La causa en psicoanálisis

Por Violeta Conde.

 

Cuando hablamos de la etiología de un fenómeno tenemos que tener en cuenta que siempre existen múltiples factores implicados, diversas causas. Freud nos advertía de abstenernos de tomar partido en disputas acerca de cuál es la verdadera, escribía “en el cultivo de la ciencia hay un expediente muy socorrido: se escoge una parte de la verdad, se la sitúa en el lugar del todo y, en aras de ella, se pone en entredicho todo lo demás, que no es menos verdadero” [1]. En Lecciones de Introducción al psicoanálisis para explicar la etiología de la neurosis acuñó el término de series complementarias, proponiendo su entendimiento como un juego de fuerzas.

La noción de causa proviene de antiguo y recorre una larga tradición filosófica y científica. La relación causa-efecto se trasladó entre otros al campo de la medicina y luego al del psicoanálisis, y a lo largo de la historia su concepto ha ido ampliándose y reformulándose. En el siglo XVIII Hume cuestionó el principio de causalidad que hasta entonces imperaba, la idea de una conexión necesaria entre causa y efecto. Reflexionó que su vínculo lógico, es decir la causalidad, sólo es demostrable a través de la experiencia, a través de los objetos de los que tenemos impresiones; sólo así se podría constatar que a una causa determinada le sigue siempre un mismo efecto.

Freud fue un buscador de la causa, aunque le dio un giro respecto a la causa de las ciencias naturales a partir de la escucha de sus pacientes histéricas: estas le enseñaron que sus síntomas encerraban un sentido inconsciente, que había un saber inconsciente. La causa entonces, se trataba de una causa psíquica. Freud comparte con la medicina esta búsqueda de la causa pero su noción es diferente, porque descubre que tiene un origen psíquico y además, en la relación causa-efecto media un elemento que es de origen sexual. A través de la escucha de sus pacientes neuróticas descubre que esta causa es entonces indirecta, y el hecho de que ejerza como tal es a condición de que esté reprimida.

Hay pues una causa pasada y reprimida, de origen sexual, que el sujeto desconoce. Freud nos enseña que el carácter traumático de un acontecimiento toma valor como tal en un segundo momento, a partir de su significación. Para ilustrar esto, recordemos un caso que muestra Freud en Proyecto de psicología para neurólogos. El síntoma de Emma es que no puede ir sola a una tienda, le entra angustia y ha de salir. Se lo explica por una escena traumática alrededor de los trece años, en la que en una tienda probándose ropa ve a dos dependientes riéndose y ha de salir corriendo con terror. Refiere que ambos se reían de su vestido y que había sentido atracción sexual por uno de ellos. A medida que avanza el análisis se va levantando la represión y entonces le viene un recuerdo anterior, de los ocho años: estando sola en una pastelería el pastelero le pellizca los genitales a través del vestido. Ella al día siguiente vuelve, es sólo retroactivamente cuando a los trece años este gesto toma una connotación traumática, es decir cuando es resignificado en la adolescencia. La relación lineal y cronológica causa-efecto queda entonces trastocada por la mediación del sentido, que marca una discontinuidad, que produce una ruptura.

Un elemento traumático se vuelve activo cuando en un segundo tiempo toma sentido para el sujeto. Siendo así, ya no podemos pensar en una consecuencia directa, en una relación lineal causa-efecto pues entre ambos media la subjetivación, y esto es lo que otorga a la experiencia su valor traumático. Freud apostó por la causa significante de los fenómenos que observaba en sus pacientes. Esta noción de causa entonces, no tiene que ver con el concepto de causa que toma el discurso científico. El registro del sentido se diferencia de la relación causa-efecto del registro físico, pues trastoca esta relación directa.

Hoy en día advertimos una creciente tendencia a la explicación biologicista de los fenómenos psíquicos. Las investigaciones científicas tratan de encontrar la causa de la tristeza, el miedo, la alegría, el amor… localizada en alguna parte del cuerpo, como el cerebro. En todo este avance científico -que desde luego está produciendo mucho conocimiento- no parece tener cabida el sujeto. Lacan resaltaba en su texto Acerca de la Causalidad Psíquica la importancia del uso que hacemos de las palabras en tanto estamos operando en la ciencia del hombre, donde la palabra compromete al ser mismo de su objeto. En esta búsqueda de la causa, ¿dónde queda el sujeto? ¿qué estatuto toma la libertad y dónde ubicar entonces la responsabilidad?

