
Este libro de Marie-Hélène Brousse (M.-H. B) se enmarca en las enseñanzas de J. Lacan y J.-A. Miller, citados frecuentemente a lo largo del texto, así como en sus propias investigaciones a partir de la clínica psicoanalítica y de los fenómenos y transformaciones sociales contemporáneas.
En él, M.- H.B explora lo femenino como una forma de goce por fuera del género y más allá del fantasma. La temática que aborda es de plena actualidad entre los autores de la orientación lacaniana del campo freudiano: lo femenino no es ni la anatomía ni el género.
Recuerda que el discurso psicoanalítico a diferencia de otros discursos, pone en el lugar del agente del poder, los objetos libidinales. Esto permitiría desvelar el poder de esos objetos sobre el deseo del ser hablante.
De su clínica y de los decires de los analizantes, deduce que hoy los términos mujer y femenino no se superponen y eso es lo que orienta su investigación. Lo femenino es un modo de gozar más allá de la identificación de género.
Las palabras de los/las analizantes dejan entrever que en los seres humanos hay otra modalidad de goce más allá de la fálica, común a todos los seres hablantes, la cual no ha sido puesta en entredicho ni por el primer feminismo –que pone el acento en la toma de poder por la mujer de su propio cuerpo– ni por el actual feminismo desde el movimiento Me Too -cuyo acento está en la exigencia de que el goce sexual no sea definido por el deseo masculino- sobre la denuncia de su posición de víctima.
Marie-Hélène Brousse, en sus elaboraciones, basándose en los enunciados de J. Lacan, J.-A. Miller y probablemente otros autores, tiene la originalidad de apoyarse, servirse, de las innovaciones conceptuales de la física cuántica tales como la noción de vacío, ondas gravitacionales y agujeros negros, fruto del diálogo entablado con esta ciencia.
El vacío produce una energía que se extiende en varias direcciones. Las partículas cuánticas además de ser un corpúsculo concreto son al mismo tiempo, ondas, lo que les permite estar en dos lugares a la vez.
La tesis de Brousse es que, a partir de la lógica de la sexuación de Lacan, es posible afirmar que los cuerpos hablantes pueden encontrarse respondiendo al mismo tiempo a una lógica del para todo y a una lógica del no todo, término que tratará de precisar a partir de los decires de los analizantes.
El objeto a, objeto causa del deseo, no se puede aprehender directamente sino a través de estos decires, en función de las ondas que producen en la palabra, las cuales, en el curso de una cura, revelan el agujero negro en que consiste la experiencia de goce.
Esta obra, que por tanto trata del goce femenino y no de las mujeres, consta de dos partes que la autora ha titulado vaciar la madre y del vacío como modo de gozar en femenino o goce femenino.
La primera parte se dirige a mostrar que las mutaciones actuales de la maternidad, como función simbólica, producen paradojas nuevas en lo que Lacan ha desarrollado alrededor del deseo de la madre, el cual no depende sólo de lo simbólico.
Sostiene la autora que, aunque tradicionalmente lo femenino se ha asociado a la maternidad, para alcanzar lo femenino hay que separarlo de la madre.
M.-H. Brousse se apoya en haber descifrado un comportamiento que constituye su primer recuerdo. A los dos años, intentaba vaciar el mar cubito a cubito volcándolo a los pies de su madre, sentada en la playa, embarazada de su segundo hijo. El equívoco en francés de vaciar el mar (la mer), y la madre (la mère), del hijo que lleva dentro.
Ha podido terminar con este intento de querer vaciar el mar y la madre con un cambio de coordenadas. Cambio que le ha sido posible mediante la lectura orientada por la obra de Lacan en particular sus últimas enseñanzas. Así como por las aportaciones de Jacques- Alain Miller (J.-A. M) sobre el binomio madre-mujer, de la que es exponente, entre otros, el texto corto Medea a medio decir. Y en particular, la última aportación de J.-A.M que no se refiere al binomio citado sino al lugar del analista en la cura. Despeja el lugar de este como el lugar donde no hay, la place de plus personne, lo que a H. Brousse le resuena al lugar del vacío. Pero ¿qué es ese vacío por fuera del “no hay”? ¿qué es el vacío que hay? Se pregunta. Me parece interesante esta referencia al lugar del analista como lugar donde no hay, pues, aunque no sea una aportación novedosa, el señalamiento de esta resonancia al vacío, lo aproximaría, siguiendo sus elaboraciones, a lo femenino.
