada en un padre, si bien éste encuentra cuerpo en las palabras de la madre al ser nombrado; es decir que cobra existencia a través de sus palabras, de su discurso, en tanto entendemos que todo hecho es un hecho de discurso. Se trata de un padre entonces que opera respecto a esa madre siendo interdictor en el deseo, a la vez que hace de esa madre algo más que una madre: una mujer objeto de su deseo.

Consideramos pertinente señalar lo irreductible de una transmisión en un deseo que no sea anónimo, es decir que haya un llamado que lleve en sí la marca de ese particular que lo sostiene, marca del Otro. Se trata entonces de una transmisión generacional de un deseo por algo que falta y que precisamente se articulará de manera singular, es decir diferente, en cada quien. (Lacan, 2007).

 

Constitución del Yo

Tal como hemos anunciado en el comienzo del presente artículo nos proponemos también poder dar cuenta aquí del nacimiento del yo. Para ello recordaremos aquella nueva acción psíquica a la que refiere Freud como inaugural del narcisismo (Freud, 1914, p.74) que con Lacan (1958) leemos en “El estadio del espejo (…)” como la identificación. 

En tal escrito encontramos ya en las primeras líneas que Lacan refiere a que se trata de comprender al “estadio del espejo como una identificación en el sentido pleno que el análisis da a éste término: a saber, la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen.” (Lacan, 1958, p.100). Se tratará entonces de poder dar cuenta de cómo el yo encontrará su forma bajo la identificación primaria con una imagen ilusoria: su imagen especular.

Lacan articula en el Estadio del espejo la prematuración del nacimiento del humano refiriendo a la incoordinación motriz de los meses neonatales, al inacabamiento del sistema piramidal y la dependencia de la lactancia, destacando sobre ésta indefensión de la cría humana el predominio de ciertas imágenes en tanto se da una maduración primera de la visión respecto a la destacada insuficiencia orgánica. Por ello aquella imagen unificada que el sujeto captura se ubica en la dimensión de la anticipación. 

Se trata de una anticipación de unidad en una imagen anterior a la coordinación motriz que retroactivamente, après-coup, sanciona aquella incoordinación motriz como cuerpo fragmentado. Cuerpo que con Freud leemos como el propio de la satisfacción anárquica de las pulsiones parciales que a condición de la libidinización del agente de los primeros cuidados logra devenir cuerpo erógeno.

Referíamos que frente a la indefensión y al desamparo, propios de la cría humana, aparece una imagen que rescata al sujeto. Lacan destaca inclusive que el infans asume dicha imagen completa jubilosamente. Podemos leer allí, en la asunción de esta imagen especular, la alienación a una imagen unificada del otro y del espejo. Una Gestalt que le posibilita al infans la forma total del cuerpo en “una exterioridad donde sin duda esa forma es más constituyente que constituida”. (Lacan, 1958, p.100). Se trata entonces de una Gestalt que tiene efectos formativos, con poder cautivante y enajenador. Diremos entonces que el yo se constituye en el exterior, alienándose en una imagen que esta fuera, lo cual revela que el yo se constituye paranoicamente.

Lo mencionado tiene lugar en tanto el sujeto se identifique con un otro con minúscula, vale decir un otro niño coetáneo, un par, un semejante además del otro que constituye su imagen especular. El efecto de esta identificación es entonces el poder de alienación en tanto el sujeto emerge nuevamente a condición de un otro, ahora con minúscula. Por lo tanto se destaca que lo más propio e íntimo del sujeto se constituye en y a través del otro.

En el otro con minúscula el sujeto anticipa un dominio de sí del cual no es aún dueño pero del cual se sirve a fin de poder constituir la imagen de su yo. El otro también le muestra su propio objeto de deseo por lo que el sujeto deseará precisamente ese objeto de deseo de su otro. Objeto que será una nada misma en tanto su único valor es el de ser objeto de deseo del otro. 

Debemos destacar que este espacio de constitución subjetiva que tiene lugar en la asunción de una imagen es a condición de que haya un Otro que sostenga a la cría humana en sus brazos pero más aún con su mirada. Se trata del Otro como encarnadura del lugar del Ideal del yo que garantiza o no una imagen amigable con la cual le es posible al infans identificarse. Es el Otro como especularidad simbólica factible de producir reconocimiento conforme a los modos en cómo lo mire y devuelva en el reflejo de su mirada esa imagen, la posibilidad o no del sujeto de hacerse de la propia imagen de su cuerpo. Se hace presente nuevamente la necesidad de que tenga lugar la dimensión del amor del Otro respecto al sujeto en su constitución subjetiva. 

Si bien el Estadio del espejo es una conceptualización que Lacan establece como propia de los 6 a los 18 meses de edad, resultando esperable entonces que tenga lugar en ese espacio de tiempo, puede suceder que ello no sea así. Es decir que no existen esperables que sean naturales en tanto producto de una maduración dada por el mero devenir del tiempo que den lugar a la aparición o el despliegue de determinados hitos u operatorias que hacen a la constitución subjetiva. Se trata más bien de aquella doble dimensión del tiempo a la que hemos referido en un comienzo. Pero es importante destacar que no será sin consecuencias para la constitución subjetiva que estos logros se den en un momento posterior al esperable. 

Por otra parte nos proponemos señalar que si bien este Estadio resulta parte de un acto inaugural del sujeto no se da de una vez y para siempre. Con ello referimos a que el sujeto deberá luego a lo largo de su vida rehallar lo propio de este Estadio precisamente a través de sus huellas inaugurales. Se trata entonces de las veces en las que el sujeto, frente a lo que irrumpe como inevitable respecto a la biología, tiene que enfrentar el hecho de hacerse de un nuevo cuerpo. Cuerpo, que ya nos enseñó Freud es algo distinto a la anatomía. Se trata de un cuerpo, que al igual que la realidad y el yo, es producto de una construcción y que como tal es algo que se tiene y que puede perderse. 

El Estadio del espejo nos permite rescatar el valor fundante que tiene entonces el otro del sujeto, que junto a los primeros desarrollos podemos situarlo junto al Otro del sujeto como condiciones necesarias de la instauración del deseo para la constitución subjetiva de la cría humana.

 

 

Bibliografía:

– Freud, S. (1914). Introducción del narcisismo. En Etcheverry, J.L. (Trad.), Obras Completas: Sigmund Freud. Buenos Aires: Amorrortu.

– Lacan, J. (1958). El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. En Escritos 1. Buenos Aires: Editorial Siglo XXI.

– Lacan, J. (1958). La instancia de la letra en el inconsciente, o la razón desde Freud. En Escritos 1. Buenos Aires: Editorial Siglo XXI.

– Lacan, J. (1964). Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. La transferencia y la pulsión: XV. Del amos a la libido. El sujeto y el otro: la alienación, En Cevasco, R. y Mira Pascal, V. (Trad.) El Seminario (Libro 11). Barcelona: Paidós Ibérica.

– Lacan, J. (2007). Dos notas sobre el niño. En Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Manantial. (Trabajo original publicado en 1988).