Por Ana Cascardo
Teniendo en cuenta lo expuesto por Gerardo Arenas en “Pasos hacia una economía de los goces” (2017), en relación a que los estados duraderos de displacer (duelo, manía y melancolía), no serían contradictorios con el modelo económico freudiano, sino, en todo caso con su principio de placer, y siendo que Lacan mantiene hasta el final de su enseñanza la teoría económica, tomaré el concepto de economía de los goces y el desarrollo de Lacan en “La Tercera” (1974), para comenzar con la investigación en relación a cómo se encuentra el goce durante el proceso de Duelo. Intentaré hacer una aproximación sobre cómo pensar la organización de los goces durante dicho proceso, trabajando en relación a los conceptos de Goce de la vida, Goce fálico, Goce sentido, Goce del Otro y plus de gozar.
Quisiera explicitar que este artículo pertenece a un trabajo de investigación en curso, en relación al goce en el proceso de duelo como operador clínico. Es decir, la posición de goce que cada sujeto en su singularidad tomará frente a las pérdidas, nos servirá como orientador en la clínica.
Como preguntas disparadoras mencionaré las siguientes, ¿Se relaciona la pérdida del objeto, con la pérdida de goce? ¿De qué objeto y de qué goce estaríamos hablando? ¿Se vería algún goce en aumento? ¿En qué se diferencia el goce puesto en juego en el proceso de duelo y en la melancolía? ¿Se trata de lo mismo cuando hablamos de manía? ¿el goce lleva intrínsecamente una pérdida?
Desarrollo
En principio tengamos en cuenta el modelo económico freudiano, la base del mismo es “la intuición, de que la excitación es cierta cantidad capaz de fluir” [1] y además que su flujo se conserva. Es decir que, la suma de distintas cantidades de excitación, unidas en un elemento, es igual a esas cantidades antes de unirse, solamente que distribuidas de diferente manera. Esta es la base para pensar que algo está sujeto a una economía, “que la suma de sus montos es invariable” [2].
“La concepción económica del primer Freud se mantiene hasta el último Lacan, y perdura” [3]. En Lacan es el goce lo que se encuentra sujeto a una economía. En los modelos freudianos, se hacía referencia a la excitación y luego a la libido o a la satisfacción pulsional [4].
En “La Tercera” (1974), Lacan dice: “el cuerpo goza de objetos” (p.19), porque lalengua civiliza al goce que le resultaba opaco por ex-sistirle como real. Me surge entonces la siguiente pregunta, ¿qué pasa con el goce del cuerpo frente a la pérdida de objetos?
Estamos hablando del objeto a, “este objeto constituye el núcleo elaborable del goce” [5]. Asimismo, el goce del cuerpo se asimila con el goce de la vida. Es a partir del nudo borromeo, del redondel de cuerdas que el plus-de-gozar (objeto a), queda ubicado en la intersección de los tres registros, Imaginario, Simbólico y Real, de esta manera el Goce del cuerpo, de la vida, queda separado del Goce Fálico por medio del objeto a.
¿Qué ocurre en la economía de los goces en el proceso de Duelo, en relación al cuerpo? Si el cuerpo entra en esta economía por medio de la Imagen, la cual se constituye, en primera instancia, con el soporte del Otro, de donde se extrae el objeto, podemos hipotetizar que va a haber allí una alteración en esta constante, por la pérdida del objeto y con eso, pérdida del lugar que tiene el sujeto en el deseo del Otro. Se verá afectado el goce de la vida.
Así dirá Lacan en relación a la formación del yo [je], en el texto “El estadío del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” (2015):
El estadío del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia a la anticipación; y que para el sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina las fantasías que se suceden desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica de su totalidad — y hasta la armadura por fin asumida de una identidad alienante, que va a marcar con su estructura rígida todo su desarrollo mental (p.103).
