Por Ramiro Tejo
“La creencia conduce al acto por fuerza de los semblantes, pero el acto sólo se completa en los límites de los semblantes” [1]
En vías de trabajar en torno a la cuestión de la creencia me encontré con un film titulado “Leave no Trace” (2018) de la directora Debra Granik y que se tradujo al español como “Sin rastro” o “No dejes rastro”. Me interesé por el modo en que trata la relación entre la creencia y el acto, más precisamente, por cómo logra transmitir la realización de un acto como correlato de la caída de una creencia.
Una adolescente vive con su padre en los bosques de la periferia de una gran ciudad, por fuera del campo perceptivo de otras personas. Sobreviven haciendo uso de un saber sobre la naturaleza y sostienen juntos una política de no dejar rastros, de no ser encontrados. Permanecen alejados de todo lazo con otros, al que solo recurren en ocasiones muy limitadas. Se mueven sigilosamente intentando no dejar huellas en sus desplazamientos. Este singular modo de vida se revela como algo promovido por el padre. Él es un hombre que ha enviudado y carga con las secuelas de haber estado en la guerra. Ella, su hija, lo sigue sin cuestionarlo, creyendo en eso. Diversas contingencias dejan entrever que esta elección de vida comienza a volverse poco a poco algo ajeno para ella. Su interés por otra cosa va desencadenando el cuestionamiento a su padre. Los fundamentos de esta manera de vivir comienzan a vislumbrarse, a los ojos de la hija, cada vez más arbitrarios, carentes de sentido. Lo que aparentaba ser un estilo de vida o una cosmovisión, se devela como la invención singular de este hombre alrededor de una imposibilidad.
En el momento más importante del film, la joven no sin angustia frente a lo que se presenta como un agujero en la creencia, realiza un acto de separación, deja de seguir a su padre en su aislamiento y elige vivir con otras personas. Otros, también, vinculados a la naturaleza y a los que ella nombra como “no tan distintos a nosotros”. La joven realiza su acto justo cuando logra hacer caer ese creerle al padre, acompañando su separación con una frase: “Sé que si tu pudieras, también te quedarías”. Logrando ubicar el punto de imposibilidad sobre el cual el padre habría montado su invención. El haber dejado de creerle al padre, habilitó un acto en el que ella se consagra a una búsqueda propia, no sin hacer uso de los rastros de aquello que dejaba atrás.
La lógica implicada en esta historia me ayudó a trabajar las siguientes preguntas: ¿Qué es una creencia? ¿Cuál es el destino de la creencia en la experiencia analítica?
Creencia y certeza
Una de las definiciones de creer es “considerar una cosa como verdadera o segura o pensar que existe, sin tener pruebas de su certeza o un conocimiento directo de la misma” [2]. Se cree justamente en el punto donde no hay certeza. La creencia es correlativa de la incertidumbre. Si seguimos a Lacan en esto sabemos que en su seminario sobre La Angustia realiza una distinción entre lo que tiene estructura de ficción y lo que no la tiene. Distinguiendo la dimensión del engaño de aquello que no engaña. Del lado del engaño Lacan sitúa a la dimensión de la verdad y su estructura de ficción en la red significante y del lado de lo que no engaña, ubica la dimensión de la angustia correlativa a la certeza, dándole estatuto de señal de lo real. De esta manera articula la certeza a lo real. Dirá además en este mismo seminario: “la referencia de la certeza es esencialmente la acción” [3]. El sujeto dividido se sostiene en la articulación significante a distancia de la certeza y en una dimensión de incertidumbre.
Creencia e incertidumbre
Un antecedente de este planteo lo encontramos en el seminario sobre Las Psicosis en el que Lacan señala que esa cotidianeidad en la que vivimos, lejos de acercarse a la certeza es un estado de feliz incertidumbre: “(…) Un sujeto normal se caracteriza precisamente por nunca tomar del todo en serio cierto número de realidades cuya existencia reconoce. Ustedes están rodeados de toda clase de realidades de las que no dudan, alguna especialmente amenazantes, pero no las toman plenamente en serio (…) se mantienen en un estado medio, (…), que es feliz incertidumbre, y que les permite una existencia suficientemente sosegada. Indudablemente, para el sujeto normal la certeza es la cosa más inusitada. Si se hace preguntas al respecto, se percatará de que es estrictamente correlativa de una acción en la que está empeñado.” [4]
La certeza entonces es algo inusitado, vinculada a la angustia y de lo que alguien se ocupa cuando está empeñado en una acción. El sujeto “normal” se sostiene en la incertidumbre, en la dimensión del engaño en la que arma la escena del mundo con la que mantiene una relación de creencia. De allí que podemos articular la creencia y la fe.
