Por Ariadna Eckerdt.
El presente trabajo se propone tomar los aportes del filósofo alemán Friedrich Nietzsche haciendo hincapié en el concepto de “eterno retorno” y articularlo con lo que Lacan propone en torno al tiempo lógico del análisis.
Sabemos que la idea del tiempo propuesto por Niestzsche, no remite a un concepto circular que vuelve al mismo lugar, exactamente de la misma forma, sino como una fuerza que parte del hombre, una fuerza de voluntad que transforma al hombre separándolo de los viejos valores por la máxima de su propia voluntad, que lo lleva a convertirse en el superhombre, dueño de su destino por medio de la muerte de Dios.
Ahora sabemos que Lacan no hace una referencia directa al filósofo antes mencionado, pero podemos pensar en la influencia de Niestzsche en relación a la concepción en torno al tiempo planteado por Lacan, ese tiempo que no responde a la cronología sino que es un tiempo que funciona en retroacción, el fin de la frase determina el principio de la misma, entonces tal vez podemos comparar esta idea de un tiempo que vuelve pero que vuelve a dejar algo más en cada retorno.
Nietzsche y el eterno retorno
La filosofía de Nietzsche presenta una fuerte crítica al cristianismo imperante de su época, considerando que este se trataría de un régimen que construye esclavos, ya que los hombres bajo este mandato deben guiar sus conductas en base a una moral que les es impuesta por un otro, en este caso Dios, poseedor de la verdad universal del bien vivir bajo el imperativo de la moral cristiana.
Frente a esto, Nietzsche propone su frase célebre: “Dios ha muerto”, liberado de las ataduras de un ser supremo que determina el destino de los hombres, se apunta a poner en el centro del relato al hombre en su potencialidad y por medio de la aceptación de la vida como una voluntad infinita, una voluntad que está regida por luchas internas de pulsiones, contradicciones, irracionalidades, desorden y caos; pero que por medio de la aceptación de esto se llegara al superhombre; este se presentaría como una mejor versión de sí mismo, alguien que ha podido transmutar los valores cristianos por otros que van de la mano de la mejoría para el pleno vivir; frente a esto dice:
¡Ante Dios! ¡Pero este Dios ha muerto! Hombre superior, este Dios fue tu mayor peligro. Al bajar él a la tumba, vosotros habéis resucitado. ¡Sólo ahora llegara el gran mediodía! ¡Solo ahora el hombre superior llegara a ser amo (…) Dios ha muerto; viva el super hombre, tal es nuestra voluntad! (Nietzsche, 1885 [1999], p 273).
Para acceder a este superhombre queda apoyarse el poder infinito de la vida, infinito significa que no posee límites, que no hay un fin a esto, es decir que la potencialidad existirá siempre, es decir un tiempo que no se acaba, ni llega a un desenlace ni a una conclusión. Para acceder a este poder infinito de la vida, Nietzsche propone como modelo al dios Dionisio, quien presenta las características de lo impulsivo, el exceso, la sensualidad y sexualidad y es un modelo de afirmación a la vida, aceptándola con los dolores propios de vivir. Lo planteado anteriormente, es lo que conlleva a la trasmutación de valores, romper con aquello propuesto por la fe cristiana, que iría más de la mano del dios Apolo, como el razonamiento y la serenidad, para abocarse a un desenfreno de aceptación por la vida como es, viviendo pasionalmente lo que la misma tiene para ofrecer y de ahí poder acceder al poder ilimitado que la vida da.
De esta manera, el superhombre aparece como aquel que rompe con el molde de esclavitud que propone el cristianismo, que pone un ser superior que determina cómo debe el hombre vivir, lo que para Nietzsche será la moral de señores que implementa una jerarquía acorde a la mayor adaptación a la norma determinada por uno solo, por una moral donde es el hombre quien determina su propio destino, por medio de la voluntad de poder, que es una fuerza inherente al ser humano que puja por llevar al hombre a vivir según su máxima potencialidad.
