Ansiedad pandémica

Por Gabriela Grinbaum.

Desde el comienzo de la pandemia, por alguna razón que desconozco, me piden que escriba sobre ella.

Será quizá porque tengo un gusto por la escritura…

Pero… la pluma se interrumpió y no sabía qué decir.

Eso fue al comienzo del confinamiento en Buenos Aires.

Y quizá por haber sido A.E., me sentía en la obligación de ensayar alguna interpretación sobre los sujetos y los efectos subjetivos de esta catástrofe. Finalmente pude escribir algunas impresiones, efectos en mí respecto al trabajo como analista, a la atención on line, etc.

Estábamos en marzo y dije: “De pronto los sufrimientos de los analizantes, dejaron de ser: “no me llamó”, “congelo o no congelo óvulos”, “Ya no lo amo”, “ no tengo deseo”, “mi padre”, “mi madre”…

El unitema: el virus que corona la tierra.

La información en tiempo real, las cifras que, minuto a minuto, nos hacen saber de otro muerto más, y en Chaco y en China y en Barcelona… son cien, quinientos y dos mil…

Si no entendíamos qué es un real sin ley…

Nos topamos con el real imposible de escribir”.

Acá intentándolo fallidamente, claro.

De la noche a la mañana nos cambió absolutamente la vida.

Así lo dije en esos días:

“Y el pasaje sin escalas de los análisis al videollamado, es decir, el análisis por teléfono o algo así.

Estoy, de a poco, transitando el instante de ver para comprender qué podría ofrecer esa posibilidad a algún analizante y a otro. Pero no me es tan evidente al menos que sea ya y para todos”.

Hasta acá algo de lo dicho en los comienzos….

Pasaron seis meses de esa crónica.

Ya hace rato que mi consultorio es prácticamente el de antes. Recibo a todos mis analizantes por teléfono o por skype. Los que en un comienzo sentían cierta rareza (no mayor a la mía) y detuvieron su análisis, al poco tiempo algunos volvieron, y ya luego de medio año casi todo el resto. Otros, además, comenzaron virtualmente y allá vamos.

Una cita de Jacques-Alain Miller me acompaña:

“Este objeto psicoanalista está desde entonces disponible en el mercado, como se dice, y se presta a usos muy distintos de aquel que fue concebido con el término psicoanálisis puro”. [1]

Odio hablar de la nueva normalidad. Término además que desde Freud hasta el ultimísimo Lacan hemos desterrado con su perlita final “Todo el mundo es loco”. Nunca los analistas fuimos a esa búsqueda que va en dirección contraria al encuentro con la singularidad de cada uno.

Varias palabras que jamás antes siquiera habíamos escuchado, son hoy pronunciadas como significantes amos que gobiernan nuestra vidas… no las voy a nombrar, las saben, desde protocolo hasta distancia social.

Hay una que es la cereza del postre: “Los esenciales”, aquellos que desde el día uno gozaron (o no) del permiso para circular, los exceptuados del confinamiento.

Lo esencial!!!!! Ahí entran en primer lugar los médicos y los trabajadores de la salud, obvio. Y sigue la lista…

¿Es el psicoanálisis algo esencial?

En principio no lo parece. No conforma la lista, para los gobiernos al menos.

Sin embargo, los análisis continuaron. En general, eso ocurrió. Si la presencia del analista, condición para un análisis, puede leerse en la voz o demás, será otro debate que, por el momento, no podremos anticipar. Considero de todas maneras que no tan lejanamente deberemos los analistas ocuparnos de esa conversación. Ya la hemos iniciado en la EOL, pero el tiempo nos permitirá arribar a conclusiones más sólidas.

Me preguntan “Efectos subjetivos de la pandemia”… ¿qué decir sin nuestro lema fundamental del “caso por caso”…?

Voy a decir un significante que en la casuística de mi consultorio comenzó a insistir desde estos últimos tiempos de la pandemia y el confinamiento:

“ANSIEDAD”

La ansiedad así nombrada por muchos, aún cuando la significación, la metonimia asociativa de cada uno arriba a su singularidad, debo decir que en estos días escuché el término “ansiedad” como la tentativa de hacer saber la sensación que los invade con demasiada frecuencia.

La ansiedad es un término de la psicología, no es del psicoanálisis.

Vayamos a ver cuál es su definición: “Estado mental que se caracteriza por una gran inquietud, una intensa excitación y una extrema inseguridad.”

La palabra ansiedad viene del latín anxietas: alteración, congojo, desasosiego, turbación.

La turbación la encontramos en el Seminario de La Angustia.

La turbación o embarazo, señala Lacan allí, implica la repentina pérdida de la potencia, pérdida simbólica.

Se entiende que ese significante cobre protagonismo en estos momentos de barradura extrema, de incertidumbre…

Desde el comienzo de la cuarentena proliferan los artículos con títulos más o menos así: “Sexo en la cuarentena”. En todos los medios, desde los más progresistas hasta los más conservadores.

Con el objetivo de mantener la cuarentena preventiva y obligatoria por coronavirus, el gobierno Nacional alentó la realización del sexo virtual.

Lo que sabíamos y los analistas repetimos hasta el cansancio, es que hay un imperativo de gozar en la época. El hedonismo contemporáneo bajo la modalidad desenfrenada del superyó que empuja a gozar. Y no hay lugar ni permiso para la tristeza, ni para el dolor o la contemplación.

Hay que gozar pase lo que pase.

Lo que me impacta es que ahora, en medio del confinamiento, de los duelos que atravesamos, del miedo de contagiarnos o que se contagie un querido, del horror y la incertidumbre, son los órganos gubernamentales, el Otro real, que nos demanda: “¡Gozá!

Y “La ansiedad” es el nombre con el que Mariana Enriquez, una de las mejores escritoras argentinas contemporáneas, nombró a su crónica de la pandemia.

“Cada día que pasa, pensar en esta pandemia se convierte en una neblina pesada: no veo, estoy perdida, apenas alcanzo a distinguir mis manos si las extiendo”.

Notas

[1] Miller, J-A. Las contraindicaciones al tratamiento psicoanalítico. El caldero de la Escuela 69. Bs.As. Pág. 7.