Apunta que J. Lacan en la conferencia de 30 de mayo de 1962, propone inscribir en la figura del toro la diferencia entre el vacío y la nada, la nada siendo del orden del objeto. El cambio lógico de la relación madre e hijo la apuntala a partir de la lógica de la sexuación lacaniana.
La lógica lacaniana de la sexuación explica que los términos masculino y femenino no remiten al género ni a la biología. El sexo en cuanto modalidad de goce no depende de las identificaciones sino de un acto, de una elección. Todos los seres hablantes pueden inscribirse de un lado o de otro.
Separar la madre de la mujer implica acometer dos modificaciones. Una, que en el tiempo de los unos solos la función ha sustituido a la nominación. Y la función no se transmite por el orden familiar. Otra, que la metáfora ha perdido su rol predominante en el funcionamiento simbólico en beneficio de la imagen. Hemos pasado de la demostración a la mostración.
Correlativamente, el discurso sobre el niño ha cambiado. Es tomado también como uno solo, independientemente de que tenga hermanos o no. Se le supone un saber, es un par. No obstante, en este proceso hay un resto como objeto a, un objeto de las ciencias y técnicas reproductivas y de lo social (una mercancía, se compran, fabrican, se encargan).
Con el declive de la metáfora paterna y la evanescencia de la función paterna y materna, Lacan en 1974 habla de una nueva función, una condensación de ambas en la función de “nombrar para” (fonction nommer à) potencialmente desempeñable de manera indistinta por lo que comúnmente se entiende por hombre y mujer.
El padre y la madre tradicionales dejan paso al “parent” termino de no fácil traducción en castellano pero que podría traducirse por “progenitor” que desempeña esta nueva función que permite la trazabilidad del “infans”.
En el tiempo de los Unos-solos, la función ha reemplazado la nominación. El nombre ha sido sustituido por el nommer à. Este nombrar para, es la huella o vestigio de un retorno del Nombre del Padre en lo real, forcluido en lo simbólico. Explica cómo esta forclusión no nos ha vuelto a todos psicóticos, acudiendo al término acuñado por Lacan de ex-sistence que caracteriza lo real. Si algo ex-siste a otra cosa es justamente no estar emparejado, se pasa de la pareja parental al anudamiento a tres del orden de lo real. El nudo es lo que permite escapar a la locura. Este nudo ex -siste pero no es demostrable, muestra.
Muestra que, en tanto que sujeto, «lo que nos posee no es otra cosa que un deseo, y, lo que es más, un deseo del Otro, un deseo por el que estamos originalmente alienados…».
M.-H.Brousse sostiene para concluir esta primera parte, que el tiempo que ha pasado desde 1974 cuando Lacan anticipaba esta nueva función de nommer à, permite modificarla un poco. Y así, sostiene que, en esta forclusión del Padre, que es nommer à, no concierne más al padre que a la madre, sino al progenitor único, el parent único, término contemporáneo.
La función “nombrar para” permite a un progenitor solo situar al niño en este nuevo orden de hierro, es decir, real y no simbólico. Así, este nudo permite “designar el proyecto”, “hacer el seguimiento”, “indicar el camino” de lo social al niño. Dice que estas tres formulaciones a las que J. Lacan hace referencia en el seminario XXI caracterizan al progenitor en la época de los Unos solos.
El discurso de la época ha vaciado a la madre de familia en provecho del “parent-tout seul d’un enfant tout-seul”. La familia y la cadena significante han sido sustituidas por el anudamiento de lo real (goce, cuerpo, muerte), que ex–siste a lo simbólico y a lo imaginario, transformándolos.
