En el fundamento bipolar del consumo: ¡ADIXIONES! [1] [2]

Por Ernesto Sinatra

“Para nada les estoy diciendo que el discurso capitalista sea feo, al contrario es algo locamente astuto, pero destinado a estallar. Es insostenible… en un truco que podría explicarles… porque el discurso capitalista esta ahí, ustedes lo ven… (indica la fórmula) una pequeña inversión simplemente entre el S 1 y el $ -que es el sujeto-… es suficiente para que esto marche sobre ruedas, no puede marchar mejor, pero justamente marcha demasiado rápido, se consuma, se consuma tan bien que se consume”[3]

1. ADIXIONES, un concepto adulterado

El empuje desaforado al consumo de pronto se mostró conmovido. El impacto de la pandemia evidenció, en todos los ámbitos, la vulnerabilidad de las acciones humanas.

Desde entonces resuena un clamor popular -amparado en la pretensión de ser cada uno dueño de ‘sí mismo’- el que no cesa de demandar a los Estados “¡¡queremos libertad!!”, promoviendo manifestaciones en contra del confinamiento, y que explota en el movimiento anti-Vacuna cuando el sujeto puede llegar, en nombre de la libertad más absoluta, a encaminarse hacia su propia muerte al evitar el antídoto que posibilitaría paliar su vulnerabilidad… incluso empujando allí a sus seres queridos autorizado en la libertad de elección… Comprobamos hasta qué punto “Libertad” puede advenir una envoltura formal de la pulsión de muerte.

Mientras tanto, una vez más, los impulsores del mercado aliados con las tecno-ciencias intentan maquillar esa presencia mortífera. Pero sus consecuencias en la subjetividad afectarán de seguro a las próximas generaciones: “el modo de vivir la pulsión” reviste con nuevos síntomas “la angustia de nuestro tiempo” a ritmo de vértigo.

Por nuestra parte, seguimos afirmando que las adicciones constituyen uno de los síntomas más relevantes del estado actual de la civilización, pero me apresuro en conjeturar que ya no se trata del mismo síntoma con el que caracterizábamos al siglo pasado.

Hoy las “cicatrices de la evaporación del padre” se adhieren a los cuerpos a partir de la multiplicación de los goces: a padres pulverizados, goces pluralizados.

El siglo XXI se consuma en el empuje vertiginoso del “Hay que gozar”, amparado en el concepto de libertad individual.

Desarrollaré mi hipótesis a partir de las ADIXIONES -con x-.

A partir de considerar la extensión de los tóxicos en la vida cotidiana arribamos -hace ya treinta años- a la tesis de la toxicomanía generalizada: drogas cada vez más sofisticadas producidas a escala planetaria, atravesando las más variadas fronteras, tanto como los diferentes estamentos sociales; drogas cada vez más al alcance de todos y de todo tipo -lícitas incluidas.

Pero ‘Adicciones’ se emplea hoy como una llave para todo uso y casi todos los flagelos adjudicados a la posmodernidad caen bajo esa denominación: todo es “tóxico”. Asistimos a una implosión de las ‘adicciones’ impulsadas por el imperativo del mercado [4] con listas de nuevos adictos -designados ya no solo a partir de substancias sino desde los objetos del consumo —sexo, sexting, videojuegos, pornografía, celulares, series, deportes, Internet, compras…

La lista amenaza ser infinita, incluso recientemente el filósofo Byung Chul-Han hacía referencia a “una sociedad adicta a los likes”.

Desde nuestra orientación interpretamos que el discurso capitalista -“locamente astuto”- se consuma con el franqueamiento de lo imposible que impone la circularidad de su orientación. Es lo que impulsa el consumo desenfrenado de objetos que saturan el mercado, objetos que se ofrecen a cada individuo -transformándolo por ese hecho mismo en consumidor- para suturar el agujero de la no-relación y renegar de lo perecedero.

Impossible is nothing!” es la frase que identifica a la marca líder de vestimentas, cuyo logo -minimalista- anticipó el ‘like’ de las redes sociales: ¡Nike = Like! Y por sus efectos comerciales -es decir, por su éxito en el mercado de consumo- bien podríamos agregar siguiendo la referencia de Lacan a Marx que, una vez más, con una sonrisa cínico-canallesca “el capitalista, ríe”.

Se consuma de este modo el destino fantasmático que cifra el discurso capitalista (impulsado con esa frase); pero allí donde el mercado empuja a un goce ilimitado con los objetos, el sujeto -solo en apariencia ‘dueño y señor’ de sus acciones- no cesa de hacer saber con sus inhibiciones, síntomas y angustias: “¡No puedo! ¡Aunque quiero, no puedo!”

Las adicciones se han vuelto a generalizar, es decir: banalizar, pues mientras el mercado promueve con sus clasificaciones infinitas las adicciones a todo… se vuelve a renegar la causa real que las determina. Tal generalización del tóxico ha sido -además- el fundamento con el que ciertos especialistas, con un fundamento biologicista, realizan clasificaciones a diario con los que nutren -hasta la bulimia- los Manuales de Salud Mental, a partir de números que identifican trastornos, los que a su vez se autorizan en estadísticas, a los que se les adjudican etiquetas que fijan dichos trastornos los que suelen, como corolario, ser complementados con psicofármacos.

