Del Otro del código al Otro deseante: Introducción al grafo elemental

Por Andel Balseiro

Una verdad se anuncia

Lacan refiere en el Seminario 3, ‘Las Psicosis’ el problema de la relación del significante con el significado, con el esquema de Ferdinand de Saussure:

En él se representa el doble flujo que siguen el significante y el significado, “condenados a un perpetuo deslizamiento el uno encima del otro”. La relación del significante con el significado es arbitraria y revisable en base al uso. Esto es lingüística.

Pero las cosas van más allá, y es el significante el que ab origine inaugura la realidad – simbólica –del sujeto; y da la posibilidad en sí de cualquier significado. Para representar esta relación arbitraria, Lacan se inventa el ‘punto de capitonado’:

En él,

  • la cadena significante (1) avanza de izquierda a derecha, con el decir; mientras que
  • el significado (2)la atraviesa de derecha a izquierda, de manera retroactiva (nachträglich).

Un doble movimiento temporal, donde el significado engancha al significante.

Por ejemplo: es al terminar una frase que lo dicho cobra su sentido, y se completa un movimiento hacia atrás que resignifica toda la cadena significante y la fija a su significado singular. Esto detiene el deslizamiento entre significante y significado, en ese momento, para ese sujeto.

Las claves topológicas que queremos retener en este grafo son:

  • esta retroacción, inherente a lo discursivo,
  • la simultaneidad, el movimiento discurre por las dos cadenas a la vez; y
  • la intersección, que involucra una cadena en la otra, y viceversa.

Explicaremos el desarrollo del Grafo Elemental en el Seminario 5, ‘Las Formaciones del Inconsciente’, con el que después construirá su famoso Grafo el Deseo en dos pisos. Estamos de lleno en el momento de la primacía de lo Simbólico en su enseñanza.

En este nuevo grafo las dos líneas están por entero en el plano significante, los efectos sobre el significado no se encuentran directamente representados en este nuevo grafo, aunque estarán implicados. Aquí las dos líneas serán:

  • La cadena significante (1): en tanto que es permeable a los efectos propiamente significantes: metáfora y metonimia, juegos fonemáticos, descomposición, resonancia, reinterpretación, etc. Es lo significante como tal, con lo que se puede jugar con operaciones significantes.
  • El discurso racional (2): el discurso corriente, definido por puntos de referencia fijos.En él el sentido viene ya dado, no hay creación. Es “el discurso que se puede grabar en un disco”, el discurso vacío. Sería la intención del discurso.

Lacan lo introduce a propósito del funcionamiento de la agudeza – el Witz que Freud analizó como paradigma de formación del inconsciente– y le servirá no solo para formalizar el decir del inconsciente en el psicoanálisis, sino como topología inaugural del sujeto a partir del Otro.

Empecemos por el final: ¿qué ocurre cuando el discurso no pasa en absoluto por la cadena significante? El discurso pasa en cortocircuito por β-β’. Definamos los términos:

  • β: es el Yo (Je), el lugar del que habla en el discurso, donde el sujeto se produce como aquel que habla.
  • β’: es el Objeto Metonímico, el objeto al que apunta el deseo, pero que nunca es el objeto de la falta primordial, siempre es otro, “siempre está situado en otra parte”.

En este caso, el discurso no dice absolutamente nada, es el discurso vacío, “el molinillo de palabras”. Esto es el discurso común, en el que casi siempre estamos. El nivel β- β’ es entonces el nivel imaginario, donde se realiza la relación especular. El sujeto con su objeto, sin el Otro, hablando para no decir nada. Es la repetición.

¿Cuál sería un escenario mejor? Que el discurso, en lugar de huir por el cortocircuito imaginario, atraviese la cadena significante y haga así funcionar todo el aparato del grafo, que permitirá la creación de un nuevo sentido. El primer punto que se encontrará será:

  • α: que es el Código, el haz de los empleos del significante; que se encuentra en el Otro, lugar desde el que se escucha el discurso. El Otro, A, es entonces a la vez la sede del código del Sujeto, tesoro de los significantes; y el lugar al que se dirige el discurso, “compañero de lenguaje”.

Vuela desde α por la línea superior y el siguiente punto en que encuentra la cadena significante es:

  • γ: que remata el bucle y es precisamente donde, a partir del código con el que se ha encontrado primero, se construye el Mensaje: un nuevo sentido fruto de la conjunción del discurso con el significante. [1]

Para Lacan, el sentido reside en la relación de un significante con otro significante. Es lo que ocurre en la metáfora, donde un significante sustituye a otro significante, creando así un nuevo significado. La metáfora, preside así la evolución de la lengua, pero también la creación del propio sentido en cuanto en él se incluye el sujeto. Esto tiene su momento inaugural en la Metáfora del Nombre del Padre, desde donde puede advenir no solo un sentido para la vida, sino la posibilidad de cualquier sentido. Así postula en este momento también el psicoanálisis: la creación de un nuevo sentido a partir del inconsciente como significante. Una nueva alianza significante, una palabra plena. Al final del análisis hay “algo nuevo en el decir”.

