Los cambios acontecidos en los últimos tiempos, como el avance de la ciencia en cuanto a la procreación, las distintas formas de relacionarnos con la invasión de las nuevas tecnologías, traen nuevas problemáticas ligadas al vínculo. Aparecen nuevas etiquetas para encapsular los síntomas y hablar, así, de los sufrimientos de la infancia desde una edad cada vez más temprana. Nuevos síntomas que no siguen las coordenadas de los síntomas neuróticos clásicos, “fracaso” entendido como diversas formas de estar en el mundo.
Las familias se encuentran rápidamente con un diagnóstico en las manos, con todo lo que eso significa (ayudas económicas, etiqueta social, afrontamiento personal y familiar, apoyos académicos), a la espera de recibir una plaza en un centro. En muchos casos nunca llegan a conseguirla y no todo el mundo puede costearse un servicio privado, teniendo que buscar ayuda fuera de los servicios públicos, cuando sus hijos tienen más de seis años y la situación se hace insostenible.
El tiempo tiene un coste y, en la infancia, consecuencias psíquicas graves en algunos casos. Los cinco primeros años de vida tienen una vital importancia en la constitución psíquica y no se da respuesta a la demanda que hay de sufrimiento desde los organismos públicos.
La cuestión subjetiva reducida a diagnósticos express, donde a veces faltan lecturas clínicas que no ofrecen las pruebas estandarizadas, TDAH, TEA, RGD, DI, TEL… entre otros. En muchas ocasiones, las dificultades que presentan los niños en diversas áreas, dan muestra de un “fracaso” en la constitución psíquica, en la ubicación como sujetos con los que podamos tener un intercambio afectivo. Tener en cuenta la historia en que se viene inscribiendo este funcionamiento y cómo se ha estructurado el psiquismo de ese niño es fundamental. En la historia de muchos de estos sujetos, se encuentra una relación estragante con la madre, con dificultades para ejercer la función materna que se sintomatiza en múltiples formas. Para saber sobre ello, necesitamos escuchar más allá del síntoma manifiesto por el que acuden a consulta, conocer la relación de la pareja y el lugar que ocupa ese hijo en su deseo.
Escuchar si el niño responde al deseo de la madre, el significado que tiene para ella la maternidad en ese momento, si ese hijo detiene sus deseos, no pudiéndose privar de él o desea más allá del hijo, más allá de su “ser madre”.
Miller, en su articulo “El niño, entre la mujer y la madre” (1), afirma: … Aunque este sea el anhelo fálico de la madre, aun así, el niño puede ocupar un lugar donde la división de la madre quede preservada y su deseo no se agote en él, de tal forma que ella pueda desear, también como mujer…”.
En definitiva, escuchar el lugar al que ha venido el hijo en el deseo de la madre. Si el deseo de la madre diverge de la completud imaginaria con su bebé, donde sus deseos no se agoten en él, así como el lugar que la madre ocupa en el deseo de su partenaire, avalando la diferenciación entre madre y mujer.
Actualmente, en la clínica, se observa un declive de la función paterna, una insuficiencia vinculada a la Ley en el deseo, fallando la función de detección en el deseo de la madre. Cuando el sufrimiento se apodera del niño, este puede tomar diversas salidas que conllevarán dificultades de muchos tipos, problemas en el lenguaje, relaciones sociales, problemas de conducta, alta descarga motora, inhibición e inatención , en cuanto a lo que se “debería”.
Lacan en “Dos notas sobre el niño” (2) elabora la concepción de que el síntoma del niño está en posición de responder a lo que hay de sintomático en la estructura familiar. El síntoma se define como representante de la verdad, la verdad de la pareja familiar. Cuando el síntoma que domina tiene que ver con la subjetividad de la madre, el niño queda involucrado directamente como correlativo de un fantasma, sufriendo un conflicto intrapsíquico.
Cuando existe una relación pulsional con la madre, donde el niño queda expuesto a su deseo sin mediación (función paterna), el niño queda expuesto a todas las capturas fantasmáticas. Se convierte en “objeto” de la madre y su única función es entonces revelar la verdad de este objeto. El niño realiza la presencia de eso que Lacan denomina como el objeto a en el fantasma.
El niño puede venir entonces a ocupar tres lugares diferentes, como objeto- condensador de goce del Otro-, como síntoma- de la verdad de la pareja parental- y el niño como falo – identificado con el objeto imaginario del deseo del otro-.