A partir de nuestra investigación caracterizamos al nuev@ síntoma con el término de adixiones para cifrar el principio de la toxicidad misma del goce como tal más allá del objeto elegido.
Destacamos de ese modo que cualquier acción puede transportar una satisfacción [5], a condición de marcar [6] con una X la incógnita de la singularidad del goce de -y para- cada uno, y al marcar -además- la responsabilidad subjetiva en la propia satisfacción. Las adixiones encuentran así su fundamento ético.

Analicemos para verificarlo un sintagma cristalizado que circula con inquietante familiaridad: las “personas tóxicas”. Nos encontramos aquí con un enredo teórico con consecuencias clínicas: referirse a la toxicidad de alguien induce una práctica segregativa fundada en una concepción paranoica del mundo. Ya que al identificar a una persona con una droga no sólo se la segrega por esa misma condición, sino que la condición del rechazo implica situarla como causa del mal: el Otro es malo, y hay que apartarse de él -o ella- y estigmatizarla por esa condición, tóxica.

Queda claro hasta qué punto esta concepción contraría la enseñanza fundamental del psicoanálisis: comprobamos en la clínica analítica que el goce es tóxico, y cae sobre cada Uno la responsabilidad por sus actos; condición que aquí es renegada: si él es tóxico, yo soy inocente… salvo si ‘lo’ consumo.

Con nuestro diseño epistémico, la x de adixiones muestra la marca singular del oscuro goce sinthomático de cada uno, que se resiste a ser catalogado por la banalización del mercado de consumo con su fabricación tecno-serial de objetos de goce [7], que pretende para todos lo mismo…hasta el momento.

2. El fundamento bipolar del consumo

El principio de las ADIXIONES: las mercancías tienen en sí un valor adictivo, ya que se insertan en la grieta misma de la subjetividad que causa lo artificioso de la sexualidad humana [8] y desencadena el consumo. El vacío, luego de suturado es saturado con objetos por las tecnociencias, destinados a producir el goce complementario de los sexos… que no existe, ya que en su lugar hay un vacío. Subrayemos que lo que se sustituye como objeto del mercado, no es un objeto, sino un goce, pero un goce que no existe -ésta es la paradoja central- el goce del cual se busca el equivalente para producir, con el auxilio de las tecno-ciencias, remedando al de la relación sexual… ¡no existe!

Re-encontramos aquí el fundamento de las adixiones como nuevo síntoma: la proliferación de los objetos en serie oculta que lo que realmente se trafica es la substancia… del goce como tal… (como si existiera). En su lugar otro goce se desliza entre las mercancías.

La iteración del goce, entonces, causa el movimiento de los objetos que se sustituyen unos por otros: 1 gadget; 1 gadget; 1 gadget… Es la infinitización de los objetos que produce el mercado, el que nunca llega a producir el objeto adecuado, aunque promete satisfacer al parlêtre haciéndolo finalmente, ¡existir!

Además, debemos incluir una sub-serie en la secuencia principal del vacío central, ya que un gadget puede no substituirse por otro gadget, sino por otro modelo del mismo gadget: antes de salir el IPhone 7 al mercado ya se decía que sólo el IPhone 8 habría de transformar la tecnología celular… etc. Pero ¡¡¡ya llegamos al 13 y todo sigue igual!!!…
La temporalidad que se construye a partir de la sub-serie es inquietante: por un lado la infinitización reniega de lo perecedero -ya que el objeto tiene siempre el mismo nombre, sólo hay una diferencia real (es decir: ordinal, como en los reyes)-, pero por el otro la iteración produce la obsolescencia del gadget a ritmo de vértigo.

El secreto del goce del gadget es que nunca ningún objeto último va a poder satisfacer plenamente, porque hay un desfase por el goce mismo que falta del lugar en el que no existe. Esta es la falacia que se compra -en verdad: que causa el comprar- y que produce la moral adictiva del consumidor, dividida entre la tristeza, producida por la abstinencia, y el triunfo, producido por el tener: Tal el fundamento maníaco-depresivo, o bi-polar del consumo, sobre el que se instalan las adixiones -a las que designamos, y preferimos, con X.

El mercado simula ofrecer una lógica -fálica- sostenida en el campo del deseo y en la producción de bienes, pero su fundamento real es el más allá del principio del placer. Esto es, el campo del goce orientado por el consumo insaciable de los individuos, los que cuanto más consumen, más consumidos son como objetos de goce del mercado: entre la exaltación maníaca de la posesión del objeto y la caída depresiva a partir de su falta, se muestra descarnadamente el vacío, el punto exacto de la no-relación, el que por un lado recicla el proceso de consumo en una metonimización asintótica, pero por el otro segrega a los individuos que caen del consumo, fuera del proceso de producción.

Una vez más hemos localizado la segregación en el carril rápido del consumo -desde su autopista principal. La inquietante familiaridad de las drogas subraya este componente adictivo del circuito del consumo, que incluso puede intoxicarnos con una palabra. Así ‘nacieron’ las adixiones, que seguirán reproduciéndose desde el circuito bipolar que explota una y otra vez el mercado construyendo la moral del consumo -es decir: del consumidor.

