Un anhelo de responsabilidad (subjetiva)

Por Clara Urbano Molina

Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos de mañana y al mediodía te bebemos al atardecer
bebemos y bebemos
En la casa vive un hombre que juega con las serpientes que escribe
que escribe al anochecer a Alemania tu cabello de oro
Margarete
Tu cabello de ceniza Sulamita cavamos una fosa en los aires allí
no hay estrechez

Extracto del poema Fuga de muerte, de Paul Celan.

Llego a la pregunta porla responsabilidad subjetiva desde un punto a menudo común entre quienes nos la hacemos: la relación entre lo social y el psicoanálisis o, desde muy cerca, la relación entre lo individual y lo social en psicoanálisis. En este sentido, una posible re-formulación podría ser: ¿podemos servirnos de la idea psicoanalítica de responsabilidad en el lugar donde queremos tratar con lo social o con la política? Y, de hacerlo, ¿qué implicaría?

Más concretamente, mi aterrizaje es desde el siguiente interrogante: ¿Qué puede decir el psicoanálisis sobre las condiciones de (im)posibilidad de la violencia? Sobre estas condiciones investigué durante mi doctorado en sociología a partir de nuestras propias respuestas ante la violencia: investigué cómo es que respondemos de forma tan distinta ante unas víctimas y otras y parece que no nos demos cuenta… Y digo “parece que no nos demos cuenta” porque estas distinciones en nuestra sensibilidad siguen sin estorbarnos al seguir enarbolando la categoría de víctima como instrumento de igualdad y de justicia.

Aquí la dimensión de responsabilidad del sujeto aparecería, por tanto, del lado de lo social en sentido amplio, es decir, no solo frente a las propias violencias (ejercidas y recibidas individualmente) sino, sobre todo, de aquéllas de las que formamos parte en tanto que testigos, espectadores y/o cómplices de ellas, en esa relación del individuo o del sujeto con lo social y con los otros, resultando una cierta forma de hacer común en lo social frente a la violencia, que se vería reforzada y sostenida en lo individual y viceversa [1].

De esta forma, no me interesa tanto abordar el momento en que un sujeto pasa al acto violento (tema del que sí he tenido la oportunidad de leer y escuchar más elaboraciones); como en pensar, desde el psicoanálisis, el momento más social en que el sujeto se relaciona con la violencia a un nivel general o mediado por otros (algo que sin duda tendrá que ver también con la dimensión anterior). Es decir, me interesa aplicar una mirada psicoanalítica a esa (des)responsabilización social que hacemos ante la violencia.

Aquí, el vínculo entre violencia y responsabilidad tendría que ver con la importancia del contexto y de la figura del testigo en el uso de la fuerza y la coerción. Poniendo el ejemplo de la Shoah o el exterminio judío, se ha señalado en diversas ocasiones cómo el problema judío no fue solo un problema de los judíos (en un movimiento similar a como se plantea desde los feminismos que los problemas de las mujeres no son problemas de mujeres). En este sentido, en 2015 con ocasión del 70 aniversario de la liberación de Auschwitz, el superviviente Roman Kent se dirigió a todo el mundo y, además de convocar el deber de recordar, lanzó a los presentes la siguiente: “You should never, never be a bystander” (traducible como: “nunca, nunca deberíais de ser un mero espectador”).

Personalmente considero una buena noticia que desde las propias ciencias sociales haya un cierto discurso (aunque no muy extendido) acerca de la dificultad de la violencia como objeto de estudio en sí mismo. En su caso, autores como Bauman vinculan tal problema con “nuestra moderna ambivalencia en torno al poder, el empleo de la fuerza y la coerción” (1995). Por su parte, Talal Asad localiza aún más sus hipótesis al respecto y nos recuerda también que, si bien “en la perspectiva a largo plazo de la historia humana, las matanzas no son cosa nueva”, “hay algo de especial en el hecho de que Occidente, que ha construido el derecho internacional, encuentre luego razones por las que no debe ser respetado en determinadas circunstancias” [2]. “¿Será que incluso el solo hecho de analizar la violencia en sus puntos más pesados, confusos y grises, pareciera que atenta o roza, que cuestiona –incluso materialmente- todo aquello que de nosotros se erigió́ y sigue erigiéndose gracias a y a pesar de ella?” [3].

Planteada la pregunta y su origen, vayamos al concepto propuesto aquí. En lo que respecta al término como tal de “responsabilidad subjetiva”, aunque desde hace ya tiempo viene estando de moda y en internet cada vez aparecen más referencias que lo vinculan con el psicoanálisis, lo cierto es que no está claro que fuera un término especialmente utilizado por Freud o Lacan. Lo que sí que podemos afirmar es que, posteriormente, se ha convertido en un término de uso más o menos frecuente entre distintas disciplinas dentro de las ciencias sociales. Quizás su origen más claro y a-propiado como tal esté en el derecho civil y el lenguaje jurídico. Éstos entienden como tal al sujeto en posición de causa siendo necesaria la negligencia o culpa y la consciencia del carácter ilícito del acto; mientras, de otro lado, estaría la responsabilidad objetiva, donde no es necesaria tal culpa o negligencia y el sujeto solo se podría exonerar si consigue probar una fuerza mayor, un hecho determinante de terceros o bien la imprudencia de la víctima.