Al concepto de “goce”, en psicoanálisis lo entendemos en relación con el sufrimiento del sujeto. No se trata de un placer, sino de aquello que produce el malestar que justamente lleva a un futuro analizante a efectuar una demanda de análisis. El origen de este goce es un resto de la completud imaginaria en el vínculo madre-hijo. La función simbólica del padre es la que opera para separar esta célula originaria a la que llamamos narcisista. La función paterna es así la transmisora de la prohibición del incesto, deseando a la mujer. Cuando el niño advierte que la madre dirige su deseo hacia este hombre que está a su lado, el padre, sabrá que madre e hijo no constituyen una pareja, sino que él es producto de una pareja constituida por los otros. Este difícil proceso se produce en los primeros cinco años de vida, lo llamamos complejo de Edipo y es el tiempo de adquisición de este saber inconsciente que estructura a un sujeto. Es muy importante darse cuenta de que se trata de funciones y no de matrimonios. Alguien cuyo deseo pueda ocupar el lugar de cumplir con la función materna y paterna.
En “Dos notas sobre el niño” (2), Lacan aclara que las funciones del padre y de la madre se juzgan según una tal necesidad. La de la madre: en tanto sus cuidados están signados por un interés particularizado, así sea por la vía de sus propias carencias. La del padre, en tanto que su nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo.
Si bien la relación con el Otro materno no es tipificable del todo ya que su singularidad se revela clínicamente caso por caso, puede tener diferentes modalidades en lo que Freud se refería como una ligazón prehistórica e hiper-intensa con la madre nutricia.
Esta intensidad puede explicarse en un hecho de estructura: la primera verdad de goce del sujeto es la de haber sido objeto en el deseo materno. Lacan utiliza en su trabajo “Juventud de Gide o la letra y el deseo” (3), el termino estrago (ravage) para referirse a las consecuencias, en ocasiones devastadoras, de la relación primordial con el deseo del Otro materno en la constitución del sujeto.
La relación con el deseo del Otro primordial tiene efectos estragantes además de constitutivos para el sujeto. Por ello, Lacan en el “Seminario XVII” (4) asemeja el deseo de la madre a las fauces abiertas de un cocodrilo que pueden cerrarse intempestivamente sobre el niño si es que no interviene el padre como punto de detección, un palo que impide que dicha boca se cierre, prohibiendo a la madre reintegrar su producto, Lacan había anunciado esto en el “Seminario IV” (5).
Nuestro existir, sostenerse “fuera de sí”, está marcado por la relación con el Otro. El Otro nos da la palabra, somos alienados del afuera. El mundo ya está significado previamente para el ser que nace. Desde el origen tenemos un lecho constitutivo que va a venir dado por la familia, que Lacan denominó lalangue, donde el ser viviente se ve capturado por conexiones muy singulares. Esto dependerá de la “sensibilidad” de cada individuo, me refiero a los aspectos singulares del ser que le harán colocarse en un lugar u otro en el mundo, Lacan se refiere a ello como “la insondable decisión del ser” (6), produciendo diferentes subjetividades. Unas son muy rígidas frente al discurso manifiesto, otras son más sensibles a la permeabilidad de los juegos de palabras, del humor y, otras veces, nos encontramos sujetos que no pueden acceder al lenguaje, donde lalangue invade lo que se está diciendo, con conexiones tan singulares, que no puede comunicarse, quedando fuera del deseo, fuera del lenguaje, construyendo un lazo social particular.
“… La separación es lo único que posibilita la entrada en el mundo de las palabras. Los humanos nombramos lo que no está y porque no hay. Donde todo hay, nada es deseable. ¿Para qué hablar entonces? Los objetos no hablan. Un hijo en posición de completar a la madre, en posición del falo materno, no ingresa en el discurso. Tal vez pueda hablar, pero su discurso será loco.
La lingüística introduce en la palabra una disociación gracias a la cual se funda la distinción del significante y el significado. Lo que se oye no tiene ninguna relación con lo que significa. Este es un acto que sólo puede instituirse con un discurso, el discurso científico. El significante sólo se postula por no tener ninguna relación con el significado”. (7)
Es importante poder posibilitar la escucha desde los centros de atención temprana más allá de los diagnósticos, conocer qué hay detrás de los síntomas que se nos presentan y pensar en los tratamientos adecuados, que no solo atiendan aspectos manifiestos, sino que se pueda prestar atención a los aspectos más latentes e inconscientes de la singularidad de cada uno.
