Por Alejandra González Ruiz [*]
En marzo del 2020, un acontecimiento global se hizo presente en nuestras vidas. Un encuentro con lo imprevisto, con lo súbito. Un real sin ley que modificó – y modifica – nuestras vidas. Emergió un nuevo significante, coronavirus; empezando a circular de modo singular en cada uno de los sujetos.
Respecto de nuestra práctica analítica en particular, las disposiciones y distanciamiento social a raíz del Estado de Alarma tuvieron efecto directo en el ejercicio de nuestra práctica, surgieron muchos interrogantes y nos convocaba la necesidad de buscar soluciones para continuar nuestro trabajo. Como decía Lacan en el Seminario II comenzó a “cosquillear esa necesidad de renovación, que no siempre es lo mejor, pues para progresar hay que saber volver sobre las cosas” [1].
Volver a Freud con Lacan y repensar los avatares que superó en la clínica dejándose enseñar tomó especial relevancia.
Para Freud, sólo se podía aprender en los libros las aperturas y los finales, puesto que las variantes que se abren a partir de las primeras son casi infinitas. Es decir que hay un juego medio, complejo, rico, impredecible….
Los seres humanos sostenemos nuestra existencia en una estructura simbólica que nos permite acceder a las significaciones y al sentido. La lógica del lenguaje es lo que nos hace seres hablantes a la vez que nos modifica, nos hace seres sociales y culturales. No podemos pensar al sujeto, ni a su malestar, sin referencia a la cultura en la que se encuentra inmerso.
Época ésta de cambios vertiginosos donde nos movemos en terrenos poco firmes, cambios rodeados de incertidumbre que van de la mano de diversas respuestas psíquicas.
En 1929 Freud escribe El malestar en la cultura, donde plasma su inquietud ya presente en escritos anteriores sobre el malestar del ser inmerso en su cultura. Entre otras cuestiones, dice que la felicidad está todo el tiempo obstaculizada. El ser humano, por las características de su condición subjetiva no reúne las condiciones para acceder a la felicidad. Plantea el antagonismo entre las exigencias pulsionales y las restricciones impuestas por la cultura. Afirma que para que exista civilización es necesario que haya una renuncia pulsional. El título que inicialmente eligió fue: la infelicidad en la cultura, al que más tarde reemplazó por malestar. Allí expresaba“ la vida como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla, no podemos prescindir de calmantes. Los hay, quizá de tres clases: poderosas distracciones, que nos hagan valuar en poco nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas, que la reduzcan, y sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ellas” [2].
En el mismo texto señala: El programa que nos impone el principio de placer, el de ser felices, es irrealizable; empero, no es lícito- más bien: no es posible-resignar los empeños por acercarse de algún modo a su cumplimiento(…) Sobre este punto no existe consejo válido para todos, cada quien tiene que ensayar por sí mismo la manera en que puede alcanzar la bienaventuranza [3].
La época actual, dista mucho de la época de Freud, sociedad hipermoderna basada en tres componentes: el mercado, la eficiencia técnica y el individualismo. Se caracteriza por lo efímero, la prisa y la inmediatez entre otras cosas. Los objetos de consumo han reemplazado los ideales que en la época de Freud eran los que ordenaban la existencia de los individuos, ahora son ellos los que han tomado valor de ideales.
Se trata de maximizar el placer, se apunta a lugares comunes, mostrando que, consiguiendo un objeto, una mercancía se encontrará la completud.
En concordancia con lo que ofrece el Amo Contemporáneo los avances en farmacología, bioquímica y neurociencias proponen toda una amplia gama de medicamentos para apaciguar y controlar no sólo las enfermedades mentales sino también aquellas situaciones de angustia y dolor que se nos presenten en el transcurso de nuestras vidas.
La irrupción de lo no previsible y la angustia que desborda al sujeto se vive como urgencia que requiere tratamiento inmediato (fármaco que erradique). Se pretende crear un sujeto en armonía con su medio, sin malestares ni dolencias físicas o psíquicas. En este contexto lo que se convierte en inarmónico es la ilusoria pretensión de erradicar la angustia.
Toda época tiene efectos en la subjetividad lo que no implica que todo malestar sea reductible a los parámetros actuales de sólo lo observable o, a una concepción genética neuronal. El sujeto no puede advenir allí donde prima el precepto técnico universal. El análisis como ciencia es siempre una ciencia de lo particular.
Al contrario del capitalismo, el psicoanálisis privilegia la noción del deseo por encima del criterio de felicidad. Es una experiencia con la palabra que se establece dentro de la lógica del uno por uno, siendo el analista su instrumento, que brinda un espacio vehiculizado por la palabra donde poder desplegar el sufrimiento, a la vez que oferta un tiempo para comprender los malestares y síntomas que le aquejan a quien consulta.
La angustia, único afecto que no engaña, es la angustia de un sujeto que habla, y es a través de lo que el sujeto nos dice cómo vamos a poder tratarla y cernir su causa. Es por medio del síntoma que llegamos a tratarla. El síntoma, es el modo de arreglárselas con el malestar en la cultura, con eso que no anda.
