Acerca del goce femenino

Por Cuqui Alonso.

 

 

El concepto de goce aparece como invención de Lacan con sus puntos de anclaje  freudianos, tanto así que se puede hablar del goce como goce pulsional.

Freud después de haber unificado -Introducción al Narcisismo- las pulsiones del yo y las pulsiones de objeto se metió más tarde en otra dicotomía tras su estudio en Más Allá del Principio del Placer, tal fue la pulsión de vida y la pulsión de muerte. La libido (Eros) separada de la pulsión de muerte. Descubre otra cosa diferente a la libido, y aparece la dicotomía pulsional entre Eros, la libido, y Tánatos pulsión de muerte. Y la concepción lacaniana del goce es la unificación, Miller así lo define “el goce lacaniano es la libido más la pulsión de muerte”.

En su elaboración de la teoría de las pulsiones, Freud le da al superyó un lugar en la pulsión de muerte. Manera freudiana en la que la pulsión de muerte se introduce en el campo libidinal, pero se trata aun así de dos zonas separadas, por más que haya podido considerar al superyó como una vía comunicativa. Lacan sí considera esta comunicación entre libido y pulsión de muerte, y su concepto de goce recoge precisamente esto, como si fueran dos caras de un mismo disco.                                                                                              

El término goce de Lacan parece surgir de la paradoja que supone la satisfacción que la pulsión encuentra en el síntoma, ya que se presenta como displacer. No se trata de oposición placer – displacer sino de la separación lacaniana placer – goce.                                                                                                                                             

El concepto de goce ha ido evolucionando en la obra de Lacan, enriqueciéndose más que anulándose, por lo que conceptos anteriores nos sirven para una mejor comprensión de a dónde puede dirigirse. Desde un goce como excluido a un goce presente en todas partes y distintos modos de goce. Hasta su seminario Aún se trata de un goce único y difícilmente accesible. Pero ¿no apunta ya en épocas anteriores, con el goce en lo real…, lo pulsional no significantizado…, a lo que será el goce femenino?

Es en Aún que aparece claramente delimitado el Goce femenino como Goce Otro respecto al Goce fálico, en sus fórmulas de la sexuación, marcando por esta lógica la diferencia sexual respecto a la posición de goce del sujeto. Dos espacios de goce distintos.                                                                                       

El goce fálico, goce ordenado por el significante del falo, simbolizado por este significante fálico. Goce propiamente masculino. Y del que la mujer también participa plenamente. Ambos participan de la lógica fálica, de la lógica edípica gobernada por el Nombre del Padre, donde la cuestión es el tener, lógica de la presencia o ausencia, de la relación S1 S2. Puede considerarse como la dimensión imaginaria del goce.

La otra posición -no simétrica- en relación al goce, el goce no fálico, es el que designa Lacan como goce femenino que pasa por el cuerpo y del que no tenemos representación posible. Goce femenino, nada que ver con la lógica fálica -que sería también la lógica del para todos-, es un goce que no pasa por la simbolización y por tanto imposible de representar.

 Vemos dos espacios del goce distintos. Al tratase de lugares asimétricos no es que haya más o menos reciprocidad, es que no hay, es imposible porque jamás podrían encontrarse. Es por esto que Lacan dice que la relación sexual no existe.

Lacan coloca el goce femenino del lado mujer que además del goce fálico tiene este goce Otro que Lacan señala como suplementario dando cuenta de que no se trata de ningún complemento. Podríamos ver el goce femenino como la dimensión del goce en lo real, aunque lo mismo me adelanto en el desarrollo.

Freud ordena la sexualidad a partir de la primacía del falo como único referente para ambos sexos. Advierte que lo que queda inscrito en el psiquismo es lo masculino a partir del símbolo fálico pero no lo femenino con lo que Freud se tropieza como algo irrepresentable. Freud se mueve en la lógica fálica, edípica, del deseo, y esto no inscrito que no pasa por la lógica edípica será lo que Lacan constituye como goce femenino. Configurándose lo femenino como otro espacio que no pasa por el orden fálico, el <continente negro>, lo irreductible de la castración, el tope con el que Freud se encuentra.

En Análisis terminable e interminable lo femenino aparece como un lugar de rechazo en hombre y mujer al tiempo que irrepresentable. Freud se tropieza pues con algo irrepresentable y se detiene ante <la roca de la castración>. Pero al tiempo deja abierto en tanto ‘tope’ aquello no atravesado por la castración, y debe ser aquí a partir de este punto de detención donde engancha la teorización de Lacan acerca del goce femenino. Freud con su incógnita abre un espacio que no puede continuar sino dentro de su dinámica fálica, espacio que Lacan al introducir la sexualidad en cuanto al goce lo tomará como Otro espacio -espacio Otro, se podría decir.

Pensamos así que la formulación del goce femenino lacaniano engarza con el tope freudiano de la castración que invita a ser franqueado.