“Podríamos decir incluso que algo de la imagen del propio cuerpo del duelante se soporta del cuerpo del ser amado, como una suerte de espejo en el amor” [6]. Ese es el punto que el duelo toca al cuerpo. El objeto a. El que se encontraba cubierto con el velo imaginario del amor.
¿Entonces qué goce estaría preponderando si el goce de la vida se encuentra en menos? Dependerá de cada caso en su singularidad, pero ¿Se podría pensar que el goce fálico toma la delantera en la etapa de bordear el agujero en lo real?
El Goce fálico, fuera-de-cuerpo, se relaciona con la infinitud. Es aquel que nos hace seguir siempre un poco más. “El goce fálico nunca alcanza su meta, no llega a colmarse. El goce fálico, se diría, apunta al absoluto de goce, tiene como meta ese goce del Otro y … siempre falla” [7].
Por otro lado, ¿El goce fálico está relacionado con el dolor infinito de la melancolía?
Nieves Soria, en “Duelo, melancolía y manía en la práctica analítica” (2017), dice que luego del instante de ver, luego de reconocer la pérdida, “el sujeto comienza por el goce con el recuerdo, produciéndose cierta satisfacción cuando es posible renovar ese encuentro, algo del orden de la repetición” (p.42). De esta manera, el sujeto atraviesa el momento de comprender, repasando lo vivido o sentido por medio de la rememoración.
Luego de enfrentar la pérdida y entrar en contacto con ese real, con el propio dolor de existir, se intenta encontrar sentidos a lo sucedido, intentando llenar el vacío en lo real que provoca la muerte. Tratando de reconstruir un mundo con esa ausencia, con esa pérdida. Se bordea el agujero de manera simbólica. Con los ritos funerarios, con las palabras, con los recuerdos.
En el Seminario 6, Lacan refiere que la ausencia de los ritos funerarios en Hamlet, al contrario de restablecer la malla simbólica que le permitiría al sujeto avanzar en dirección a reconstruir un velo, facilita “la aparición fantasmal del ghost del padre” [8].
El vacío que se presentifica en un Duelo, entra en contacto con la pérdida originaria de todo sujeto. Su falta en ser. La ausencia de relación sexual. Por eso, es también desde allí, que el sujeto puede entrar en contacto con su deseo, iniciando un camino hacia la invención. Puede experimentar una distancia en relación a las identificaciones, “vaciar el campo de las identificaciones, para aislar al Otro en su radicalidad” [9].
Entonces el duelo, o mejor dicho, el agujero que se presentifica frente a una pérdida, ofrece las condiciones de posibilidad de vacilación fantasmática. Como así también puede ser esa contingencia la que motive el llamado a un analista, o que haga evidente el vacío que demuestra la angustia, en el curso de un análisis.
En el seminario 6 Lacan define al fantasma (S barrado losange a), como el sujeto afectado por el significante, en relación al objeto a, pero no “el objeto del deseo, sino como objeto en el deseo” [10].
Al verse tocada esta estructura fundamental, es que el sujeto barrado, puede vacilar en sus identificaciones. Su lugar en el deseo del Otro se conmueve, a partir de allí, no sin un tiempo de comprender, luego de un trabajo de elaboración, puede relanzar su deseo.
Si “la subsistencia temporal del objeto en el deseo surge del hecho de que viene a ocupar el lugar de lo que por su naturaleza permanece oculto para el sujeto, a saber, lo que este sacrifica de sí mismo, la libra de carne empeñada en su vínculo con el significante” [11], cuando esto queda al descubierto y se corre el velo que mantenía la dimensión del enigma, se presentifica la angustia. Luego, algo viene a ese lugar, pasando a advenir como objeto en el deseo.
Un goce ligado al deseo
“Si tenemos que definir cuál es el goce que interviene en el duelo, se trata de un goce ligado al deseo. Porque ese objeto perdido encarna a la vez «menos fi, el i y el a». Encarna por un lado la imagen especular, encarna por otro lado el a puro, ese resto real, y también encarna el falo, el falo como mediación. (…) Está en juego el deseo en la medida en que la imagen narcisista y lo real del objeto se articulan por la mediación fálica” [12].
