«Hable con ella» de Pedro Almodóvar

Por John Jairo.

 

Al preguntarnos por una ética del deseo y su relación con el goce, como punto de partida de la indagación psicoanalítica, relacionamos una forma de ser de cada sujeto. El situarse en el mundo del lenguaje conlleva una posición por lo tanto, si hablamos de perversión no deberíamos caer en prejuicios o ligerezas en el análisis, al estilo postfreudiano. Ya en 1905 en sus Tres ensayos Freud nos hablaba de la desviación del objeto y la búsqueda de otro tipo de metas sexuales como algo “normal” dentro de la sexualidad humana.

La estructura del lenguaje es constitutiva del sujeto pero esta siempre va a ser fallida, llena de equívocos. En doble vía se puede decir que sin lenguaje no hay sexualidad entonces sin lenguaje no hay perversión. La perversión es una posición del sujeto ante el goce, una manera de vivir.

Haciendo esta primera aclaración propongo repasar la película Hable con ella del director español Pedro Almodóvar, estrenada en el año 2002. Este texto fílmico entrecruza dos historias que, a simple vista, hablan de la amistad y el compromiso. Lo que interesa en este escrito es interrogar el quehacer de Benigno, un joven enfermero, con Alicia, una paciente que está en coma y bajo el cuidado de él. La vigencia de esta película radica en la aproximación que nos permite al tema de la perversión desde la óptica lacaniana del objeto a, la defensa del sujeto frente a la falta estructural del Otro y la no relación sexual.

 

El sutil encanto del sadismo.

En la clase del 26 de Marzo de 1969 Lacan recordará el grafo del deseo expuesto en 1957. Allí encontramos una infraestructura y una superestructura que remiten al estatuto del lenguaje y a la función de la palabra siendo la superestructura, la parte de arriba del grafo, donde se juegan los efectos de lo simbólico sobre lo real. Al costado superior izquierdo del grafo se ubica el lugar del Otro donde se juega, fundamentalmente, el asunto de la pulsión y el objeto a. Dicho objeto, y su disposición residual, es el lugar donde se da la captura del goce por lo cual el Otro toma un estatuto topológico de borde que se obtura con el objeto.

Dando otra puntada es preciso anotar que en esta parte del grafo, el A se nos presenta barrado o agujereado por el hecho de que el lugar del Otro está estructurado por el lenguaje a la par que está vaciado de goce (importante para entender cómo surge allí el objeto). Entonces dicha barra, o hiato, indica la presencia del objeto a.

Ahora bien el asunto de la perversión lo propone Lacan de la siguiente manera: el perverso se dedica a tapar el agujero en el Otro por lo cual es partidario de que el Otro exista. Lacan dirá que el perverso es un partidario, y auxiliar, de la existencia de Dios y toma el ejemplo del exhibicionista que no sólo se muestra ante las muchachas sino ante un altar consagrado donde, “lo esencial es, propiamente y ante todo, hacer aparecer en el campo del Otro la mirada” [1].

El perverso sólo se interesa por el goce del Otro que se supone completado por el objeto, pero ¿cuál es el objeto en la pulsión sadomasoquista? En este punto entramos en materia con relación a la película aproximando el estatuto sádico de Benigno, el protagonista, en relación con la siguiente precisión de Lacan: el sádico completa al Otro pero quitándole la palabra e imponiendo su voz. Nuestro enfermero cree poseer un saber sobre el goce del Otro (Alicia) y cree tener la clave, la certeza, de aquello que él supone la hace feliz. Pareciese que Benigno le presupone una voluntad de goce a Alicia, que se encuentra en estado de coma, manifiesto en su cuerpo, de ahí la importancia del cuidado del mismo por medio de masajes y lavados; además, es preciso anotar que él convierte a Marco, el otro protagonista, en cierto espectador y cómplice de aquella opereta que terminará en una violación.

Al ser el sádico un suplemento dado al Otro, se convierte en esa voz que da testimonio de la feminidad y el goce sustituyendo, por obvias razones, el testimonio de la “víctima” completándola como mujer que tiene deseos y goces.

El interés por las cosas que hacía Alicia antes del accidente, como el gusto del cine mudo, se convierte en relato de Benigno respecto al goce de su chica. El poseer el objeto voz en detrimento de los otros sujetos se hace evidente no sólo en las escenas con Alicia sino también en su relación con Marco, donde Benigno tiene la última palabra sobre los acontecimientos que lo llevaron a la cárcel. Parece que el perverso tiene sólo certezas y se adelanta siempre a la pregunta.

Él se muestra como víctima de un sistema de valores que no entiende el “verdadero amor”. La voluntad del goce del Otro, casi mística, se resume a aquello que Benigno supone necesitan las mujeres pues como dice en una escena: vivir con su madre y cuidar de Alicia le es suficiente para saber cómo tratarlas a ellas -las mujeres-.

El amor ideal de Benigno, su semblante, es impuesto a los otros como valor absoluto en detrimento de la castración. “El perverso ve la castración, la conoce pero no la reconoce. Ella es velada rápidamente en lo imaginario” [2].

El perverso es aquel que restituye el objeto al Otro para hacerlo existir, siendo Cristo el arquetipo masoquista de aquel hijo que salva al Otro paterno dándole consistencia divina. El acto de violación de Benigno, y el embarazo de Alicia, hacen que ella salga del coma en el que se encontraba. Nuestro enfermero es un servil del Otro, un cruzado que se dirige a tierra santa a buscar las reliquias que le den consistencia a Dios pero en dicho quehacer este no goza del todo. Podríamos decir que el perverso sufre al no poder llevar su tarea a cabo pues del goce que se trata es del goce del Otro.

 

Notas:

[1] Lacan, J. (1981). De un otro al Otro, pág. 23. Buenos Aires: Paidós.

[2] Stevens, A. (2001). Una carta de Sade. En Colección de la EOL, pág. 64. Buenos Aires: Paidós.

 

Bibliografía:

– Melman, C. (2011). Problemas planteados al psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

– Freud, S. (1978). Tres ensayos de teoría sexual. En Obras completas, Vol. 7. Buenos Aires: Amorrortu.

– Vegh, I. (2010). El abanico de los goces, pág. 75. Buenos Aires: Letra Viva.

– Lacan, J. (1981). De un otro al Otro, pág. 227. Buenos Aires: Paidós.

– Almodóvar, P. (2002). Hable con ella. El Deseo S.A.