Creencia y fe
Lacan en el seminario sobre La ética en el psicoanálisis establece esta conexión justamente en relación a la paranoia diciendo que el paranoico no cree, porque hay “un rechazo de cierto apoyo en el orden simbólico”, lo cual “involucra el modo más profundo del hombre con la realidad, a saber, lo que se articula como la fe” [5]. En la creencia encontramos la dimensión de la fe en lo simbólico. Un consentimiento a la articulación significante.
A partir de estas puntuaciones podemos hacer una distinción entre la creencia, vinculada a la incertidumbre y a la fe en lo simbólico, de lo que constituye la certeza que atañe a un afecto (la angustia), a un registro (lo real) y a la dimensión del acto.
Creer allí
Estas distinciones nos permiten llegar al interrogante que nos guía en torno al destino de la creencia en la experiencia de un análisis. Para eso es importante situarnos en la relación entre el síntoma y la dimensión de la creencia. Este nexo Lacan lo subraya del siguiente modo en el seminario R.S.I. [6]: “Lo que hay de sorprendente en el síntoma, en ese algo que, como ahí, se besuquea con el inconsciente, es que uno allí cree (on y croit) (…) ¿Qué quiere decir creer allí? Sólo puede querer decir semánticamente esto: “creer en unos seres en tanto que ellos pueden decir algo” (…) “es decir enunciar lo que se distingue como verdad o como mentira”.
Luego dirá: “cualquiera que viene a presentarnos un síntoma allí cree. (…) Si nos demanda nuestra ayuda, nuestro socorro, es porque él cree que el síntoma es capaz de decir algo, que solamente hay que descifrarlo”.
Estas puntuaciones anteceden la conocida distinción entre creer allí (croire y) en el síntoma o creerle (le croire).
Creencia y síntoma
Ya en el seminario sobre la angustia encontramos una referencia al síntoma que de algún modo entra en relación con lo que nos interesa ceñir, porque allí Lacan va a decir que el síntoma “no llama a la interpretación” que es “goce revestido (…) se basta a sí mismo” [7]. Es decir que hay una dimensión del síntoma que no está afectada de un “querer decir”.
En esta línea encontramos en la conferencia “La Tercera” que es de noviembre del 74´ y antecede a la clase de R.S.I. de enero del 75´una definición de síntoma que subraya su irreductibilidad al semblante: “llamo síntoma lo que viene de lo real” [8]. Se plantea de este modo que el creer allí se encontrará indefectiblemente con un límite en la interpretación como desciframiento, que hay algo en el síntoma que no quiere decir nada, es decir que excluye al sentido. Sin embargo, sabemos, que la demanda de análisis se sostiene en un creer allí. Si el síntoma no llama a la interpretación, es decir si en sí mismo no tiene dirección al Otro, creer que él es capaz de decir algo exige una operación, un acto que le haga decir, la entrada en un discurso.
El análisis recorta estas entidades que tienen cierta permanencia, lo cual les aporta una dimensión que las distingue de las otras formaciones del inconsciente. El síntoma tiene fijeza, permanece, se repite. La experiencia de un análisis produce una operatoria que apunta a la instalación del SsS y en este sentido apunta al desciframiento de un saber articulado en el síntoma. Hacer hablar al síntoma produce una experiencia ligada a la verdad, pero también hacer hablar al síntoma produce un saldo de saber agujereado que demuestra lo real como imposible. La operatoria de reducción, mediante la interpretación, produce elementos irreductibles e indescifrables, opacos al sentido. En esta clase del Seminario R.S.I. la referencia a la repetición es puesta a la cuenta de la dimensión de la escritura, en tanto el síntoma es lo que no cesa de escribirse salvajemente. Es por ubicar este elemento en su estatuto de fijeza y opacidad que se produce una caída de la creencia tal como se presenta al inicio de un análisis. El análisis produce lo que Lacan llama Uno, que distingue del significante, en tanto letra del síntoma.