Cuando la psiquiatría brinda un diagnóstico y una explicación biomédica de los síntomas a una persona, quizás ésta sienta alivio porque sean sus neurotransmisores, su cerebro… los que la hacen sentir así. Obtiene de esta manera una respuesta al enigma de aquello que le ocurre. Sin embargo, también de esta manera se le priva de su derecho a tomar posición en el asunto de aquello que padece. Reconocer la implicación que uno mismo tiene en aquello de lo que se aqueja posibilita no quedarse ubicado en una posición pasiva, o victimizante, frente al sufrimiento. La responsabilidad permite, al menos, la elección.

Es tendencia buscar la causa de la mente o los fenómenos psíquicos en una causa material. Esta idea conlleva en su fundamento una perspectiva cartesiana, la división entre res pensante y res extensa, entre lo psíquico y lo orgánico, entre alma (mente) y cuerpo. Se concibe lo psíquico como una entidad y resulta que la búsqueda de su causa se resuelve explicándola como base en el cuerpo (en un lugar concreto, en un espacio físico… en esta res extensa). Habría algo, moléculas, genes, neurotransmisores, hormonas… que producen los fenómenos psíquicos y revelan nuestras conductas. Esto, sin dejar de reconocer el progreso que conlleva, también arrastra consigo una fantasía peligrosa: la del control y predicción de los fenómenos mentales y las conductas. Ya sea en pro de la ‘curación’ de la persona o con otros propósitos bien-intencionados, en todo caso esta idea deja de lado al sujeto, lo excluye.

Cuando nos hallamos ante un fenómeno psíquico hemos de considerar que aquello que produjo determinado estado en el sujeto no tiene por qué volver a producir el mismo efecto en otro momento o circunstancia. En este sentido, no se pueden hacer predicciones en psicoanálisis. Para Freud “…la causación en el sentido del análisis puede reconocerse con certeza en todos los casos, pero su previsión en el sentido de la síntesis es imposible” [2]. A través de la escucha del discurso del sujeto podemos dar cuenta de ciertos acontecimientos que le han llevado a determinado lugar, que han producido determinado estado. Sin embargo, aún sabiéndolos de antemano no nos servirían para predecir lo que desencadenaron. Por tanto, siempre hemos de dejar abierto el interrogante de si el mismo suceso hubiera causado igual efecto en otro momento o circunstancia, o en otro sujeto.

Otra consecuencia de este planteamiento de los fenómenos mentales, sumado al furor del diagnóstico, es que se trata de buscar la causa de los ‘trastornos mentales’ como la depresión, el trastorno por estrés postraumático, el TOC… tomando de este modo las clasificaciones psiquiátricas como fenómenos naturales. En esta línea el Consejo Superior de Salud de Bélgica ha publicado recientemente los resultados de una investigación -parece ser que es la primera vez que un organismo público da cuenta de algo semejante- que pone en tela de juicio el estado pragmático y científico del DSM, concluyendo que “las categorías de trastornos mentales no deben tratarse como categorías de tipo natural, sino como construcciones que tienen un impacto causal en aquellos que están clasificados” [3] e incentivando la formulación del diagnóstico personal, proponiendo una psiquiatría contextualizada centrada en el paciente.

Hoy en día todo es propicio a ser clasificado y convertirse en problemático, en un trastorno, en algo reparable, normalizable… El psicoanálisis se inscribe en una perspectiva bien distinta que no va en la línea de eliminar el síntoma sino de acogerlo como lo más singular del sujeto; si bien quizás no hacerlo desaparecer, poder al menos vivir más dignamente con éste.

Lacan en Acerca de la causalidad psíquica, artículo donde desarrolla su crítica a la perspectiva órgano-dinámica de Henry Ey, nos hace partícipes de un momento pasado de complicidad con su colega, en que Ey refirió en tono burlesco «En toda concepción organicista del psiquismo se halla, siempre disimulado,‘el hombrecito que hay en el hombre’, y velando porque la máquina respondiera”[4]. En esta línea siempre podemos ir más allá, y encontrar al hombrecito que hay en el hombrecito del hombrecito del hombre… Todo esto perfila la figura de un autómata, dejando excluida la subjetividad.

Lacan apunta a que hay algo no determinado biológicamente que tiene que ver con la atribución de sentido, que se encuentra en el campo de la subjetividad. La causalidad psíquica es un fenómeno de discurso, resulta de las leyes del lenguaje, por ser sujetos de inconsciente. Además, como señala Michel Sauval “Esta causalidad psíquica (…) es esencialmente una «decisión» del sujeto. Lo que aparece en el lugar de la causa es la relación del sujeto y su «libertad»” [5].