Podemos decir entonces que nos encontramos frente a un tiempo infinito de potencialidad que rompe también con la concepción de tiempo cronológico y lineal, para esto Nietzsche se sirve del “eterno retorno”. En un pasaje de “Así hablaba Zarastrusta” se reconoce esta crítica al tiempo lineal bajo la concepción de “todo lo recto miente (…) toda verdad es torcida, el tiempo mismo es un círculo” (1885 [1999], p 155)
La concepción del “eterno retorno” remite al tiempo no como repetición de lo ya acontecido, ni circularidad del tiempo, donde no hay capacidad de transformación porque todo empieza donde termina, tampoco es el tiempo eterno; el eterno retorno apunta a la voluntad del hombre, a la decisión del hombre por querer retornar a ese momento considerando que si fue fiel a su voluntad de vivir, es impensable no querer volver a vivir y hasta sentir esa potencialidad. El hombre como autor de su destino, no preso de un tiempo que lo condena por su pasado, en el cual debe remedir el pecado en el presente para vivir un futuro mejor, sino un hombre que al vivir según su potencialidad desea volver a vivir al infinito esta vida y no otra. En la Gaya ciencia, el autor dice:
¿Qué dirías si un día o una noche se introdujera furtivamente un demonio en tu más honda soledad y te dijera: «Esta vida, tal como la vives ahora y cómo la has vivido, deberás vivirla una e innumerables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, (…) ¿No te tirarías al suelo rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que así te hablara? ¿O vivirías un formidable instante en el que serías capaz de responder: «Tú eres un dios; nunca había oído cosas más divinas»?
Si te dominará este pensamiento, te transformaría, convirtiéndote en otro diferente al que eres, hasta quizás torturándote. La pregunta hecha en relación con todo y con cada cosa: «¿quieres que se repita esto una e innumerables veces más?» (Nietzsche, 1882 [2020], p133.
Esta concepción de un tiempo que vuelve, que es circular está sustentado en lo que proponía Aristóteles del tiempo como eterno, en el imperio babilónico creían en el tiempo cíclico que se reproducía eternamente o la cultura mesoamericana que sostenía los ciclos naturales que se repetían cada x cantidad de años, por supuesto sostenido tal vez en los ciclos de la naturaleza (Moreno, 2020), ahora el cristianismo propone un antes y un después, con la aparición de Dios la historia se divide en un antes y un después de cristo, dándole al tiempo una linealidad, un paso marcado por lo que hubo antes y por lo que sucederá después, un efecto y una causa.
El eterno retorno apunta a una visión que no se trata solamente de que el hombre pueda vivir penalmente según su deseo, “sino del hecho que instantes de este tipo son posibles sólo a condición de una radical transformación que suprima la distinción entre mundo verdadero y mundo aparente y todas sus implicaciones” (Vattimo, 1985 [1996], p 104), para Nietzsche, no hay un mundo real y un mundo ficticio, solo está el devenir de las cosas, que apunta a no valorizar más las ideas por las sensaciones, de ahí radica la importancia de poder transmutar, dejar de intentar poner en lugar de superioridad una cosa sobre otra, para que todo sea válido para la mejoría del hombre, en esto se sostiene su idea de un tiempo no cronológico, podríamos arriesgar decir que es un tiempo lógico, apunta a la lógica de un proceso que empuja al hombre a su mejor versión de sí mismo.
Lacan y el tiempo lógico
Lacan propone un tiempo que rompe con el corte evolutivo de la psicología, para el psicoanálisis el tiempo es lógico no cronológico, como dice Lacan en “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada” si nos orientamos por la cronología del tiempo el discurso queda alienado a meros signos, en cambio “mostrar que la instancia del tiempo se presenta bajo un modo diferente en cada uno de [los] momentos es preservar su jerarquía revelando en ellos una discontinuidad tonal, esencial para su valor” (Lacan, 1945, p 199).