¿Cuál es el destino de la creencia en la travesía de un análisis cuando este ha producido un vaciamiento de este querer decir? ¿Qué es lo que queda de ella?
El querer decir del síntoma
Dotar al síntoma de un “querer decir”, como operación freudiana que introduce el discurso analítico sigue siendo una operación novedosa en tiempos donde hay posiciones que sostienen el síntoma sin inconsciente (toda la serie de trastornos que aparecen en los manuales) y posiciones que sostienen el inconsciente sin síntoma (podemos ubicar aquí las posiciones que desconocen el “no querer decir nada del síntoma” y que lo alimentan de sentido). Síntoma e inconsciente no se recubren pero “se besuquean” dice Lacan.
Lo que del síntoma no quiere decir nada
La clase que citamos de R.S.I introduce la cuestión del síntoma en su dimensión de función y en su carácter de escritura. Ubicar el estatuto de escritura en el síntoma es distinguir un elemento heterogéneo al significante, al que se accede por la reducción del creer allí y que permite ubicar un real en el síntoma (algo que no engaña). Con lo cual de aquella feliz incertidumbre, el sujeto en análisis es sacudido, confrontado a un elemento que por una parte no pertenece a la dimensión del engaño, de la estructura de ficción, pero por otro lado que no es ajeno al semblante como único modo de acceso a lo real. Miller llamará a este Uno, borde de semblante. “Encontramos el Uno (…) que es el residuo de la desconexión (S1//S2) y que sirve como recurso en el acceso a lo real.(…) es la última estación antes de lo real.” [9]. Punto en donde parecería cruzarse o parafraseando a Lacan, besuquearse, creencia y certeza.
El hacer con lo que no quiere decir nada
Me pregunto si la operación analítica de reducción del síntoma a su “no quiere decir nada” no es también una operación que desemboca en un nuevo estatuto de la creencia. El creer allí llevado hasta las últimas consecuencias, demostrando lo imposible, habilita la dimensión del sinthome, que Lacan trabaja en el seminario siguiente y que podemos vincular a la categoría de uso, pero ¿es posible el uso sin la creencia?
En relación a este punto J.A. Miller sitúa un hiato: “El hiato de la creencia y del uso es esencial en la práctica analítica en tanto que es por cesar de creer en su síntoma que el sujeto tiene chance de poder servirse de él” [10]. Es a partir de ceñir lo que del síntoma no quiere decir nada que es posible el uso de ese resto incurable del síntoma.
También podemos pensar que es preciso creer para poder servirse, pero no de un “creer allí” en tanto el síntoma sea un ser que pueda decir algo, sino de un nuevo tipo de creencia del cual habría que pensar cómo definir su estatuto. ¿Una creencia en lo que no quiere decir nada?
Notas y referencias bibliográficas
[1] Romildo do Rêgo Barros, “No hay camino directo de la creencia al real”. Revista Digital:Consecuencias N° 21. Noviembre de 2018. Sitio Web: http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/021/template.php?file=arts/Derivaciones/No-hay-camino-directo-de-la-creencia-al-real.html
[2] https://www.lexico.com/es/definicion/creer
[3] Lacan, J. (2006). Seminario 10. La Angustia, pág. 88. Buenos Aires: Paidós
[4] Lacan, J. (1984). Seminario 3. Las Psicosis, pág. 109. Buenos Aires: Paidós.
[5] Lacan, J. (2000). La ética del psicoanálisis, pág. 70. Buenos Aires: Paidós
[6] Lacan, J. (sin fechar). R.S.I. Seminario 22. Clase del 21 de enero de 1975. Ed crít. de Ricardo Rodríguez Ponte. Esc. freudiana Bs. As.
[7] Lacan, J. (2006). Seminario 10. La Angustia, pág. 139. Buenos Aires: Paidós.
[8] Lacan, J. (1993). «La tercera» en “Intervenciones y textos 2”, Bs. As. Manantial.
[9] Miller, J. A. (2012). La idea de lo real. En El últimísimo Lacan. Buenos Aires: Paidós.
[10] Miller, J.-A. (2005). “Angustia constituida, angustia constituyente” en Devaluación del nombre del padre, Cita ediciones, la Plata, pág 12.
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