En un primer momento Lacan considera que la atribución de sentido implica la libertad, en cuanto no está determinada por lo biológico. Sin embargo, esta causa sí responde a unas leyes, y al efecto significante, por lo que podríamos hablar de cierto determinismo psíquico. Habría empero una otra causa, me atrevo a nombrarla ‘anterior’ a la que surge como efecto de las leyes del lenguaje, causa que es estructurante, y es aquí donde podríamos ubicar la radical libertad del sujeto, donde toma una elección a la que no tendríamos acceso, una decisión del ser.

El ser viviente por el mismo hecho de entrar en un mundo de lenguaje padece una pérdida inaugural, se desnaturaliza; este traumatismo original nos funda como sujetos. Lacan refiere que el verdadero trauma es la pérdida del instinto por la entrada en el lenguaje, es el vacío de representación en el psiquismo, el agujero en el saber inconsciente: agujero en el que no hay ningún sentido, ni sentido sexual. El ser hablante por ejemplo, reconoce que tiene hambre, pero no sabe qué comer; se complica la acción y la respuesta, la relación directa con la necesidad. Al entrar en un mundo de lenguaje se produce una falla y es en esta falla donde radica la libertad del sujeto, pues si no está determinado biológicamente, de forma unívoca (sino que entre la causa y el efecto hay un agujero, media el sentido…) entonces es colocado a hacer una elección.

Ubicamos de este modo una causa no determinada, “libre”, ineliminable e inherente al ser hablante, una causa que tiene que ver con la elección. Se trata aquí de una respuesta singular, una posición que el sujeto toma, imposible de predecir. La libertad radica en el encuentro con lo Real donde el sujeto se posiciona, hace una elección, la insondable decisión del ser. Lo relevante es cómo se inscribe lo real en la subjetividad, es decir la subjetivización que se hace de ese real.

Acerca de la causa, Freud reveló que los asuntos del alma o psyché son asuntos de palabra. Lacan que el ser es una cuestión de sentido, y que los asuntos de palabra siempre se tratan de la palabra del Otro, que viene del Otro.

 

Notas:

[1] Freud, Sigmund (1978). 22ª Conferencia. Algunas perspectivas sobre el desarrollo y la regresión. Etiología. En Obras Completas, tomo XVI pág. 315. Amorrortu: Buenos Aires.

[2] Freud, Sigmund (1979). Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina. En Obras Completas, tomo XVIII, pág. 160. Amorrortu: Buenos Aires.

[3] Artículo publicado en la revista The Lancet-Psychiatry traducido al español por Psyciencia.com. Sitio web: https://www.psyciencia.com/el-consejo-superior-de-salud-de-belgica-desaconseja-el-uso-de-las-categorias-dsm/

[4] Lacan, Jacques (2013). Acerca de la causalidad psíquica. En Escritos I, pág 159. Biblioteca Nueva: Madrid.

[5] Sauval, Michel (1997). Lectura y comentario sobre “Acerca de la causalidad psíquica”, pág. 5. Sitio web: https://www.sauval.com/pdf/Causalidad%20psiquica.pdf

[6] Focchi, Marco (2014). En La causa real es la causa no necesaria. Sitio web: http://www.nel-mexico.org/articulos/seccion/radar/edicion/120/805/La-causa-real-es-la-causa-no-necesaria-

 

Bibliografía:

-Freud, Sigmund (1978). 22ª Conferencia. Algunas perspectivas sobre el desarrollo y la regresión. Etiología. En Obras Completas, tomo XVI. Amorrortu: Buenos Aires.

-Freud, Sigmund (1979). Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina. En Obras Completas, tomo XVIII. Amorrortu:

-Lacan, Jacques (2013). Acerca de la causalidad psíquica. En Escritos I. Biblioteca Nueva: Madrid.

-Focchi, Marco (2014). La causa real es la causa no necesaria. Sitio web: http://www.nel-mexico.org/articulos/seccion/radar/edicion/120/805/La-causa-real-es-la-causa-no-necesaria-

-De Castro, Silvia (2015). Causa y determinación del sujeto. Sitio web: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1692-88572016000100011

-Sauval, Michel (1997). Lectura y comentario sobre “Acerca de la causalidad psíquica”. Sitio web: https://www.sauval.com/pdf/Causalidad%20psiquica.pdf

-Zaidel, Rosalba. «Punto vivo» del Seminario del Campo Freudiano. Sitio web: http://www.scb-icf.net/nodus/contingut/article.php?art=521&autor=11&pub=3&rev=62