Leer el síntoma educativo en la era digital

Por Roxana Vogler

Franco Bifo Berardi, filósofo contemporáneo, hace una lectura impactante sobre la informatización del mundo luego de la pandemia, y explora en su último libro El tercer inconsciente, la mutación actual de lo que llama el inconsciente social, como “la tercera forma que adopta el inconsciente en el medioambiente mental de la modernidad tardía…como consecuencia del colapso catastrófico del capitalismo” [1]. A partir del acontecimiento marcado por la pandemia COVID-19, al que denomina “bio-info-psico- virus”, Berardi lee, como efecto subjetivo y social, la emergencia de una nueva configuración del inconsciente que conlleva presentaciones psicopatológicas alarmantes: “la era del pánico, la depresión y la psicosis”. En otro de sus libros, plantea que la metamorfosis conectiva erosionó la capacidad del ser humano de sentir afectivamente la presencia del otro: “La mutación digital está invirtiendo la manera en la que percibimos nuestro entorno y también la manera en la que lo proyectamos. No involucra únicamente nuestros hábitos, sino que afecta, a la vez, nuestra sensibilidad y
sensitividad (…) Estamos perdiendo la capacidad para detectar lo indetectable, para leer los signos invisibles y para sentir los signos de sufrimiento o de placer del otro” [2]. Introduce así, una lectura de lo imposible epocal, para relanzar lo posible; una salida más allá de su pronóstico apocalíptico: “Pienso que la filosofía y el psicoanálisis, lejos de entrar en pánico, lejos de despotricar contra el caos, deben asumir el horizonte de caos y agotamiento como punto de partida de su reflexión. Es necesario redefinir todo, en particular lo que tiene lugar no en el mundo exterior, sino en el espacio íntimo del deseo, la emoción y el miedo. El inconsciente es un ámbito sin historia, sin secuencialidad, sin antes y después (…), pero el resultado de esta mutación será moldeado en última instancia por nuestra acción política, nuestra imaginación poética y la actividad terapéutica que seamos capaces de desarrollar” [3].

Deja planteado un desafío para los analistas, ¿seremos capaces de nuestro propio aggiornamento para estar a la altura de la subjetividad de la época? Ya Freud advertía sobre la peste del psicoanálisis, que subvierte el uso prosaico de las palabras, se trata de ofrecer una escucha orientada a leer el síntoma, la angustia y los impasses de nuestra era, desde la herejía poética que se orienta a hacer ex-sistir el inconsciente.

Este cambiante marco bio-info-socio-económico y cultural, signado también por lo que llamamos con Lacan “evaporación del padre”, impacta no sólo en las subjetividades, sino también en las instituciones educativas, empujando al rendimiento, al imperativo de inclusión escolar ligado a la producción y a la burocratización de la enseñanza, en una espiral de exigencia sin tiempo para comprender.

¿Cómo lee el psicoanálisis lacaniano hoy la paradoja entre la transmisión del saber encarnada en la presencia del docente y las didácticas transmedia [4] que atraviesan la educación? ¿Cómo propiciar el vacío de saber necesario para que advenga el deseo, cuando prima el empuje a la inmediatez, el multitasking y la hiperactividad? ¿Cómo mantener encendida la llama del deseo singular cuando el acceso a los contenidos es homogeneizante y está sólo a un click de distancia? ¿Cómo hacernos un lugar para orientar a los docentes a no dimitir en su deseo de transmisión, cuando el consentimiento de los alumnos a las propuestas educativas clásicas está en jaque?

No es conveniente para la posición del psicoanalista ubicarse ni como tecnofílico ni como tecnofóbico, sino mantener una lectura aguda y crítica de lo nuevo epocal. Sabemos que la constitución de la subjetividad requiere de la presencia encarnada de un deseo que no sea anónimo, y lo mismo puede aplicarse a la educación. Los docentes se encuentran hoy interpelados respecto a su función de causar el deseo de saber y lograr el consentimiento de los alumnos; el riesgo de evaporación de la función docente tradicional es un proceso que ya ha comenzado, con la entrada de las nuevas tecnologías transmedia.

El psicoanalista Massimo Recalcati, en su libro La hora de clase, por una erótica de la enseñanza [10], habla sobre este punto así “el maestro no es aquel que posee todo el conocimiento, sino aquel que sabe entrar en una relación única con la imposibilidad que recorre el conocimiento, que es la imposibilidad de saber todo el saber”, apostando a la educación entendida como descubrimiento de la dimensión erótica del saber para poder preservar la dimensión no-todo de la transmisión. Entonces, donde hay enseñanza auténtica, el cuerpo es atravesado, conmovido, se produce un acontecimiento de saber encarnado, hay consentimiento subjetivo, un decir sí al aprendizaje.