En la melancolía nos encontramos con un goce en relación al tiempo. Hay un goce en la infinitización del dolor durante el tiempo de comprender. Al no contar con la castración simbólica para elaborar la pérdida, ni estar operando la función fálica, el objeto aparece sin velo, “prevalece el a como real” [13].
En el “Manuscrito G”, citado en “Duelo, melancolía y manía en la práctica analítica”, Soria, N. 2017, Freud diferencia a la melancolía y a la manía en el punto en que en la primera “lo que se extiende hemorrágicamente es el dolor psíquico, mientras que en la manía lo que se extiende -quizá no hemorrágicamente, ya que podría decirse que el maníaco sutura la hemorragia, no la cicatriza sino que la sutura a fuego en un instante, a la vez que desconoce la herida en sí- es una excitación sobreabundante en la que falta un límite” (p. 21/22). Pero lo que tienen en común es que ambas parten de una pérdida.
Para finalizar, haré referencia al momento de concluir el Duelo. Ese final se precipita por medio de un acto. No es por medio del razonamiento que se pone fin a tal estado, es más bien dando el salto al momento de concluir. Es necesario tocar lo imposible de decir, lo imposible de representar. “Concluir el duelo es atravesar lo imposible” [14]. “(…) Por eso Lacan también se refiere al análisis mismo como un duelo” [15].
Volviendo a la economía de los goces, se podría decir que cuando un duelo concluye, el goce de la vida recupera su protagonismo.
Habiendo realizado este recorrido, se me abrieron varios interrogantes, dejaré planteado uno en relación al Goce del Otro, como lo imposible de decir, lo que está fuera del lenguaje, “pero que sólo podría existir por mediación de la palabra – en especial la palabra de amor, que es la cosa más paradójica y más sorprendente (…)” [16], me pregunto si en el momento de concluir que se da por el encuentro con lo imposible de representar, estaría también en juego dicho goce.
Particularmente lo pienso dentro de la experiencia de un análisis donde, en transferencia, se pone en juego algo del cuerpo del Otro perdido en el duelo, pudiéndose elaborar la pérdida del lugar que el sujeto fue en el deseo del Otro.
Notas y referencias bibliográficas
[1] Arenas, G. (2017) Pasos hacia una economía de los goces, p. 14. Olivos: Grama Ediciones.
[2] ibid, p. 15
[3] ibid p. 15
[4] ibid p. 15
[5] Lacan, J. (1974). La Tercera en Revista Lacaniana, 2015. N° 18, p. 19
[6] Soria, N. (2017) Duelo, melancolía y manía en la práctica analítica, p. 65. 1° ed. Ciudad
Autónoma de Buenos Aires: Del Bucle.
[7] Shejtman, en Chorne, Dessal [eds], (2017), p. 230.
[8] Soria, N. (2017) Duelo, melancolía y manía en la práctica analítica, p.39 1° ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Del Bucle
[9] Testimonio de pase Agosto/2019, Oscar Ventura.
[10] Lacan, J. (1958-1959), Duelo y Deseo, en El Deseo y su Interpretación 1958-1959, p. 361.1° ed- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Paidós
[11] ibid, p.361
[12] Soria, N. (2017), Duelo, melancolía y manía en la práctica analítica, p. 43. 1° ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Del Bucle
[13] ibid
[14] Soria, N. (2017) Duelo, melancolía y manía en la práctica analítica, p. 40. 1° ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Del Bucle
[15] ibid
[16] Lacan, J. (1974). La Tercera en Revista Lacaniana, 2015. N° 18, p. 30
[17] Soria, N, (2017) Duelo, melancolía y manía en la práctica analítica, p. 17. 1° ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Del Bucle
– Lacan, J. (1949) El estadío del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica, en Escritos 1. 2° ed. 5° reimpr. Buenos Aires: siglo XXI