Por Giancarla Antezana Ustáriz
Ante la máxima religiosa que sostiene que el hombre tiene que “amar al prójimo como a sí mismo”, el psicoanálisis nos enseña que ese precepto es un imposible de realizar, Freud dice que “(…) el ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. (…) el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infringirle dolores, martirizarlo y asesinarlo” [1].
La pulsión de muerte es algo ineliminable e indomesticable en el hombre, que actúa como una fuerza silenciosa que le sirve para defenderse del otro y del mundo exterior, que le resulta hostil; pero también puede volcarse sobre sí mismo.
Esta agresividad intrínseca del ser humano, también la había encontrado Lacan, en el estadio del espejo. El niño, para poder constituir su imagen y sostener sus identificaciones, primero debe confrontarse al espejo, que revela a un “otro”, que esta fuera de él y en quien deposita agresividad. La imagen del espejo es ese primer “otro”, prójimo, semejante, que da lugar a la consolidación de un eje imaginario de lucha por el poder, como sostenía Hegel en la dialéctica del amo y del esclavo: “O tú o yo”, alguien debe morir.
El otro nos refleja algo de nosotros mismos que no se soporta, que nos resulta intolerable y que, por eso mismo, lo expulsamos hacia afuera, ya que amenaza nuestra integridad.
Lacan tuvo que emplear un nombre para mostrar cómo lo más íntimo y familiar en un ser humano, también es lo más ajeno y extraño que vemos en el otro. Inventó el término de EXTIMIDAD, como algo íntimo que aparece en el exterior como un “cuerpo extraño”.
Jacques – Alain Miller dice que “la intimidad es estar calientito” [2], lo íntimo toca algo profundamente interior de nuestro SER, algo secreto, invisible e impenetrable. Y justamente, esta dimensión de las “delicias de la intimidad”, es lo que se pone en tela de juicio en el análisis.
Miller dice en “Dos dimensiones clínicas: Síntoma y fantasma”, que justamente porque eso que está dentro de uno, es lo más extranjero que uno ve en el Otro, es frecuente encontrar mujeres feministas con fantasmas masoquistas o encontrar hombres humanistas con fantasmas agresivos.
Por eso Lacan se sirve de la figura del Toro y la banda de Moebius, para ilustrar este adentro – afuera, íntimo – extranjero, que tiene muchas manifestaciones. Retomando algunas que señala Naparstek: En primera instancia, en el yo, que desconoce la extimidad insoportable del gran Otro; en el amor, en donde siempre hay algo extimo; en la angustia, donde se presentifica el objeto, ahí donde debería faltar. En el goce, como aquello en lo que uno no se reconoce; en el racismo, que hace que alguien sea heterogéneo, por su modo de goce singular y en la mujer, quien encarna otra forma de gozar.
Esta extimidad precisamente es la que está en el corazón del malestar que hay en el encuentro entre hombres y mujeres.
Lo que odiamos en el otro no es el color de su piel, su raza, su modo de pensar o de andar, sino su modo de gozar. El verdadero racismo, dice Miller, se trata de un odio que se dirige precisamente hacia lo que funda la alteridad del Otro, hacia el goce del Otro [3]. No se trata sólo de agresividad imaginaria, que se dirige al semejante, sino el odio a la forma particular, propia que tiene el sujeto de gozar. En la proximidad del otro, en el acercamiento, lo que hay es confrontación de modos de gozar incompatibles.
Si hablamos de razas, en términos lacanianos, estamos hablando de razas de discurso, que se traslucen en distintas posiciones subjetivas.
En este contexto, la VIOLENCIA, que significa uso de la fuerza para conseguir un fin, especialmente para dominar a alguien o imponer algo, es lo que se despliega como esta intolerancia hacia el goce del Otro y es un elemento esencial en la agresión, revelando el fracaso del semblante en el lazo social.
La violencia se sitúa del lado del ACTO, no de la PALABRA. Ahí donde faltan las palabras, se realiza el acto. Lacan dice: “¿No sabemos acaso que en los confines donde la palabra dimite empieza el dominio de la violencia y que reina, ya allí, incluso sin que se la provoque?” [4].
En el Seminario 5 Lacan dice: “Lo que puede producirse en una relación interhumana es o la violencia o la palabra” [5]. El acto violento no es la palabra, está fuera de la articulación significante, fuera de lo simbólico, se inscribe en los límites del discurso.