Lacan ubica, en la Conferencia Psicoanálisis y cibernética, al psicoanálisis dentro de las ciencias conjeturales porque incluye la variable sujeto, acentuando el determinismo del inconsciente como causa. Las ciencias exactas son las que abordan lo real, como lo que está siempre en el mismo lugar, la máquina cibernética funciona en lo real, independiente de toda subjetividad, es decir, de todo goce. Menciona que la cibernética pone de manifiesto la diferencia entre lo simbólico y lo imaginario: “Aquí interviene un hecho inestimable que la cibernética pone en evidencia: hay algo que no se puede eliminar de la función simbólica del discurso humano, el papel que en ella desempeña lo imaginario… La inercia imaginaria enturbia el discurso del sujeto” [5].

El psicoanálisis apunta a disipar esas coaptaciones imaginarias del sujeto cuando se fija en lo digital, acarreando embrollos en el cuerpo. Lo observamos en la creciente demanda de consultas por niños pequeños atrapados en el uso compulsivo de los
dispositivos digitales, en los cuerpos desregulados, en la entrada tardía en el lenguaje y en la violencia o aislamiento en el lazo, pero que al mismo tiempo se mueven con soltura en lo digital. ¿De qué Otro hablamos allí cuando no operan los diques
simbólicos? ¿de qué cuerpo?

“En medio de ésto, algo del hombre —que está reprimido— tiene que hacerse reconocer. Lo que en una máquina no llega a tiempo, simplemente cae, no reivindica nada, no existe. En el hombre, en cambio, la escansión tiene vida, y lo que no llegó a
tiempo (por efecto de la represión) permanece suspendido, está siempre ahí, insistiendo, y demanda ser” [6].

La política del síntoma, aún

El psicoanálisis le otorga un lugar paradójico y singular al síntoma. Es malestar y es arreglo posible, es sufrimiento, pero puede llegar a devenir nuevo anudamiento como una vía práctica para vivir mejor. Satisfacción pulsional y sentido están involucrados en él, anudando RSI.

Freud, en Inhibición, síntoma y angustia [7], caracterizaba el síntoma a partir de lo que él llamaba la satisfacción pulsional como signo y sustituto de una satisfacción pulsional que no ocurrió. Entonces, cuando abordamos la temática de la inmersión de los sujetos en el mundo digital, como analistas debemos despejar a qué lugar va a parar ese uso que cada uno hace lo tecnológico, cuál es el anudamiento singular en juego.

No retrocedemos frente a las mutaciones del parlêtre contemporáneo bajo la digitalización del mundo. Nos prestamos a ser partenaires de los niños y jóvenes millenials y ahora pandemials, que con sus dispositivos siempre a la mano, cual apéndices corporales, nos enseñan que el goce se reviste en cada época de lo nuevo en el mercado de consumo omnivoyeur.

Cuando hablamos de parlêtre nos referimos a que no hay nada de natural en la relación entre el sujeto y el lenguaje, se requiere del consentimiento del sujeto al baño del lenguaje que implica decir que sí a las marcas del encuentro con el Otro de la palabra y del deseo, como señala Miller [8]. Entonces decimos que el ser parlante habla con su cuerpo, porque el saber del inconsciente habla en los síntomas.

Los jóvenes contemporáneos muestran un desacople, un destiempo, con la escuela clásica, bajo el modo del aburrimiento, la dispersión, la hiperactividad, el desinterés, hasta la violencia, el cyberbullying y los pasajes al acto. A partir de la aparición de las nuevas tecnologías digitales, el impacto en las subjetividades no se hizo esperar. Sus modos de hacer lazo, los accesos al saber formal e informal, el lenguaje, sus identificaciones, sus elecciones sexuadas, su estética corporal, etc., están siendo
modificadas constantemente, a través de las más variadas plataformas y redes, a las que se accede utilizando los diversos gadgets digitales.

Se ha denominado “nueva normalidad” a esta mixtura entre los cuerpos presentes y la vida digital, transmedia, que ya habita los entornos educativos y también promete inquietantes sorpresas a futuro para muchos otros ámbitos. Hoy ya está funcionando el Metaverso, los últimos entornos digitales de inmersión 3D, donde es posible hacer un paseo por algún museo o tener una reunión de trabajo, cómodamente sentados en la casa con las gafas Oculus puestas.

Me resulta un tema muy interesante la perspectiva de lo transmedia, por su resonancia con nuestra orientación; lo trans como metamorfosis, atravesamiento o pasaje, que requiere de un medio material. ¿Podríamos hablar de un nuevo parlêtre transmedia?