En esa lógica de la temporalidad lacaniana, se juega con la retroacción, es decir que un significante sólo puede ser significado en relación a otro significante, sólo podremos entender el comienzo de la frase, llegando a su final para volver al principio, en cada vuelta que da el significante se resignifica lo ya dicho; esto es uno de los ejes a los que apunta el análisis, en sus formas de intervención, está el corte como modo de marcar un freno a ese circuito para poder retomar una nueva vuelta diferente, marcando un significante en la cadena que remite al ser del sujeto, ahí es donde el verdadero sujeto aparece, entre ese significante primero y el significante segundo que lo significa, es a su vez la forma en que opera el tiempo del inconsciente lacaniano, ya que aparece en un instante a modo de extravió, y que será un re-hallazgo, porque ya existió antes de que se manifestara, Lacan dice: “el inconsciente es el sujeto, en tanto alienado en su historia, donde el síncopa del discurso se une a su deseo” (1964 [1993], p 34), es decir el inconsciente es el discurso del Otro, a quien el sujeto siempre se dirige en búsqueda de una respuesta y que por ende retrasmite su falla en esa respuesta, se podría decir que:
Es el discurso del circuito en el cual estoy integrado. Soy uno de esos eslabones. Es el discurso de mi padre (…) en tanto que mi padre ha cometido faltas que estoy absolutamente condenado a reproducir (…) estoy condenado a reproducirlas porque es preciso que retome el discurso que él me lego, no porque soy su hijo, sino porque la cadena del discurso no es algo que alguien pueda detener, y yo estoy (…) encargado de trasmitirlo en su forma aberrante a algún otro (Lacan, 1955, p 141)
El orden de la repetición del significante remite al registro de lo simbólico, donde podemos tomar los aportes de la diacronía y sincronía, permitiéndole a Lacan tomar el tiempo en dos formas, una en relación a su proceso y la otra en torno a un momento particular, lo que él hará será interrelación estas dos formas para pensar que en el devenir de los acontecimientos, que no son lineales, no tienen una orientación definida (el uso de los vectores en su topología de red permiten observar la falta de una sola dirección) se encuentran con un momentos de irrupción que determina que ahí se genere una marca que cambiará el devenir de ese acontecimiento transformándolo, esto es lo que denominará punto de capitón, puntos que anudan la historia del sujeto con un espacio particular que condiciona, esta figura se puede ver en el uso del grafo de la comunicación, que Lacan utiliza para explicar la retroacción, donde un vector mantiene un movimiento regrediente, otro un vector progrediente y en la juntura se produce ese punto de basta que anuda los movimientos temporales.
Esta forma de concepción del tiempo se sustenta en la figura topológica de la banda de Moebius:
La misma consta de una tira que se pega en sus extremos con una torsión en el medio, esto genera que el espacio cambie en su forma, ya que el derecho y el revés aparezcan en una continuidad, el más claro ejemplo es el de un hombre caminando por la tira no se dará cuenta en que momento paso de un lado al otro, esta figura topológica sin borde, ofrece la concepción del tiempo continuo, ya que al no haber borde no hay espacio delimitado sólo la transición de los elementos que marcan una temporalidad no lineal; en esta banda se colocará el significante y el significado, cada uno en su respectiva cara que no es más que la misma, pero “su diferencia no se apoya sino sobre un factor temporal. Un significante significa algo en un momento dado, en un determinado contexto de discurso, pero no se podría dar a un significante su significado en el mismo instante” (Granon-Lafont, 1999, p 41), esto nos deja con las reglas del significante para el psicoanálisis, entre los significantes no hay relación de equivalencia, no se significan a sí mismo, la significación se produce en torno a un vacío de referencia.
Así mismo la banda de Moebius tiene la forma de un ocho interior, que nos permite pensar en dos rizos que se irían cerrando, el trazo interno que marca la repetición del significante que insiste, que se repite sobre sí mismo en cada vuelta, que cierra los rizos sobre sí mismos; pero para Lacan “aunque se repita, el elemento no es el mismo, esto permite advertir el efecto progresivo de lo que se llama regresión (…) la regresión, por ser una repetición (…) no es la misma cosa que en ella se repite” (Granon-Laofont, 1999, pp 42-43), porque en esa repetición aparece la dimensión del deseo; es en este punto donde algo se toca y donde el analista debe intervenir con el corte, este lo que genera sobre la banda es una modificación, Si el corte se efectúa en la mitad de la cinta, se obtiene una banda más larga de dos semitorsiones; si a esta nueva banda se la vuelve a cortar a lo largo, se logran otras dos bandas entrelazadas; si el corte se hace a cualquier otra distancia del borde, se obtienen dos diferentes cintas entrelazadas: una de igual longitud a la original, y otra con el doble de longitud, la banda se transforma pero sigue existiendo como tal, porque:
Siempre habrá una banda de Moebius en tanto que algo de la banda quede (…) es una superficie tal que el corte trazado en su medio es la banda (…) en su esencia es el corte mismo [por eso] puede ser para nosotros el soporte estructural de la constitución del sujeto como divisible (Lacan, 1965, s/p).