La violencia puede aparecer cuando el sujeto está tomado por las pasiones. La pasión viene del latín passio y del griego pathos, que significa sufrir, padecer. Las pasiones están ligadas a las emociones violentas y extremas.
Las pasiones entran al cuerpo y con ellas se goza y precisamente, las condiciones de amor que se dan entre hombres y mujeres, están determinadas por los modos de goce.
En el Seminario XX, Lacan plantea las Fórmulas de la Sexuación, para mostrar las diferentes posiciones subjetivas, que hay en relación al goce. Es una sexuación articulada a lo real. No importa si se trata de un hombre o de una mujer, estas fórmulas permiten posicionarse de un lado o del otro, según el modo de gozar. El lado izquierdo de estas fórmulas, muestra la posición lógica del todo y la excepción, que refleja la mentalidad masculina y trasluce el goce fálico, que es un goce limitado. La lógica es fálica y depende de cómo se posicionan hombres y mujeres respecto al Falo. Es el lado del todo fálico, donde reina la comparación, la cantidad y la medida. Esta relación del sujeto con el falo, es lo que lleva al goce solitario, llamado por Lacan, el “goce del idiota”, ya que es un goce masturbatorio, que no incluye al otro, a no ser por la vía del fantasma. Encontramos aquí a un sujeto que está casado con su órgano y que, valiéndose de distintas formas, rechaza el lazo amoroso con una mujer. El partenaire no es Otro, sino lo que sustituye a éste como objeto “a”.
Por eso Lacan dice: “(…) del lado del hombre (…) es que tiene que vérselas con el objeto a, y que toda su realización respecto a la relación sexual desemboca en el fantasma” [6]. Hay una estrecha relación entre el deseo masculino y el fetichismo, el objeto a puede ser sustituido por una serie de objetos a, lo que explica que toda la sexuación masculina esté asentada en los semblantes. El valor se mide según se tenga más éxito, más mujeres, más fortaleza, más riquezas, etc. Se produce una compresión entre el objeto y la función fálica. “Mas el fantasma se elucida, más el sujeto masculino se fija, se fetichiza” [7], dice el psicoanalista Jesús Santiago.
Se produce el falocentrismo del propietario, que torna al hombre en un ser pesado, perturbado, molesto, embarazado por el TENER. Como propietario, tiene horror a la pérdida. “Es la exaltación del goce fálico la que explica también que el sujeto masculino sea llevado a protegerse de la IMPOTENCIA, por medio de la agresividad, pues es evidente que en el momento en que es incitado a dar él, actúa como si fuese víctima de un robo. A tal punto que le queda por otro lado agarrarse a la salida autística con el goce mantenido como un refugio que posibilita reservar para sí sus pequeños bienes” [8].
Miller dice en su Seminario del Partenaire – síntoma que: “Si un hombre va a la guerra es para huir de las mujeres, para huir del hueco de la castración”. Por eso un hombre no existe sin SEMBLANTES, semblantes que están para proteger su pequeño tener.
Por ejemplo, podemos situar al obsesivo, que busca en la mujer, el objeto a que causa su deseo. Nunca goza de la mujer, goza de su propio órgano, eso es lo que define la sexualidad masculina. La experiencia analítica nos enseña que el problema que le aqueja al sujeto obsesivo es que justamente “ahí donde ama, también odia”.
¿Qué dichos escuchamos en la queja de algunos hombres respecto a su desencuentro con las mujeres?: “Amo a esa mujer, pero no la soporto”, “esa mujer me vuelve loco, creo que un día terminaré matándola…”, “la amo, pero desde que nos casamos, solo deseo y pienso en otras…”, “hace 30 años debí separarme, creo que ya es demasiado tarde…”. Para todos ellos el partenaire es lo imposible de soportar. Lo que no se tolera es la diferencia.
En cambio, el lado derecho de las fórmulas de la sexuación, tiene la lógica del No todo, no existe ninguna excepción e introduce la lógica femenina, que proviene de un conjunto abierto en el que se piensa a la mujer una por una, cada una de ellas, con una posición singular en su goce y que puede acceder a un goce más allá del falo, a un goce sin medida, sin límites, por eso Lacan lo llamó Otro goce.
Ahí es donde está el hueso de la intolerancia hacia el goce del Otro, lo insoportable es que aparezca algo del orden del Otro goce, ya que la vida social está organizada por la lógica masculina, por la lógica fálica que gobierna las relaciones de poder, que se instauran en las parejas, en las familias, en los trabajos, en la política, etc.