3. Pero… ¡el mercado es Uno mismo!

Se desprende que la práctica del psicoanálisis va en contra de la operación del mercado, el que sabe-hacer su negocio a partir de la falla inaugural de la subjetividad. Al contrario de la perspectiva de promover una satisfacción ilimitada -auto-erótica, de una felicidad para todos a partir de tener EL objeto adecuado- el psicoanálisis solo puede ofrecer la posibilidad de interrogar la alienación de cada Uno a los objetos con los que ‘intoxicó’ su existencia.

Desde ya, no se trata de sostener una premisa tonta ‘anti-progresista’, ni de promover una ascesis mística en pos de promover un desprendimiento de los objetos de goce, sino de evitar que uno siga siendo el objeto real del consumo; si uno quiere gozar de los objetos… ¡que ellos no gocen de uno!

Un análisis da la posibilidad para que cada cual localice la cobertura del fantasma con la que suturó la grieta del goce, para de ese modo construir el marco de su propia realidad. Llegar a ese punto, e ir aún más allá para precisar la singularidad de la satisfacción -sin-sentido- que traumatizó a cada uno, produciendo la marca indeleble de ese síntoma de ‘su’ (des)encuentro con lalengua, posibilitará separarse realmente del Otro ‘malo’, el del destino-supuesto, para hacerse cada uno responsable de su satisfacción sintomática.

Tal vez, en esta orientación, la verdadera subversión de la política lacaniana consista en ir contra el mercado en uno mismo, es decir contra-la-producción-serial-inconsciente-de-objetos con los que uno se había vestido en una orientación contraria al deseo de vivir. Ello supone avanzar en el análisis hasta localizar el goce singular que impulsó al encuentro de esa serie, para cuestionar -lo que no implica necesariamente desestimar, sino más bien discriminar- los objetos investidos.

El mercado advendría así el nombre del infierno en uno mismo -sede de las ADIXIONES desde las que se intentó sostener el trance de una felicidad imposible, procesada entre drogas, redes y pantallas.

Todo ello sin olvidar el otro infierno, el que sí cotiza en el mercado de consumo: ya que estas apreciaciones no dejan de lado a las toxicomanías, sino que las incluyen, subrayándolas. Ya que si bien sostenemos que con el concepto de adixiones se transforma la envoltura formal del síntoma ‘adicción’ -modificando la extensión del concepto al incluir en él, el principio ‘nada es sin goce’- esta ampliación del concepto de ADIXIONES no implica que las drogas no continúen su tráfico incesante, sino todo lo contrario.

Las toxicomanías -atravesando las categorías clínicas- continúan evidenciando el núcleo mortífero del goce, el que se manifiesta por el abuso de substancias infiltradas en el cuerpo -ésas que muestran el modo autoerótico de prescindir del partener, del lazo con el semejante, del Otro sexo; goce mortífero que estalla en los cuasi infinitos modos de encontrar satisfacción en la exaltación del cuerpo a partir de polisubstancias; pero no menos en el constante tráfico de drogas que se incrementa infiltrándose cada vez más en el ‘cuerpo’ del mercado de consumo afectando el corazón de sus finanzas…

Ese núcleo duro del goce toxicómano permanece en el centro mismo del concepto de ADIXIONES, advirtiéndonos que -por más que el mercado lo pretenda- es preciso destacar que NO HAY ADIXIONES LIGHT, ya que siempre la pulsión de muerte acecha al individuo, envuelta en insospechadas envolturas formales de los síntomas que distribuye.



Notas
[1] Presentación -con modificaciones para su publicación- realizada el 11 de noviembre del 2021 en el NUCEP.

[2] ADIXIONES – Ediciones GRAMA; Bs.As. Desarrollo aquí algunas hipótesis extraídas de este libro, que he publicado en el 2020.

[3] Lacan, J. Conferencia de Milán de 1972 “Del discurso psicoanalítico” (inédita)

[4] Consubstanciado -y patrocinado- por ejemplo, por la frase súper-adictiva: imposible is nothing!”; lanzamiento a cargo de una marca líder del mercado, cuyo logo minimalista coincide con los like de Facebook, además.

[5] Esta hipótesis de trabajo: ‘nada es sin goce’ destacada por Miller en Sutilezas analíticas, nos llevó en el Seminario del tya a verificar desde la práctica analítica sus diferentes modos de manifestación.

[6] Siguiendo a Jacques-A. Miller, escribimos adixiones-con la x freudiana de fixierung- para resaltar la marca de la fijación singular de satisfacción con la que cada Uno respondió al trauma de la no-relación.

[7] Especialmente la explotación del goce de la mirada, que se disemina por las múltiples tecno-pantallas que el mercado ofrece

[8] Que no hay relación sexual quiere decir, para aplicarlo a la ocasión, que no hay complementariedad de goce entre el lado macho y el lado femenino, para evidenciar la grieta misma de la sexualidad en los humanos a la que J. Lacan denominó con un neologismo: sexuación.