Consejos al médico (de atención primaria en tiempos de Covid-19)

Por Alejandro Tolosa

Los seres humanos somos seres muy particulares. A diferencia de los animales, nuestra escala filogenética ha permitido que el desarrollo del lóbulo frontal ocupe casi lo mismo que los otros tres lóbulos que forman el cerebro humano. Ahí situamos nuestro razonamiento, nuestra lógica, la comprensión de lo social, etc. Si hablamos más en un registro psicológico o psicoanalítico, podríamos decir que la aparición del lenguaje lo cambió todo. Somos seres que sostenemos nuestra existencia en una estructura simbólica que se encarga de dar una interpretación del mundo. Una estructura que nos permite acceder a la posibilidad de las significaciones y los sentidos.

Es por esto que necesitamos encontrarle sentido a todo. Llevamos muy mal la incertidumbre y necesitamos salir de ella de cualquier forma y a veces, por desgracia, a cualquier precio. La aparición del lenguaje y de lo simbólico ha provocado que hayamos perdido lo instintivo para dar paso a estar sujetos a demandas. Generalmente las necesidades reales quedan suprimidas por demandas, como podemos ver con detalle en casos clínicos de anorexias, ansiedades, depresiones, síntomas que pueden ocultar una demanda de ser atendidos, mirados, reconocidos, curados, protegidos. Demandas que suelen caer en última instancia sobre el médico al que se le exige que cure y sostenga todo tipo de padecimientos.

Estamos seguros que cada uno de vosotros tenéis pacientes que parece que quieren ser escuchados más que otra cosa y por ello se hace muy interesante que el médico pueda escuchar más allá de las demandas del paciente.

La pandemia de la covid 19 irrumpió de forma estrepitosa en todo el mundo y nos arrojó durante muchos meses a la más absoluta indefensión e incertidumbre. Hecho que ha tenido como efecto un antes y un después para muchas personas y que ha generado un sinnúmero de encuentros con lo traumático.

Una de las formas de entender a lo traumático podría ser un acontecimiento extraordinario imprevisible y que sobrepasa la capacidad de cada uno para dar un sentido, un acontecimiento que desborda los mecanismos de defensa de cada sujeto.

En otras palabras, es un hecho que queda por fuera del sistema simbólico y que se repite sin cesar en la experiencia de cada sujeto. Frente a la ausencia de los sentidos, las vivencias traumáticas insisten como una obsesión parasitaria que nos pone de nuevo frente a la inalcanzable experiencia de la muerte o la posibilidad de la misma.

Ahora bien, hablamos de un hecho global pero que afecta de manera singular a cada persona y que nos convoca a los profesionales de la salud a ver más allá de los síntomas que presentan los pacientes en su demanda de ser curados.

La escucha activa del profesional de la salud podría dar un gran empujón para que el paciente salga de la pasiva demanda farmacológica y pueda comprometerse con aquello de lo que padece; dar un paso adelante para poder enfrentar a la incertidumbre e intentar sobreponerse a la fragilidad que nos deja el encuentro con el sinsentido.

Escuchar lo singular del ‘paciente que habla’ en un momento como este, es vital para que surja el campo de la salud mental como un campo al que hay que visibilizar y “desestigmatizar” porque no hay dudas que será el gran protagonista tanto del impasse pandémico como de lo que vendrá justo después.