Es por lo antes dicho que Lacan (1969) afirma que la praxis psicoanalítica reconoce en el deseo la verdad del sujeto. Es así que el deseo aparece como lo que insiste en cada acto, síntoma, sueño, del paciente, a la vez que el tiempo en el que surge el significante que se repite es un instante que debe ser capturado para poder reconocer qué de la aparición de un sujeto queda marcada ahí.
Justamente esto distingue al psicoanálisis de cualquier otra terapéutica, Lacan (1969) menciona “el análisis sigue siendo la experiencia que volvió a dar al máximo su importancia a la función fecunda del deseo como tal” (p. 12) Esto mismo es la ética del psicoanálisis, una ética diferente a la que postulan otras disciplinas, el psicoanálisis sostiene una concepción ética desde la cual se ve al bien supremo como un obstáculo en los caminos del deseo, de modo tal que el deseo del analista nunca podría estar relacionado con el hacer el bien.
Conclusión
Con el presente artículo, se intentó realizar un recorrido por la concepción de eterno retorno de Nietzsche y el tiempo para Lacan, se puede pensar un paralelismo entre el concepto de eterno retorno con la banda de Moebius, un elemento topológico que Lacan utiliza para pensar la introducción del significante, la repetición y el corte de sesión, sirviéndose de un tiempo lógico como opuesto al tiempo cronológico.
Se entiende que el eterno retorno es una concepción de Nietzsche íntimamente relacionada a la trasmutación de valores y a la potencialidad de vivir, frente a la afirmación contundente que la vida vuelve a repetirse una y otra vez, pensar si estaríamos totalmente dispuestos a querer vivir ese momento, el deseo de volver a ese momento irá de la mano de que lo que se hizo está sustentado en la máxima potencialidad de vivir, no es un repetir de una vez y otra lo mismo, sino que es un repetir desde un plus que dice de la potencialidad; acaso no podríamos pensar que es en la instancia significante como un eterno retorno, eso que insiste en repetirse, que da vuelta sobre la banda de Moebius, marcando un trazo, un trazo que va acercando al sujeto a su deseo, esté es para el psicoanálisis, la potencialidad de vivir, poder abordar el deseo, no como una meta a alcanzar a la distancia de un tiempo cronológico, sino algo que está en el vacío del existir, vacío de existir por sí mismo, en esas vueltas encontrarse con el Otro del discurso que diga del ser para abordar el objeto de deseo.
Bibliografía
– Nietzsche, F, (1882) La gaya ciencia. Recuperado en http://www.librear.com [2020]
– Nietzsche, F (1885) Asi hablaba Zarastruta. Editorial Edicomunicación. Barcelona [1999]
– Moreno, D (2020) Acercamientos a la percepción del tiempo y sus implicaciones en la historia recuperado en file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Dialnet-AcercamientoALaPercepcionDelTiempoYSusImplicacione-1036661.pdf
– Vattimo, G (1985) Introducción a Nietzsche. Editorial Península. Barcelona [1996]
– Granon-Lafont, J (1999) La topología básica de Jacques Lacan, Ediciones nueva visión. Buenos Aires
– Lacan, J (1945) El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofismo en Escritos 1. Editorial Siglo XXI. Buenos Aires
– Lacan, J (1954-1955) Clase VII el circuito en seminario 2: el yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítico. Editorial Paidos. Buenos Aires [2010]
– Lacan, J (1965) Seminario 13: el objeto del psicoanálisis, Clase 3 del 15 de Diciembre de 1965, no establecido, consultado en http://www.psicoanalisis.org/lacan/seminario13.htm[2020]
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