Reflexiones virtuales, presencia y cuerpo en grupos on-line

Por Fernando Torres Ysern.



Se presenta un resumen extractado -por limitación de espacio- de una comunicación sobre el trabajo con grupos operativos on-line realizados con colegas de Apop -Asociación de Psicoterapia Operativa Psicoanalítica-.

Añado aquí que espero pueda ser útil a la hora de pensar algunos aspectos del cártel en su modalidad on-line.

En instituciones con orientación de grupo-operativo, y sobre todo con enfoque psicoanalítico, la pregunta se planteaba al inicio de la pandemia, y se plantea todavía, sobre la posibilidad de la propia técnica en plataformas on-line. Debate que, pienso, continúa aquel sobre la posibilidad de relación analítica a través del teléfono o por video-conferencia. Pienso que la cuestión, debe centrarse en la posibilidad de la existencia del grupo mismo, no sobre la técnica. Entendiendo que si se evidencia la posibilidad de grupo on-line, esta respuesta aclara el camino a una similar sobre la técnica.

Personalmente siempre he pensado que en las reuniones en que he participado, convocando o siendo convocado, en distintas organizaciones y con tecnologías on-line similares, nos encontramos con grupos, lo que ha allanado el camino a mi acercamiento a la cuestión.

Considero que el hecho de convocar a “un grupo”, aunque no lo sea todo, tiene un efecto performativo –como enunciado perlocutivo- sobre los convocados, facilitador para constituir grupo, con lo que nos encontramos con la influencia desde el inicio de la transferencia recíproca, que opera desde el deseo de quien convoca.

Tomemos como referencia la definición de grupo de Pichón Rivière: “Conjunto restringido de personas que ligadas por constantes de tiempo y espacio y articuladas por su mutua representación interna, se proponen, en forma explícita o implícita, llevar a cabo una tarea, que constituye su finalidad, interactuando a través de complejos mecanismos de adjudicación y asunción de roles”.

En la experiencia que hemos mantenido hasta ahora en plataformas virtuales on-line hemos observado la viabilidad de cada uno de los definidos anteriores elementos en las “grupalidades”-on-line, que por tanto atendiendo a este enfoque son grupo.

Sin embargo, se evidencia que la situación grupal no se muestra la misma que en situación de “presencialidad física” de los grupos convencionales. Señalaremos ahora los elementos nuevos que hemos podido observar en la práctica desde la coordinación.

Algunos de ellos tienen que ver con el “interfaz”: ¿curiosa palabra no?, “inter”-”faz”, que casi podríamos traducir, pluralizándolo, como “entre-caras”, que es básicamente, junto con la voz, lo que se “comunica”, transfiere o circula por el nuevo medio, sin olvidar la necesidad de actuar sobre otros dispositivos, como ratón o teclado… y llegarán otros.

La familiaridad con el interfaz, y con el manejo instrumental del aparato, es fundamental para poder estar en el grupo; esto es, hay un nivel atencional a los fenómenos grupales que se pierde si el foco tiene que estar en atender a cómo funciona el sistema. Genera además una sensación de inseguridad que se torna fácilmente en ansiedad, que dificulta o tiñe el clima. Por eso es tan necesario familiarizarse con el uso, con la usabilidad del sistema, que debe interiorizarse cuanto antes, comportándose la herramienta en ese sentido como una extensión de nuestra persona.

La pantalla, como elemento de relación, se comporta como un dispositivo de “encuadre”, primero por su propio diseño físico, segundo por los elementos “ventana” incorporados ya en todas las aplicaciones de uso común y tercero porque, cuando el grupo se reúne on-line, la pantalla sirve como marco con límites dentro de los cuales se establece el grupo, al menos en cuanto percibido como imagen. Este encuadre-de-pantalla marca el límite, delimita la piel, del grupo, y le da una entidad como globalidad percibida, como imaginaria, cuando el grupo que asiste, y al completo, se muestra dentro de la pantalla.

Y aquí se produce un fenómeno añadido de reflexibilidad imaginaria: y es que incluso cada uno de los asistentes, uno por uno, puede verse a sí mismo dentro de ese grupo conformado por los límites del encuadre visual de la pantalla, un fenómeno que no se produce jamás en un grupo convencional.

Mi hipótesis es que esta aparición global del grupo y dentro de la cual cada asistente tiene una percepción de sí dentro del conjunto, anticipa la comprehensión totalizada y totalizante del grupo, del “nosotros, como unidad en el orden de lo imaginario. Pienso que se produce un efecto de “estadio del espejo grupal”, de unificación grupal imaginaria, que allanará el camino a la articulación grupal hacia la tarea como finalidad del grupo, y que no se produce fomentado por esta imagen globalizante en los grupos tradicionales de presencia física, aunque postulo que también es parte del proceso grupal en estos últimos, realizado por vías que, aunque similares, no exploraremos aquí. Proceso a investigar, y ver, por ejemplo, sus efectos sobre pre-tarea y tarea y el pase entre ambas.

La coordinación también aparece como “uno más” en ese marco y, además, en “cualquier lugar”.Esto es, la coordinación pierde ese lugar espacial que mantiene en el grupo convencional, marcado por su posición en la cuasi circularidad del grupo. El “lugar” de la coordinación se sostiene ahora sólo en su función y su hacer, y no puede apoyarse en una disposición espacial con respecto al grupo de los asistentes pues parece indistinguible en cuanto a su posición en la imagen. ¿Cómo descentrarse, mantener esa distancia operativa propia de la coordinación en una situación como esta, en una situación que es un estar junto con los otros en una imagen totalizadora que iguala y no distingue? Digamos que es la función la que diferencia, y sí puede mantenerse en ese encuadre, lo que muestra la importancia de la orientación a la tarea y de la posición transferencial de sujeto supuesto saber que ocupa la coordinación como sostén de la dinámica grupal.

Estamos pues “dentro” y nos vemos allí incluso, pero nos vemos como si nos mirásemos desde “fuera”, porque nos vemos incluidos. El desde dentro y desde fuera se diluyen, se inter penetran.

Pero y ¿qué pasa con la falta, con las ausencias? En este encuadre de pantalla no se marca la falta de los asistentes con un lugar vacío a la espera de llenarse. No hay lugar físico que la marque como en grupo presencial. Sería pues como si este encuadre on-line primara la delimitación de un espacio siempre-completo. Sin “silla vacía”, la ausencia queda para la rememoración dese el grupo-interno de los asistentes, que descompleta el marco globalizante.

Este marco imaginario unificador se topa con su contraste, que paradójicamente parece mostrar su influencia, en las desapariciones o “desconexiones”. Alguien desaparece, por la circunstancia que sea, que puede ser técnica; sin embargo, la comprensión de lo que la desaparición significa plantea el interrogante de su significación. ¿Es sólo técnica? ¿Y si desaparece la coordinación? Es una posibilidad siempre presente (y, por cierto, una de las fantasías de la coordinación. ¿Pero qué efectos tendría? ¿Hay que preverlos, explicitarlos?

La experiencia me dice que si las desapariciones o desconexiones no son solucionadas influirán en el proceso grupal; no obstante, siempre que tengan una clara explicación “técnica”, suelen pasar bastante desapercibidas; sin embargo, sus efectos de significado pueden poner en juego el latente de las fantasías grupales, que tomarán su propio camino, a descubrir en la sesión; con lo que queda pendiente profundizar en sus efectos y causas inconscientes.

La cuestión es que me parece que el límite de la pantalla, que es el límite del grupo como imagen global tiente un efecto en cuanto a la percepción del nosotros (antes hablé de la anticipación). Esto se ve fácilmente cuando algún participante no es capaz de acondicionar su propia pantalla y ver al conjunto del grupo, aunque sí lo esté escuchando. Esto genera un efecto en sus sensaciones, y sentimiento de estar “perdido”, o “fuera” o no poder “ingresar” o “participar” en el conjunto. Es difícil en un grupo convencional ver a los demás y no ser visto… o viceversa; sin embargo, esto es una posibilidad real en los grupos on-line.

También conocemos situaciones en que participantes que no solían ser proclives a la participación en grupos presenciales físicos se vuelven participativos en grupos on-line, con lo que señalamos un posible efecto “máscara”, protegidos por la cual se produce un efecto de desinhibición.

Otro fenómeno detectado que se da en los grupos on-line es la de la aparición junto con el participante de su entorno cercano, haciéndose presentes en el grupo objetos y espacios que conforman la vida cotidiana, familiar o profesional del participante que se presenta haciendo conjunto con elementos también de otros grupos, instituciones, comunidades, con las significaciones que esos entornos pueden introducir en el grupo. Se convierten en parte de su presencia ante los otros y tienen efectos en el proceso del grupo.

Nos encontramos con el término de “presencia”, aquí referido a la experiencia en grupo operativo, que pienso es el elemento nuclear sobre el que puede estar latente girando un debate sobre la posibilidad del grupo en los entornos de comunicación virtual; junto con el concepto de si hay o no “cuerpo”, siendo estas preguntas válidas también para sesiones individuales on-line.

En general el concepto de “presencia” suele estar estado asociado a una idea de simultaneidad en el espacio y en el tiempo. Básicamente, dos o más sujetos están presentes cuando coinciden físicamente a un mismo tiempo en un mismo lugar.

Sin embargo, esto, siendo estrictos, podemos afirmar que no es cierto, pues no ocupan realmente la misma posición en el espacio y entre ellos hay un decalaje de tiempo inapreciable asociado a la distancia a la que se encuentran, estando, por tanto, físicamente presentes unos con respecto a otros, pero distantes en espacio y tiempo.

En un entorno on-line la velocidad de casi instantaneidad que permite el medio diluye incluso las inmensas distancias geográficas, quedando superado cualquier decalaje de tiempo y espacio de modo que la comunicación e interacción se vuelven síncronas, emergiendo una presencia virtual.

En cualquier caso, cualquier “presencia” está enmarcada, más allá de lo puramente físico, en la posibilidad de un “encuentro”. En la posibilidad de poner en acto un intercambio, una relación, un discurso, un vínculo, un lazo entre dos o más, lo que implica un “lugar”, en el que los sujetos puedan encontrarse. Y este lugar, ¿puede emerger a través o en los medios de comunicación que posibilitan el on-line, la presencia virtual? Pienso que sí.

En el campo de la comunicación, Marshall McLuhan, en su texto “Las leyes de los medios” escribió: “Todos los artefactos humanos, —ya sea el lenguaje, o las leyes, o las ideas, o las hipótesis, o los instrumentos, o el vestido, o los ordenadores— son extensiones del cuerpo físico o de la mente”.

En ese lugar on-line que posibilita una presencia virtual, en ese lugar común de relación que posibilitan los medios, ¿es posible allí concebir algo así, extensiones del cuerpo y de la mente?.

En lo que comúnmente utilizamos hasta ahora de los medios en las plataformas virtuales u “on-line”, se comunican, más allá del texto, básicamente dos elementos: imagen y sonido, en relación al ser humano: imagen corporal y voz.

Si la imagen que se puede observar en la pantalla es la imagen corporal, algo del cuerpo está presente. Si no entendemos el cuerpo como el cuerpo meramente físico, el cuerpo de la biología, de la fisiología, y entendemos que el propio “Yo” es en su origen una construcción imaginaria, una anticipación de la unidad corporal en un estado de impotencia e incoordinación motriz con origen en infancia, es fácil comprender que la imagen, aunque parcial, en la pantalla, de una parte del cuerpo, representa a éste en cuanto tal ante los otros, e incluso ante uno mismo en ese lugar de interacción y de encuentro. El cuerpo por tanto se hace presente a través de la imagen. Más también en el sentido de que la imagen de un otro/a en la pantalla, puede afectar al cuerpo, como hemos comprobado en nuestra vida cotidiana, y en la de los grupos que coordinamos. O bien el cuerpo quedar afectado por lo que “encuentra” en ese entorno.

Dicho esto, añado también que la mirada, como función y como objeto, tiene, en los grupos on-line, una gran importancia, sin embargo, con una estructura de funcionamiento peculiar, pues no está clara la mirada que quién, como objeto, está siendo enfocada por la mirada de quien, como sujeto. Uno puede mirar concretamente a alguien en la imagen, pero no saber, por las miradas ajenas quien ha puesto su mirada sobre él. Es como si la mirada orientada a uno, no pudiese mas que ir, en realidad, al grupo como globalidad, y no a alguien en particular, salvo si la mirada va acompañada de una alusión por gestos o por voz. Dos no pueden cruzar sus miradas y saberlo por ellas mismas –aunque sí fantasearlo-. En cualquier caso, aunque de modo diferente, el “hacerse ver” de la pulsión escópica sigue poniéndose ahí en juego.

Con respecto a la voz, sabemos que acompaña a la constitución del sujeto humano, desde incluso antes de su nacimiento y está, pienso, más relacionada con aspectos somato-sensoriales que la propia visión. La voz es el soporte que acompaña los primeros acercamientos del ser humano al lenguaje, como medio que vehicula al significante. Es, además, producida por el propio cuerpo hablante, desde los órganos de la fonación, pero implicando al cuerpo completo -de ahí sus variaciones asociadas a los cambios de éste-. La voz es onda de presión, por tanto, de contacto con el otro cuerpo en cuanto que por un lado el habla repercute en la vibración del tímpano -proceso previo necesario para la decodificación del mensaje-, y por otro lado como vibración sonora, resuena en el cuerpo como tal, puede ser percibida sensorialmente como vibrante -tanto por el emisor como por el receptor-.

La voz, transmite con su tono, timbre, entonación, volumen, un más allá de la significación puramente semántica del mensaje. Es en sí misma significante, pudiendo asumir esta función incluso si no transporta ningún símbolo como tal pronunciado.

Es, además, la voz, claramente un elemento que permite la identificación y por tanto tramita/transmite la identidad de un sujeto.

Así, la voz se nos muestra como cuerpo, cuerpo pulsante, vibrante, comunicativo e invocante. Cuerpo que toca a otro cuerpo.

Por todo lo expuesto propongo una hipótesis:

En este lugar, on-line, virtual, más allá de la tecnología de los medios, pero posibilitada por ella, hay un encuentro de los sujetos humanos, de grupo, en mente y en cuerpo a través de su imagen, de su mirada y de su voz.

Y diré “hay presencia, no es sin cuerpo”.



Bibliografía

-Lacan, J. [1949] (1971). El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. Escritos, Tomo I. Biblioteca Nueva. Siglo XXI Editores.

-Lacan, J. [1962-1963] (2004). El Seminario de Jacques Lacan. Libro X. La Angustia. Capítulo XVIII. Paidós.

-Lacan, J. [1964] (1987). El Seminario de Jacques Lacan. Libro XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Capítulos VI al IX. Paidós.

-McLuhan, Marshall (con Eric McLuhan) [1988] (2009). Las leyes de los medios. CIC. Cuadernos de Información y Comunicación. Universidad Complutense de Madrid. Vol. 14.

-Pichón-Rivière, Enrique [1971] (1975). El proceso grupal. Del psicoanálisis a la psicología social (1). Ediciones Nueva Visión.