No obstante si el <continente negro> constituía una incógnita, el goce femenino lo sigue siendo aunque lo podamos localizar en un espacio de no representatividad, y hablar de él como lo indecible. Lo podemos ir situando como un lugar de lo irrepresentable de todo ser hablante.

Si Lacan dice que es un goce que ‘no cesa de no escribirse’, no cesa de no representarse en la lógica fálica, hace pensar en un empuje que insiste y su continuo fracaso de inscripción. Algo de un continuo imposible. El goce que no deja de no alcanzarse.

Goce femenino que podemos abordar como goce imposible de negativizar; como el Uno Solo -siguiendo a Miller- el Uno no fálico que no remite a otro significante; como lo no significantizable; como el goce que no responde a la operación del significante sobre el cuerpo…, pero se diga como se diga creo que no hacemos sino dar vueltas y bordear el agujero de lo simbólico.

Si bien el goce femenino no es exclusivo de la mujer, y si bien apuntamos al goce femenino en cada sujeto hablante como condición estructural, es del lado de la mujer que se tiene mayor acceso y a la que se le atribuye como más propio. Podríamos preguntarnos qué hace que la mujer sea más propicia. Y es que la mujer está menos obstaculizada por lo fálico, no se queda ahí subsumida y el falo no invade todo su campo de percepción, fundamentalmente por el lugar distinto que hombre y mujer ocupan en el Complejo de Edipo.

El goce femenino es también definido por Lacan como un goce no-todo según la lógica diferente que establece para cada posición sexuada masculina y femenina.

Y del lado masculino se sitúa la lógica del para-todo, el uno como totalidad. El no-todo situado en la posición femenina nada tiene que ver con incompletud, idea a la que nos podría llevar una lectura desde lo imaginario edípico en la mujer, ya que en la dialéctica fálica del tener la mujer aparece marcada por un menos. Más bien este no-todo le adjudica un más a nivel del ser.

El no-todo lacaniano quiere decir que no hay límite. Frente a la limitación del todo que supone algo cerrado y delimitado, el no-todo se abre en su infinitud. El no-todo que nos lleva a la mujer una por una frente al todos de la lógica fálica.

El carácter de ilimitado -sin límite constituido- del goce femenino lo coloca fuera de la ley que impone el significante, es por ahí que cuando este goce es alcanzado nos hace pensar en cierto modo de locura. Además no parece que el fantasma tenga posibilidad de operar tal como con el goce fálico ya que el goce femenino no es representable y no se puede presentificar. No capturable por el fantasma, sin límite alguno, sin ley que le encauce… podría acercarse a un modo de locura ¿no?.

Al inicio del Cártel pensé mi trabajo con el título < Goce femenino y su deriva en el amor>. Tenía en mente el desbordamiento, el desenfreno indecible, las concesiones ilimitadas que una mujer puede hacer por una demanda de amor insaciable. La palabra ‘deriva’ para mí era y es importante por esa idea de descarrilamiento pulsional.

Pensaba en las verdaderas mujeres lacanianas, Antígona… Medea. Extraviadas y arrastradas hacia lo ilimitado. Medea llega incluso al asesinato de sus propios hijos. Para Freud el hijo para la mujer sería como posibilidad calmante sustituta simbólica fálica. Para Lacan es cubrir con un velo fálico una nada.

¿Entonces para Lacan la verdadera mujer es la desequilibrada? Parece que la verdadera mujer lacaniana -Medea como paradigma- es la que no disfraza la falta mostrando el acceso al goce. Quedando al descubierto sin velo alguno.

Y en ese primer título pensado ponía ‘deriva’ concretizando ‘en el amor’. Y es que en el goce femenino parece haber una relación amor-goce muy intrínseca formando el amor parte de su goce.

Esta condición erotómana en la mujer no es porque sí, podemos fundamentarla en la relación preedípica freudiana de la niña con la madre en la cual según Freud quedan restos. Después en el diferente atravesamiento edípico, no tiene pene que perder, la castración en ella es equivalente a la pérdida de  amor. En tanto a Lacan, esta condición de amor en el goce del ser femenino tiene su esencia en cierto modo en su teoría del estrago relación madre-hija. El estrago materno, aún y cuando no tenga su manifestación patológica como efecto de la disfunción paterna, sí deja marcas no obstante.

La mujer por amor es capaz de darlo todo y frecuentemente lo que retorna de esa demanda infinita de amor es el estrago, que sería como la otra cara sin límite del amor.

¿Cómo pensar el estatuto del amor en el goce femenino? Nada que ver con el amor narcisista, no se busca la imagen del otro ni del Otro. Se trata del goce del amor. Y si el amor es condición del goce femenino y estamos todo el tiempo apuntando a lo real en este goce… ¿de qué clase de amor se trata?.