La operación analítica posibilita al sujeto expresar sus conflictos a través del juego. El juego permite cómo técnica terapéutica resarcirse del sufrimiento y obtener una nueva ganancia. La actividad lúdica es una emergencia del lenguaje. El juego realiza una función estructurante para el psiquismo de un sujeto, un niño puede jugar porque la demanda del Otro se ha inscripto en el cuerpo, porque hubo un Otro deseante que marcó ese cuerpo biológico haciéndolo pulsional.
El analista sostiene, colabora, se ofrece para que se realice la instalación de la metáfora paterna y sea posible la construcción del instrumento de goce por el sujeto, es decir, su fantasma.
Colette Soler aproxima la comprensión del fracaso en la constitución psíquica temprana del niño en su texto “Estudios sobre la psicosis” (8), invitando a reflexionar sobre la figura del analista en su estatuto de Otro que operará por regulación al nombre del padre. Soler señala el término lacaniano “rectificación del otro” para referirse a las implicaciones que en la escena analítica tienen lugar desde la alteridad, desde los simbólico y que hacen posible la clínica con niños. Sugiriendo abrir un campo de posibilidad donde las patologías puedan ser superadas, siendo la atención temprana un lugar privilegiado para ello.
Para terminar, es imprescindible que los profesionales nos planteemos qué trabajo ofrecemos a los que sí acceden a estos servicios, repensar los tratamientos, escuchar lo que hay detrás de los síntomas, trabajar en el caso por caso. Todos los niños que acuden a un centro de Atención Temprana tienen un psicólogo de referencia, para acompañar y pensar con la familia formas de actuación que ayuden a fomentar el desarrollo, pero en cuestión de trabajar los síntomas que encubren sufrimientos emocionales, quizá no se están llevando a cabo los tratamientos adecuados. Además, no existen centros públicos para atender las necesidades de sufrimiento de los niños de 6 a 18 años.
¿Qué lugar tiene la psicoterapia entre los tratamientos ofrecidos? ¿Cómo entendemos el tratamiento de psicoterapia en la infancia? ¿Quizá debería otorgarse otro nombre a dicho tratamiento? ¿Es necesario un espacio terapéutico para algunos niños? ¿Consideramos que en edades tempranas son los padres quienes deben hacerlo todo? ¿Puede servir como modo para prevenir problemas futuros más graves? ¿Qué significa el espacio terapéutico en el niño?.
Notas:
(1) Miller, Jacques Alain (19) El niño entre la mujer y la madre. Revista Carretel, psicoanálisis con niños. Nº 1, Madrid.
(2) Lacan, Jacques (1988) Intervenciones y Textos 2. Buenos Aires: Manantial. (pp.55-57)
(3) Lacan, Jacques (1958) La significación del falo. En Escritos 2 (pp.653-662). Buenos aires: Siglo XXI, 2012. Lacan, Jacques (1958) Juventud de Gide o la letra y el deseo. En escritos 2 (pp.703-726). Buenos Aires: Siglo XXI, 2012.
(4) Lacan, Jacques (1969-70) El seminario. Libro XVII. El reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós ,1992.
(5) Lacan, Jacques (1956-57) El seminario. Libro IV. La relación de objeto. Buenos Aires: Paidós, 1994.
(6) Lacan, Jacques (1988) Escritos I. Acerca de la causalidad psíquica. Argentina: Siglo XXI, pp.73.
(7) Lacan, Jacques (1972-73) El Seminario XX. Aún. Madrid: Paidós, 1986.
(8) Soler, Colette (1991) Estudios sobre la psicosis. Editorial Manantial, Buenos Aires. 1991.
Bibliografía:
– Miller, Jacques Alain (19) El niño entre la mujer y la madre. Revista Carretel, psicoanálisis con niños. Nº 1, Madrid.
– Lacan, Jacques (1988) Intervenciones y Textos 2. Buenos Aires: Manantial.
– Lacan, Jacques (1958) La significación del falo. En Escritos 2. Buenos aires: Siglo XXI, 2012.
– Lacan, Jacques (1958) Juventud de Gide o la letra y el deseo. En escritos 2. Buenos Aires: Siglo XXI, 2012.
– Lacan, Jacques (1969-70) El seminario. Libro XVII. El reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós ,1992.
– Lacan, Jacques (1956-57) El seminario. Libro IV. La relación de objeto. Buenos Aires: Paidós, 1994.
– Lacan, Jacques (1988) Escritos 1. Acerca de la causalidad psíquica. Argentina: Siglo XXI.
– Lacan, Jacques (1972-73) El Seminario XX. Aún. Madrid: Paidós, 1986.
– Soler, Collet (1991) Estudios sobre la psicosis. Editorial Manantial, Buenos Aires. 1991.