Cuando se atraviesa la cadena significante, puede construirse en M un mensaje de manera retroactiva partiendo desde A, el Otro del Código. El Mensaje reside en su diferencia respecto al Código. Este movimiento retroactivo del discurso sobre la cadena significante es la Significación.

Puede, entonces, anunciarse una verdad en M, un nuevo sentido que apunta a una verdad del sujeto inconsciente.

Una palabra ambigua, un lapsus, un neologismo, una agudeza, etc. Es en la línea de retorno de A a M donde puede surgir, pero, para que se constituya, es necesario que este nuevo sentido sea sancionado como tal por el Otro.

Esto es una agudeza

Cuenta Hyrsch-Hyacinth, judío de Hamburgo que colecciona boletos de lotería, menesteroso y famélico; que tuvo la suerte de encontrarse al Barón Rothschild, banquero austriaco, quien lo trató con la condescendencia propia de un rico. Dice:

Y así, verdaderamente, señor Doctor ha querido Dios concederme toda su gracia; tomé asiento junto a Salomón Rothschild y él me trató como a uno de los suyos, por entero famillonariamente”. [2]

¿Qué significa esta extraña palabra? Comienza como familiar, finaliza con millonaria… Se trata de un chiste, una agudeza que inventa el poeta Heinrich Heine en Cuadros de Viaje. Freud lo señala en El chiste y su relación con lo inconciente, el proceso del pensamiento ha sido:

R. me trató de una forma por entero familiar,

O sea, todo lo que puede hacerlo un millonario

Pero en la agudeza no está así de repartido. ¡Dónde estaría la gracia! Está condensado en un aparente sinsentido. Esperamos familiar pero en su lugar aparece famillonaria. Primero surge la sorpresa y, después, en el placer de la resolución de su significado, la risa.

¿Cómo se ha creado este nuevo sentido? Mediante un juego significante. El significante familiar sale y aparece la forma condensada famillonaria en su lugar, que expresa algo distinto de familiar y de millonario.

Sobre el grafo:

Las cosas transcurren simultáneamente por las dos líneas en tres tiempos.

En el discurso:

  1. Parte del Otro y va a reflejarse al Yo (Je). Parte del Otro en lugar de partir del Yo (Je) porque el decir es formulado a partir del sistema significante del Otro – lo explicaremos más adelante en la formulación de la Demanda.
  2. Tras reflejarse y verse implicado, el Yo (Je) de la enunciación se dirige ahora sí hacia el Otro, lo invoca; a Salomón Rothschild, Otro del chiste: “Yo tenía con Salomón Rothschild un trato del todo familiar”. [3]
  3. Tras pasar por el Otro se va volando hacia el Mensaje, donde encontrará de nuevo la cadena significante.

En la cadena significante, simultáneos uno a uno con los tres tiempos del discurso:

  1. Se dirige a M, en calidad de un esbozo del Mensaje.
  2. Va a reflejarse sobre el Objeto Metonímico, el “millionario” de Hyrsch-Hyacinth, puesto que de esto se trata para él, de su millonario. Este es el objeto de deseo que le convoca a él.
  3. Es entonces reflejado hacia M de nuevo donde se encuentran “familiar” y “millonario”.

Ahí se conjuga el Famillionario, personaje irónico, irrisión del millonario. Es un mensaje incongruente, puesto que no es un significante existente en el código; es una creación inicialmente sin sentido. Para que no sea solo una incongruencia, esto debe ser autentificado por el Otro, que debe reconocerlo como agudeza. El Mensaje, tras ser creado en M, debe viajar de nuevo hacia el Otro, A, y este debe devolver la pelota de nuevo hacia M sancionando: Esto es una agudeza.

Este circuito M-A-M, que Lacan califica como apasionante, es donde verdaderamente se crea el sentido, donde puede realizarse la verdad. Es importante notar que en el tercer tiempo la línea del discurso se conjuga desde dos direcciones – la llegada de la flecha de (3), y de la flecha de (III)– y forma el mensaje en M. Esto dista mucho de ser unívoco y con eso precisamente juega el chiste: sorprende voluntariamente con una discordancia inesperada en el decir.

Pero cuando este encuentro en M no es voluntario y no llega con la sincronía perfecta, estamos en el lapsus, en el tropiezo verbal. Hyrsch-Hyacinth podría no haber querido hacer ningún chiste, no querer saber nada de su deseo o su frustración. Famillonario podría haber sido el escándalo involuntario que apareciese para revelar la verdad de su inconsciente: que Rothschild no le fue en absoluto tan familiar como él hubiera deseado.