Ilustra estas elaboraciones con tres casos clínicos que dan cuenta de esta diversidad que adopta actualmente la estructura familiar y ponen en cuestión la concepción clásica del binario hombre/mujer y de la función paterna y materna. Si la diferencia entre la función paterna y el papá ha sido ya evidenciada por Freud y Lacan, ¿qué pasa con la función materna? Si el nommer à ocupa el lugar de la articulación entre la nominación y el deseo, no elimina para el niño la dialéctica alienación-separación necesaria al cuerpo hablante. Pone de relieve al progenitor, sometido como el niño a la división subjetiva y a la falta en ser que ninguna identificación llega a reabsorber. El segundo punto enseñado por la clínica es que los padres del mismo sexo biológico, están sujetos con respecto al inconsciente a las mismas regulaciones de pulsión y deseo que todos los LOM (neologismo lacaniano que designa los seres humanos con un cuerpo hablante), a la función de castración operada por el lenguaje. Sostiene que hoy el punto de fuga del deseo del LOM progenitor es lo femenino.
Vaciando a la madre, que ya no hay, ha producido un avatar, un mutante: el progenitor. Pero nada permite a partir de este vaciamiento alcanzar el vacío que hay. Como hipótesis señala ese vacío que hay como una definición posible de lo femenino.
El vacío como modo de goce femenino
En la segunda parte dedicada al vacío como modo de goce femenino, M.-H. B, siguiendo a Lacan, señala que la diferencia sexual es del registro simbólico, un efecto de metáfora, es decir de sustitución de un significante por otro. Decir “hombre” y definirlo por un órgano, el pene, no es sino un efecto de metáfora. Hoy hay que pensar la diferencia sexual fuera del binario hombre/mujer.
Es sin el género o los géneros (LGBTQI+) como HB desea abordar lo femenino ya que el discurso analítico es a-género. Insistiendo en el equívoco: sin el género, pero no sin el objeto a. No sin este objeto que determina la apetencia sexual. En los seres hablantes el fantasma ordena el goce fálico, un acontecimiento en las zonas erógenas del cuerpo y que, con o sin partenaire es fundamentalmente autorerótico. Todos los LOM están de este lado izquierdo llamado masculino en las tablas de la sexuación del Seminario XX. Sin embargo, no todos y no siempre se sitúan en el lado derecho de esta tabla, llamado femenino, que permite un goce suplementario al fálico. A cualquiera de los géneros se le permite estar de un lado o de otro. No se trata de los hombres en un lado y las mujeres en otro. A partir de aquí trata de desplegar el lado femenino de la sexuación, sin pretender un esclarecimiento general que sería contradictorio con el espacio lógico definido como No Todo. Va a tratar de esclarecer aquello que le parece que se desprende de las palabras de los analizantes.
De esta manera trata de concretizar el avance de Lacan sobre lo femenino como un goce no todo fálico, sorprendente incluso para quien lo experimenta, deslocalizado en el cuerpo, inexpresable, pero que, de alguna manera, se relacionaría con términos que se repiten en su clínica como oculto, prohibido, anónimo, silencioso, un goce por fuera del sentido, pero no fuera del cuerpo. Cuatro términos que articula con las dimensiones real, simbólico e imaginario. Proponiendo esta articulación en un esquema gráfico que puede contribuir a la comprensión de su investigación.
A la autora le interesa y se pregunta si los conceptos de vacío y de ondas gravitacionales generadas por la destrucción de los agujeros negros pueden, inmersos y aplicados en la experiencia analítica, producir efectos de saber. El goce del lado No-Todo, del lado femenino ¿puede encontrar en el vacío, que es a la vez un vacío de materia (la del fantasma), y un pleno de energía, la del goce Otro, que habita en ciertos momentos el cuerpo del ser hablante, una formulación que permitiría un plus de saber?
Esta es la pregunta que se formula y nos formula. No habría mejor manera de contribuir a darle respuesta que leyendo el libro y dando vía libre a las reflexiones que sugiera.
Debe estar conectado para enviar un comentario.