Como psicoanalistas tenemos una responsabilidad ética respecto a sopesar las consecuencias del discurso capitalista en el que estamos inmersos, para preservar una lectura crítica con argumentos y propuestas, sin ser ingenuos ni pesimistas. Lacan ya
subrayaba en la Universidad de Yale en 1975: “¿Cuáles son las implicaciones políticas de la búsqueda psicoanalítica?: No hay progreso. Lo que se gana de un lado, se pierde del otro. Como no sabemos lo que perdimos, creemos que ganamos”[9], revelando la lógica capitalista como empuje sin fin hacia la búsqueda de una ilusión progresista, en donde ganar y perder son dos caras de la misma moneda. Pero el punto que me interesa destacar, respecto a las implicancias del avance tecnológico en la educación, es la importancia de detenernos a ver y comprender qué se gana y qué se pierde cada vez que algo surge como “progreso”.

La presencia de un analista apunta a sancionar una escansión cuando la urgencia de goce apremia; proponer una escucha atenta al sufrimiento de cada consultante, un tiempo de cavilaciones orientadas, para ubicar lo que incomoda, subjetivarlo,
sorprender/se al/del inconsciente, transformar el padecimiento en síntoma a descifrar. Acentuar la dimensión de no-todo es educable en el sujeto a través de los contenidos culturales, es contar con ese límite de lo imposible de educar que va mutando en cada época; es decir, cambia la época porque los modos de satisfacción van cambiando. En la labor educativa, tanto para los educadores como para los analistas intervinientes, las acciones cotidianas se verifican en su carácter de acto por los efectos a posteriori, no calculables de antemano, sino, por el contrario, aquéllos que implican un plus de sorpresa.

Se requiere de una permeabilidad a lo imprevisto, a lo disruptivo, a lo heterogéneo que irrumpe en la escena educativa, junto a la aceptación de la constante e irrefrenable metamorfosis de los cuerpos y de los lazos, que siempre incomoda y angustia. Esta pandemia COVID-19 ha traído efectivamente una conmoción para los profesionales de la educación, interpelados en su capacidad de inventar y reinventarse, junto a otros; siendo el espíritu colaborativo un factor muy decisivo para lograr superar los escollos que implican a los diversos agentes de la educación involucrados. En este contexto, considero que el psicoanálisis aporta su valiosa orientación por lo real, para saber leer el escenario educativo cada vez, para reorientar las intervenciones hacia el surgimiento del deseo, detrás el goce sufriente.

Para concluir, cito a Miller en Leer un síntoma: “Diré inmediatamente que el saber leer, como yo lo entiendo, completa el bien decir…Voy a sostener con gusto que el bien decir en el psicoanálisis no es nada sin el saber leer, que el bien decir propio al psicoanálisis se funda sobre el saber leer (…) Que aprenda de algún modo, fuera de toda pedagogía, a bien decir y también a saber leer. La interpretación como saber leer apunta a reducir el síntoma a su fórmula inicial, es decir al encuentro material de un significante y del cuerpo, es decir al choque puro del lenguaje sobre el cuerpo. El saber leer apunta a esa conmoción inicial” [11].


Notas y referencias bibliográficas


[1] Berardi, F., (2021) El tercer inconsciente: la psicoesfera en la época viral, pág. 12. Ed. Caja Negra, Buenos Aires.
[2] Berardi, F. (2017) Fenomenología del fin: sensibilidad y mutación conectiva. Ed. Caja Negra, Buenos Aires.
[3] Berardi, F., (2021) El tercer inconsciente: la psicoesfera en la época viral, pág.15. Ed. Caja Negra, Buenos Aires.
[4] Jenkins, H., Convergence culture. La cultura de la convergencia de los medios de comunicación, Paidós, Barcelona, 2006.
Una narrativa transmedia desarrolla historias a través de diferentes formatos mediáticos para liberar piezas únicas de contenido, que deben estar abiertas o, sutilmente ligadas entre sí, y con una sincronía narrativa entre ellas. Jenkins califica a la narración transmediática como una nueva estética que surgió como consecuencia de la convergencia de los medios digitales. Lo considera el arte de crear mundos.

[5] Lacan, J., (1983) “Psicoanálisis y cibernética”, El Yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica, pág. 452. Ed. Paidós
[6] Ibíd., pág. 454.
[7] Freud, S., (1980) Inhibición, síntoma y angustia, Obras completas, V. XX, Ed. Amorrortu.
[8] Miller, J.-A., (2019) Causa y consentimiento, p. 20. Ed. Paidós.
[9] Lacan J., (1975) Conferencia en la Universidad de Yale, inédito
[10] Recalcati, M. (2016) La hora de clase, por una erótica de la enseñanza, Ed. Anagrama.
[11] Miller, J.-A., (2011) Leer un síntoma, AMP Blog
http://ampblog2006.blogspot.com.ar/2011/07/leer-un-sintoma-por-jacques-alain.html