Lacan dice: “(…) por abolir la polaridad cósmica de los principios macho y hembra, nuestra sociedad conoce todas las incidencias psicológicas propias del fenómeno moderno llamado de la lucha de los sexos” [9].
El psicoanálisis muestra que en el inconsciente hay un rechazo a la feminidad, tanto en hombres como en mujeres. Graciela Brodsky dice que el goce femenino no implica corazoncitos y estrellitas en la panza, más bien produce un sentimiento de vértigo, una intuición de un precipicio, una exaltación y un arrebato. Es un goce innombrable que escapa a la regulación y al sentido común. La lógica fálica, con la que el ser hablante entabla el lazo social, le hace algo de límite. El goce femenino se sale de la norma, por eso produce estrago, capricho, superyó y violencia.
Son extremos en el que el cuerpo está comprometido. El cuerpo es uno de los bienes más entrañables del sujeto. Es algo que se obtiene, es como un objeto ajeno, extranjero. Por eso hacerse un cuerpo y tener un cuerpo y una imagen, solo es posible por la intervención del Otro.
El encuentro con el goce femenino, es lo que hace que Lacan oriente la clínica hacia lo real, somos seres de goce y lo que se demuestra al final de un análisis es que: “Eres eso de lo que gozas”.
El cuerpo es marcado por el Otro y sujetado a él. El cuerpo habla del bienestar y del malestar, de la complacencia y del padecimiento; es un medio de goce en el que se inscribe la vida y la muerte. El cuerpo habla del amor, del deseo, de la diferencia sexual, de las identificaciones y del erotismo. Y en el otro extremo, está el abuso, la violación, la agresión, la barbarie, el exceso de las pasiones y el desenfreno del goce. El cuerpo del otro también se convierte en uno de los bienes de mayor valor del otro, ya sea para consentirlo o para maltratarlo, para exaltarlo o para ultrajarlo [10].
En el acto violento se ataca al cuerpo del Otro o al propio cuerpo, “ese núcleo de mí mismo que es el goce, al que no oso aproximarme” [11]. Se apunta a dañarlo, aniquilarlo y arremete contra lo más íntimo del Otro que remite a mi propio goce opaco e insoportable. El acto violento se sitúa en un cuerpo afectado por sus pasiones, que afloran sin la pantalla de sus ficciones fantasmáticas [12].
Tanto el acting out como el pasaje al acto, se encuentran en una estructura significante que permite leer al sujeto en relación con el acto, así también como la dimensión libidinal o de satisfacción, que contempla la inclusión del objeto.
El acting out es un llamado al Otro, está dirigido al Otro: Para que el otro vea, escuche o sepa. Consiste en el montaje de un escenario que queda en relación al lugar simbólico del Otro. Dentro del dispositivo analítico, es un llamado al analista, a su interpretación.
En cambio, en el pasaje al acto no hay Otro, produce una mutación subjetiva, siempre acarrea consecuencias, establece un “antes” y un “después”, que supone una presencia renovada del sujeto. El pasaje al acto es un intento de resolución a algo que Lacan denomina “un callejón sin salida subjetivo”. El sujeto sale del Otro dirigiéndose al objeto.
El pasaje al acto en la PERVERSIÓN, involucra la puesta en juego de un fantasma en la escena, por lo que la elección de las víctimas obedece y responde a una condición erótica particular. La estructura del acto perverso siempre es la misma, porque goza de eso, el perverso sabe de qué goza e intenta reencontrar el mismo goce [13].
En cambio, el NEURÓTICO es un criminal inconsciente, dice Freud. Sin embargo, el crimen fantaseado puede volverse real bajo determinadas circunstancias. Se trata de puntuar la implicación subjetiva relativa al crimen, antes y después del acto y de analizar el grado de responsabilidad del sujeto [14].
En el pasaje al acto PSICÓTICO está presente la fuerza, el empuje desarticulado, imposible de contornear del fantasma. La estructura temporal que se pone en juego en la psicosis es la de la anticipación, según los distintos tipos de psicosis: Esquizofrenia, paranoia, delirio pasional o melancolía. El pasaje al acto incide sobre el delirio [15].
Miller dice que la agresividad en el sujeto puede ser abierta, en cambio la hostilidad puede ser subterránea, como una amenaza no dicha, susceptible de ser descifrada entre líneas [16]. Por eso en la psicosis se trata de ubicar al Otro que quiere el mal del sujeto, al Otro que lo goza y que goza del mal que le provoca.
