Silvia Elena Tendlarz

Por Silvia Elena Tendlarz.

«Análisis de un niño»

 

 

La frase propuesta para comentar toma como punto de partida lo que los Lefort llamaron un «analizante con pleno derecho» al hablar del niño. El niño no puede reducirse a ser un objeto del Otro traído por los padres, sino que siempre nos dirigimos a un sujeto en el análisis. Es más, a veces la rectificación subjetiva del niño corresponde al momento en que, por fuera de lo que hace síntoma para los padres, logra apropiarse de la consulta y constituir su síntoma bajo transferencia. El «saber hablar» con un niño es, sobre todo, poder escuchar «qué tiene para decir» a través de las distintas modalidades en las que se entreteje su narración.

A diferencia del adulto, los niños la mayor parte de las veces se apoyan en los juguetes, en los lápices y papeles y en los objetos tecnológicos que traen a las sesiones para sostener lo que tienen para decir. Pero no todos los niños lo hacen. Algunos niños se sientan y cuentan sus preocupaciones. Y lo hacen en formas diversas. Un niño, por ejemplo, luego de un tiempo de entrevistas, se para frente a la ventana con su celular en la mano, y mirando hacia afuera, me dice que le hacía muy bien venir a hablar en la sesión, tratamiento que le permitió separarse de la mirada acuciante del hermano muerto.

El trabajo analítico con niños es una llamado a una escucha atenta, a la invención de cada niño y a una plasticidad en el tratamiento que nos enseña a extraernos de una práctica con sujetos adultos estereotipada. Así como no se trata de educar al sujeto-niño, tampoco en el análisis con adultos se trata de un tratamiento adaptativo o de adoctrinamiento. El ser-hablante siempre hace su análisis, por fuera de la edad cronológica, a su manera, y se trata de escuchar esa singularidad para que encuentre su propia salida.