En Aún Lacan nos introduce la función del amor de “permitir al goce condescender al deseo”, de permitir establecer una conexión con el Otro. El amor como posibilitador de conexión con el Otro ante el goce pulsional cerrado sobre sí mismo, autoerótico, como es el fálico. Esta función del amor que Lacan introduce le sirve –no sé bien de qué manera- para descompletar por así decir al goce y hacer que se introduzca en la dialéctica del deseo. Este autoerotismo de la pulsión implica en sí mismo que no hay relación sexual, y el amor supliría esta ausencia.

Introduce así en Aún el amor en lo real.

En todo caso en el goce femenino no habría necesidad de establecer el amor como función de conexión al Otro ya que su goce propio consiste en una ligazón al amor del Otro. La posición femenina tiene una relación especial con el Otro. No así la posición macho cerrada al circuito autoerótico de satisfacción pulsional en su exclusivo goce fálico. En el goce femenino no está esa relación cerrada con el objeto pulsional, hay una apertura al Otro, y el amor forma parte del goce mismo.

Cómo pensar este amor en lo real, en amor como goce, esta conexión intrínseca amor-goce en la cuestión del goce femenino.

Y en Miller encuentro precisamente una llamada a tener que construir este estatuto del amor, que está indicado en Aún pero no desarrollado[2].

‘Goce femenino o goce Otro’, goce Otro como goce femenino indica del lado femenino el Otro como alteridad que marca la diferencia encarnada en la mujer tal como Lacan atribuye en Ideas directivas para un Congreso sobre la sexualidad femenina, la alteridad de ser Otra incluso para sí misma. El lugar del Gran Otro aquí lo entendemos como un lugar de goce. Si lo leemos como lugar del goce del ser hablante, el goce femenino aparece ya aquí como el lugar del goce por excelencia. No obstante según la lectura que Miller hace Lacan terminará considerándolo así, el goce femenino como “el goce en tanto tal”.

Lo mismo este Gran Otro del goce femenino se puede leer como el lugar del significante ya que el significante en estos momentos para Lacan no es considerado un mero aniquilador del goce, más bien su efecto, “el lenguaje mismo es aparato de goce” (Aún). De manera que este lugar del Gran Otro es un lugar de goce. El lugar de la palabra es un lugar de goce ya que la palabra es goce en sí misma.

Y las palabras de amor son goce en la mujer.

Acabo con algo acerca de la feminización del mundo.

Se puede considerar feminización la adquisición de un semblante ‘femenino’ que no hace sino ocupar el lugar de la falta de relación sexual como el lugar de lo imposible. Feminizaciones que no serían sino falicizaciones. Enfocar la feminización del mundo dando cuenta de la declinación del Nombre del Padre y sus consecuencias de voluntad de goce.

Pero la feminización del mundo en tanto necesaria o deseable es por el lado de lo que aporta el goce femenino en su dimensión del no-todo. Ante el discurso vigente del todo es posible; ante todo lo medible, evaluable; ante la engañosa igualdad que mata lo propio y un etc… se presenta el no-todo femenino como imposibilidad, marcando la diferencia tan radical como necesaria en el ser hablante.

Ante la falicización que obtura con el semblante fálico, el necesario sostenimiento  de esta apertura.

 

Notas:

[1] Este texto es el producto individual como miembro del Cártel “Cuerpo, locura y arte” constituido en Sevilla en noviembre 2017.    

[2]  Miller, J.A. (2008) El partenaire-síntoma, pág.160. Buenos Aires: Paidós.   

 

Bibliografía:

– Bassols, M. (2017) Lo femenino, entre centro y ausencia. Buenos Aires: Grama Ediciones.

– Camaly, G. (2017) Los impasses de la feminidad. Buenos Aires: Grama Ediciones.

– Francisco, M. de (2016) En femenino singular. Buenos Aires: Grama Ediciones.

– Freud, S. (1945) Más allá del principio de placer en Obras completas Tomo 3. Madrid: Biblioteca Nueva.

– Freud, S. (1945) La organización genital infantil en Obras completas Tomo 3. Madrid: Biblioteca Nueva.

– Freud, S. (1945) Sobre la sexualidad femenina en Obras completas Tomo 3. Madrid: Biblioteca Nueva.

– Freud , S.(1945) La feminidad en Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis en Obras completas Tomo 3. Madrid: Biblioteca Nueva.

– Freud, S. (1945) Análisis terminable e interminable en Obras completas Tomo 3. Madrid: Biblioteca Nueva .

– Lacan, J. (2013) Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina en Escritos 2, Siglo 21. Madrid: Biblioteca Nueva.

– Lacan, J. (2016) El Seminario, libro 20, Aún. Buenos Aires: Paidós.

– Miller, J.A. (2006) Introducción a la clínica lacaniana. Barcelona: Escuela Lacaniana de Psicoanálisis- RBA.

– Miller, J.A. (2008) El partenaire-síntoma. Buenos Aires: Paidós.