Parafraseando a Marisa Morao, la experiencia analítica da lugar a la enunciación del ser hablante que incluye el cuerpo. En cada caso, se trata de decir que no,al goce mortífero y decir sí, a la responsabilidad subjetiva, a la implicación subjetiva y a lo real del síntoma.
Notas
[1] FREUD Sigmund, Obras Completas, Tomo XXI. Malestar en la cultura, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 2006, Pág. 108.
[2]MILLER Jacques Alain, Extimidad. Los Cursos Psicoanalíticos de Jacques Alain Miller, Ed. Paidós, Buenos Aires 2010, Pág. 15.
[3]MILLER Jacques Alain, Extimidad. Los Cursos Psicoanalíticos de Jacques Alain Miller, Ed.Paidós, Buenos Aires 2010, Pág. 53.
[4]LACAN Jacques, Introducción al comentario de Jean Hippolite, Escritos 1, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1988, Pág. 360.
[5] LACAN Jacques, Seminario V Las Formaciones del Inconsciente. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2016, Pág. 468.
[6]LACAN Jacques, Seminario XX Aún. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1999, Pág. 105.
[7]JESÚS SANTIAGO, Nuevos modos de goce, Colección Grulla, Argentina, 2012, Pág. 38.
[8]Ídem, Pág. 39.
[9]LACAN Jacques, La agresividad en Psicoanálisis, Escritos 1, Siglo XXI editores, Argentina, Pág. 114.
[10]DÍAZ Carmen Lucía, El cuerpo. Ese objeto marcado por exceso del otro. Revista Digital, Desde el jardín de Freud #3, Bogotá, 2003.
[11]LACAN Jacques, Seminario VII La ética del psicoanálisis, Ed, Paidós, Buenos Aires, 1988, Pág, 225.
[12]MORAO Marisa, El acto violento y el cuerpo del Otro. Lecturas de lo Contemporáneo. Actualidad de la clínica. Revista Digital VIRTUALIA # 35, agosto, 2018.
[13]TENDLARZ Silvia Elena, GARCÍA Carlos Dante, ¿A quién mata el asesino?, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2014.
[14]Ídem.
[15]Ídem.
[16]MILLER Jacques Alain y otros, Cuando el Otro es malo…. . Ed. Paidós, Buenos Aires, 2011, Pág. 74.
Biblografía
FREUD Sigmund, Obras Completas, Tomo XXI. Malestar en la cultura, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 2006.
LACAN Jacques, Introducción al comentario de Jean Hippolyte, Escritos 1, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1988.
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LACAN Jacques, Seminario V Las Formaciones del Inconsciente. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2016.
LACAN Jacques, Seminario XI Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2007.
LACAN Jacques, Seminario VII La ética del psicoanálisis, Ed, Paidós, Buenos Aires, 1988.
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JESÚS SANTIAGO, Nuevos modos de goce, Colección Grulla, Argentina, 2012.
MORAO Marisa, El acto violento y el cuerpo del Otro, Lecturas de lo contemporáneo, Virtualia # 35.
MILLER Jacques Alain, Biología Lacaniana. Acontecimiento del cuerpo. Colección Diva, Argentina, 2002.
MILLER Jacques – Alain, Extimidad. Los Cursos Psicoanalíticos de Jacques Alain- Miller, ed. Paidós, Buenos Aires, 2010.
MILLER Jacques – Alain, Cuando el Otro es malo, ed. Paidós, Buenos Aires, 2011.
MILLER Jacques – Alain, Síntoma y Fantasma. Dos dimensiones clínicas. Ediciones Manantial. Buenos Aires, 1992.
MILLER Jacques – Alain. El Partenaire – Síntoma. Los Cursos Psicoanalíticos de Jacques – Alain Miller, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2008.
DÍAZ Carme Lucía, El cuerpo: Ese objeto marcado por el exceso del Otro, Universidad nacional de Colombia, internet.
BRODSKY Graciela, Artículo del Amor. Internet. (No se encontró referencia precisa).
BRODSKY Graciela, Clínica de la sexuación, Serie enseñanzas, Colombia, 2004.
TENDLARZ Silvia Elena, GARCÍA Carlos Dante, ¿A quién mata el asesino?, Ed. Paidós. Argentina, 2014.