Lo mismo ocurre con el olvido, que Lacan ejemplifica con el famoso olvido del nombre Signorelli por parte de Freud. La formación metafórica que debería ocurrir en M, por la relación significante de Signor con Herr fracasa, debido a que el objeto metonímico al que apunta Herr – esto es, la muerte indecible resulta insoportable para Freud y es reprimido. El circuito en el grafo se interrumpe y en el lugar donde debiera surgir una metáfora en M, nada aparece: solo un olvido, un lugar vacío. Es de vital importancia en la clínica proceder como lo hace Freud, persiguiendo en el significante las ruinas del objeto metonímico, para encontrarlo y recuperar esta verdad inconsciente: Boltraffio, Boticelli, etc.

En resumen, cuando el inconsciente aflora en una de sus formaciones, no hay producción de verdad sin la sanción del Otro: esto es la verdad.

Esta profunda división del sujeto, esta alienación con respecto a nuestros propios motivos, nacería en el momento en que nos constituimos como una Demanda formulada a partir del sistema del Otro.

El pedigüeño

Parte aquí del momento mítico infantil de la primera necesidad: la primera articulación de una demanda, una demanda que pasa. El discurso va perfectamente de δ’ a δ, no se refleja en ninguna parte, es admitido.

Está la línea de la llamada, la intención, del niño; y al mismo tiempo la del significante, por desordenada que sea. En este caso se encontrarían en el segundo tiempo – 2 y II, respectivamente– a la vez en M y en A. Se determinan a la vez y correlativamente el Mensaje y el Otro. Este primer ejercicio del significante marcaría al sujeto para siempre. Lo que se pide se determina a la vez que a quién. Ya que es un caso ideal, en el tercer tiempo la demanda encontraría exactamente lo que busca, y el Otro la retomaría. Es el éxito mítico del ejercicio del significante.

Lo que empezó como necesidad se llamará Demanda. El niño realiza la llamada y encuentra la cadena significante, el Otro como lugar del Código, allí donde se acoge la Demanda. El Sujeto se constituye así en el lenguaje.

A partir de aquí todo será distinto. Para explicarlo, Lacan recurre a la figura del pedigüeño. Un pedigüeño no presenta su demanda al desnudo, se dirige de manera distinta a la dama caritativa que al banquero; y pide a veces algo en nombre de otra cosa que quizá también necesita. Pide, en definitiva, de la manera que mejor sea admitida por el Otro.

Estamos ya en el recorrido definitivo, el visto para el Witz. Su demanda se formula a partir del Otro (1) y, correlativamente, el objeto es el objeto admisible para el Otro(II). Es decir, el objeto que el Otro también tiene a bien desear.

Es la mejor metáfora de la Demanda a nivel inconsciente. La Demanda se formula a partir del Otro, el Objeto Metonímico es el objeto admisible por el Otro. Así, igual que en la agudeza o el lapsus, el Mensaje que así se conjuga en M es portador de ambigüedad, está alienado desde el principio en tanto que parte del Otro, que se formula desde el deseo del Otro. En esta ambigüedad se realiza la imposibilidad de satisfacción.

Se estructuraría así el sujeto como efecto de una Demanda dirigida desde el Otro. Pero no será completo hasta que se configure el campo más allá de la Demanda, esto es: el deseo.

Para que un chiste haga gracia, dice Lacan, el Otro debe ser de la parroquia. El Otro, esta vez ya como sujeto, remitirá la agudeza a su propio sistema significante. Validará en él si esta le conmueve. Esto prolonga a un segundo piso en el grafo, con el sistema del Otro superpuesto.

Esto es lo que ocurre en el plano de la Demanda: esta es remitida a un tribunal superior. Es necesario que haya en el Otro un lugar que, representando la ley, deje pasar. Esto sería el Nombre del Padre. Lacan comienza a esbozar así la construcción del Grafo del Deseo en dos pisos.

En este desfasaje entre toda intención y toda Demanda estaría el deseo. Y es el Otro como Sujeto, descompletado, barrado por su propio deseo – ya no solo en condición del lugar del Código– lo que permitiría que se instituya.

Está la Otra cosa del deseo, que todas las historias del Witz ponen de relieve: uno demanda algo, pero en realidad el deseo es de otra cosa y, cuando le dan lo que ha pedido, sigue en falta de lo que sigue deseando. En este desfase está el inconsciente” [4].



Notas

[1] De ahora en adelante notaremos α=A, y γ=M.
[2] Heine, Heinrich (1920). Cuadros de Viaje. Gredos.
[3] Freud señala que hay tres personas en el chiste: el sujeto, el Otro que aparece en la historia, y el Otro al que se cuenta el chiste
[4] Miller, Jacques-Allain (1998). Lectura del Seminario 5 de Jacques Lacan. Ed. Paidós. Pág. 56


Bibliografía

-Freud, Sigmund (1905). Obras Completas. Vol.VIII. El chiste y su relación con el inconciente.
-Lacan, J. (1956). Seminario 3: Las psicosis.
-Lacan, J. (1958). Seminario 5: Las formaciones del Inconsciente.
-Miller, Jacques-Allain (1998). Lectura del Seminario 5 de Jacques Lacan. Ed. Paidós.