Transcurridos casi dos años de la presencia de la covid 19 constato día a día que los sujetos en tratamiento hablan de sus malestares habituales sin que la pandemia ocupe un lugar significativo, incluso en sujetos contagiados.
Con la expansión del virus el sentimiento de incertidumbre y la angustia se han generalizado, a la vez que se produjo un aumento en la intensidad de ciertas problemáticas que estaban ya presentes como por ejemplo la tendencia a la soledad que se transformó en aislamiento extremo o la emergencia de distintas manifestaciones corporales, desplazándose de un signo a otro; junto a sus correspondientes psicofármacos (en sujetos cada vez más jóvenes …).
Posiblemente, en muchos casos, la irrupción del coronavirus ha sido el punto de partida para una crisis y lo que generó el movimiento a consultar. Un encuentro con lo real que produjo desequilibrio en los fantasmas.
Tal fue el caso de una joven, que pide una entrevista porque lleva largo tiempo angustiada y dos episodios de desmayos la interrogan. “Llevo dudas respecto a seguir con mi pareja, pensaba que lo que me pasaba era por la sobrecarga laboral y el teletrabajo, pero quizás el peso que llevo con él tiene algo que ver… Ahora todo se agravó por estar aislados en casa con síntomas de coronavirus”.
Frente a lo Real nos queda la palabra, la conversación. Freud se dejaba orientar por la clínica, introduce así un método cuya “originalidad reside en los medios de los que se priva”, según dijo Lacan en Escritos I [4].
Fue crucial el abandono por parte de Freud de la posición del amo, tan presente en el campo de la medicina donde él se inició. Primero abandona la sugestión, para luego dejar la hipnosis. En Conferencias de Introducción al psicoanálisis manifiesta: “Ahora ustedes comprenden que el psicoanálisis sigue la técnica de hacerse decir por los mismos a quienes estudia, si ella cabe, la solución de sus enigmas.” Prosigue, hay un saber del que el sujeto” no sabe que sabe, y por eso cree que no lo sabe” [5].
El psicoanálisis siguiendo las enseñanzas de Freud y Lacan ubica al síntoma en una dimensión de verdad, introduce la idea de que el síntoma tiene un funcionamiento. El síntoma deviene brújula en un análisis, para inventar algo nuevo a través de sus creaciones. El destino del sujeto está determinado por los avatares de las articulaciones significantes que le preceden, dejando siempre la posibilidad de subvertir -hacer del síntoma un punto de interrogación-.
Cuando el sujeto se plantea que le supone algo, aunque no sepa exactamente que le aqueja, nos encontramos ante un sujeto que empieza a pensar qué es lo que le sucede. El síntoma tiene que tomar la consistencia de un interrogante, tiene que interrogar al sujeto. Cuando un sujeto empieza a creer que en ese malestar que parecía sin sentido y sin beneficio alguno, hay una significación y una satisfacción que le son íntimas la demanda de ser liberado de él muta a una apuesta de saber.
En la práctica analítica se trata de reconducir la queja a la responsabilidad del propio sujeto. Éste puede no ser artífice de lo que le llega en la vida, pero siempre lo es de la lectura singular que hace de eso que le toca.
Se apunta a la mejoría de la posición subjetiva, introduciendo al sujeto en el orden del deseo. El lazo analítico, la transferencia, es el operador central ya que hablar es discurso, es considerar al otro, es lazo social, y esto es lo que nos mantiene vivos.
La pandemia generó y sigue generando, una creciente difusión de opiniones y explicaciones en búsqueda de sentido; así como desplegó un abanico de preguntas y respuestas. Entre ellas: ¿Saldremos mejores personas después de esto? ¿Cambiará el sujeto a partir de la pandemia?
No creo se trate de mejor o peor, saldrá lo que saldrá. Solamente haciendo un tratamiento sobre el goce, permitido por el dispositivo analítico un sujeto puede llegar a ponerse en una posición mejor respecto de sí mismo y de los otros y puede llegar a hacer las paces con el propio goce y respetar el goce del otro.
Evoco el recuerdo de una frase de Freud que tomó especial relevancia en mi trabajo analítico; decía algo así: La propuesta del análisis es el cambio personal. Pero un cambio de posición frente a un hecho. Un cambio que permita pensar de otra manera sin perder afectos importantes. Recuerdo que puede oficiar de cierre de éste no todo que he escrito.
Notas
[*] Escrito éste, que tiene como base un trabajo presentado en junio 2020, en el contexto de la ELP Galicia para el ciclo “Psicoanálisis en Tiempos de Coronavirus”. Por ese entonces, España estaba en etapa de desconfinamiento.
Bibliografía
[1] Jacques Lacan: El seminario, Libro 2, “El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica”, página 159.Paidós, Buenos Aires.
[2] Sigmund Freud,1929. “El Malestar en la cultura”, página 75. Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu.
[3] Sigmund Freud,1929. “El Malestar en la cultura”, página 83. Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu.
[4] Jacques Lacan, El seminario, Libro 1, “Los escritos técnicos de Freud”. Paidós, Buenos Aires.
[5] Sigmund Freud,1915-1916. “Conferencias de Introducción al psicoanálisis», página 92. Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu.