Por María Eugenia Nieto Mancebo
“¿Cómo haces para que no te afecte lo que te cuentan?” me pregunta una paciente de once años. Más allá de la resonancia que tiene para ella esta pregunta, me aclara que me lo está preguntando a mí. “Vengo a contarte cosas tristes y me imagino que vienen otros a hacer lo mismo, ¿cómo haces para que no te afecte?, pareces alegre”.
Con esta inmensa pregunta, me adentro a escribir la reseña de esta miniserie, o un recorte propio.
Es una joya rara que encontré por casualidad, una noche cualquiera de este tiempo extraño.
Nos conocimos en Estambul. Su título original, en turco, es Bir Baskadir, que pareciera más sugerente, ya que se traduce como “En otro lugar”, “En otra parte”, “El otro”, “El diferente”. El título nace de una canción tradicional turca, que significa particular, en el sentido de diferente. El fin de la frase, elidido, es “mi país”.
Escrita y dirigida por Berkun Oya, habla sobre los encuentros, el misterio de los cuerpos, de las soledades, las tristezas, miedos, deseos, de no saber qué pasa y qué nos pasa, de intentar encontrar una guía, cualquiera sea, para orientar la vida. Muestra a los que lloran, los que se van rompiendo, se rompen y, con suerte, van pegando los trozos como pueden. Una mirada íntima al sufrimiento de los personajes que no paran de cruzarse por azar. El recorrido de estas vidas, sus tribulaciones, sus maneras infructuosas e incongruentes de hacer con lo que les toca. Buscan desesperadamente algo, las más de las veces por los caminos equivocados. Todos tienen prejuicios acerca de los otros. Nos metemos en sus silencios. Hay tal manejo del tiempo, que pareciera que estamos ahí. Es corta, pero se transita despacio. Con tiempo.
Cada personaje es infeliz a su manera. La cosa siempre falla.
Delicada, sin estridencias, se aleja totalmente de las fauces comerciales. Aporta un aire fresco, hecho de un hilo sensible e inteligente.
Se ve una Turquía dividida en dos. Una sociedad atravesada por corrientes que chocan. Clase alta y baja. Religiosos radicales y ateos bien viajados. La incapacidad de entenderse entre las diferentes clases sociales, entre las distintas generaciones y por supuesto, entre la misma familia. Un mosaico bien claro de la sociedad turca actual y sus problemáticas. ¿No lo será de todas las sociedades? ¿El rechazo de las costumbres o su superación? ¿Se tratará de esto?
La fotografía es bellísima y la música con ese punto “pasado de moda” y hasta bizarro en los finales.
Meryem, la protagonista, nos conecta con las dos realidades. Con ella y su paso apurado recorremos desde el campo hasta el centro de la ciudad. Sencilla, humilde, religiosa, tradicional. Se hace cargo de todo. Obedece. Hasta que empieza a tener reservas. Está en el entre de esos dos mundos. Su familia es kurda musulmana y consultan al Hodja, un maestro del Corán a quien le piden orientación y consejo sobre qué hacer y qué pensar.
Los hombres salen mal parados. Yasin, el hermano iracundo, machista, fanático y sobrepasado por las circunstancias de su familia, siempre a punto de explotar. El jefe de Meryem , millonario y sin futuro; el Hodja, mezcla oración y donaciones, no pudiendo sostener lo que predica, con una hija lesbiana que escucha música en inglés o del diablo.
Las lágrimas de ellos brotan mientras ellas se ponen de pie.
A las mujeres les tocan los bellos papeles. Están las jóvenes y las menos jóvenes, casadas, solteras, con velo y sin velo, las de la ciudad y las del pueblo, las libres y las esclavizadas. La cuñada de Meryem, completamente rota y torturada hasta que encuentra la manera de enfrentarse a su destino.
Peri, la psiquiatra de Meryem, a la que esta última acude por una serie de desmayos que suceden sin una causa orgánica. Estos encuentros tejen la trama interna de la serie. Peri, fría, sola, tan tomada por sus cosas, que no puede acoger a su paciente. No puede darle un lugar y lucha contra sus demonios.
Los ricos, laicos, parecieran menos desgraciados pero se van viendo cada vez más extraviados, desorientados a pesar, o a causa, de su libertad. Mientras los creyentes ceden parte de su libertad para entregarla a sus maestros y así poder distanciarse de lo que les toca como responsabilidad.
Decidimos con bastante facilidad qué es extranjero para nosotros. Pero no soportamos vernos extranjeros para el otro.
Las historias sangrando por dentro. La necesidad de liberarse y de atarse en la búsqueda del amor.
EL EXTRANJERO, un poema de Elena Garro
Allá donde encontramos lo perdido
Allá donde se va lo que se tuvo
Allá donde los muertos están muertos
y hay días en que renacen y repiten
los actos anteriores a su muerte
Allá donde lloradas lágrimas se vuelven
a llorar sin llanto
y en donde labios intangibles se buscan
y se encuentran ya sin cuerpo
Allá donde de pronto somos niños
y tenemos casa
y en donde las ciudades son fotografías
y sus monumentos residen en el aire
y hay pedazos de jardines atados a unos ojos
Allá donde los árboles están en el vacío
donde hay amores y parientes mezclados
con objetos familiares
Allá donde las fiestas suceden a los duelos
los nacimientos a las muertes
los días de lluvia
a los días de sol
Allá, solitario, sin tiempo, sin infancia,
Cometa sin orígenes, extranjero al paisaje
Paseándote entre extraños
allá resides tú,
donde reside la memoria.
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