Pero ¿por qué responsabilidad “subjetiva”? ¿acaso hay una responsabilidad objetiva en psicoanálisis? Podemos pensar, quizás, que el refuerzo de este apellido de “subjetiva” proviene del cruce de otras áreas (como el derecho o la sociología que señalábamos antes) con rasgos del psicoanálisis, en un anhelo, quizás, por encontrar un terreno intermedio. O bien, desde otros lados, en un intento de hacer entender de mejor manera (o de manera más exitosa) el cambio que introduce el propio psicoanálisis con su idea de “sujeto” y, por tanto, en lo que significa hablar de un sujeto (dividido) responsable… Cabe preguntarse, empero, si este intento de traducción de la propuesta psicoanalítica no acaba logrando el efecto contrario al perseguido, no solo por entrar en contradicción al ser redundante (y por lo tanto negar su centro, en cierta forma), sino por ceder, al fin y al cabo, a hablar de una multiplicidad de sujetos (el sujeto ciudadano, el del psicoanálisis), lo cual sería parecido a rendirnos a entrar a dialogar cómo unos y otros se (des)encuentran y, con esta retirada, renunciar también a hacer desde el psicoanálisis el útil trasvase a lo social que sólo él puede hacer sobre la subjetividad de nuestra época y cómo poder entenderla mejor y, por tanto, cómo hacer con ella (y, en este caso, con la violencia, sus condiciones y sus efectos). Un diálogo, discusiones y desencuentros incluidos, que absorbe su riqueza, precisamente, de la diferencia irreductible que se pueda poner en juego, genuinamente, desde cada lado.

Así pues, si nos situamos en el psicoanálisis como tal, parece tener más sentido quedarnos tan solo en la palabra “responsabilidad” y quitarle lo de subjetiva. A este respecto, Z. Matallana en su artículo sobre el tema hace un útil recorrido por la obra de Freud (no distingue entre responsabilidad y responsabilidad subjetiva y las alterna entendiendo como intercambiables responsabilidad subjetiva y responsabilidad del sujeto). En este artículo el autor empieza situando la responsabilidad como “un concepto crucial que opera como fundamento de la clínica psicoanalítica en la medida en que marca su posibilidad misma y su direccionamiento ético” [4], para, a continuación, hacer un repaso de “cuatro aristas a partir de las cuales puede cernirse la idea de la responsabilidad subjetiva en la obra de Freud, señalando su actualidad a partir de una lectura lacaniana. Tales aristas son: 1) el concepto de defensa como mecanismo fundante de la división subjetiva; 2) las nociones de trauma y síntoma, y la participación activa del sujeto en su padecimiento; 3) la consideración en torno a los sueños como actos psíquicos cuyo contenido moral interpela la responsabilidad del sujeto; y 4) la remisión al mito que plantea un anudamiento originario entre el crimen y la ley como fundamento de la constitución subjetiva” [5].

Hablar de responsabilidad en psicoanálisis implica un sujeto agente, pero no “el sujeto ciudadano” (en tanto que inscrito en una jurisdicción), dice Matallana, sino el sujeto del inconsciente. Y, ahí, no solo el sujeto queda barrado, sino también la propia (idea de) realidad y de verdad, tal y como las venimos manejando por fuera de aquí, en los discursos sociales y también en la ciencia (aunque es importante resaltar que esa fe no se profesa en todos los casos con la misma intensidad). “El psicoanálisis no tiene sentido a nivel de la pura objetividad” [6]. Y en términos de responsabilidad lo que interesa es la relación entre el decir y el dicho, es lo que llamamos la “posición de enunciación”: cómo se posiciona el sujeto ante sus propias palabras (la rectificación subjetiva).

Y es que esta grieta entre lo social y lo individual o una supuesta realidad compartida y el sujeto, no es solo algo que el psicoanálisis “vea” sino que constituye “su centro de fuerza” pues señala el hiato existente entre la causa y el sujeto y por tanto la posibilidad de hacer psicoanalíticamente hablando con la realidad del sujeto más allá de cualquier “destino”. Esto, evidentemente, puede ser un problema para algunas disciplinas o posiciones que no ven hiato alguno entre la causa y el sujeto, allí donde el concepto de goce y de sujeto dividido no tienen validez.

Con el concepto de inconsciente se deja de sostener al sujeto en la conciencia y en el yo, en la voluntad y la intencionalidad, y de lo que estamos hablando aquí es, más bien, de pasar a ser responsable de aquello que no se quiere saber y que se prefiere ignorar. De esta forma, el foco sobre el que hacerse responsable está en uno mismo, en una misma, se trata de hacerse responsable frente a lo extraño que hay en mí. El psicoanálisis aboga por la responsabilidad del sujeto frente a lo inconsciente, frente a su propio deseo -donde la falta ha de acompañar, siempre – (deseo del Otro, con mayúscula), y frente a su síntoma, frente a eso que no sabe (que sabe). Se trataría de una cuestión topológica, de toma de posición hacia aquello que aparenta ser ajeno y sin embargo es lo más propio de cada uno… y por ello nos horroriza (a unos más, a otros menos). Dirá Lacan que de la única cosa de la que se puede culpar al sujeto es de ceder en su deseo, de no hacerse cargo de él, dejándose someter al discurso del Otro, en renuncia a su respuesta singular. Pero, para poder entrar en la ley del deseo, primero ha de haber una renuncia inicial, la del goce rechazado, la de la castración. Se abre aquí, de nuevo, el cuadro de una elección -se acepta o se rechaza [7].

Así pues, volviendo al inicio, ¿cómo podemos hacer con esta idea psicoanalítica de responsabilidad en torno a las preguntas planteadas? ¿qué significa llevar el sujeto dividido y el concepto de goce a lo social? ¿y en concreto a estas preguntas por la responsabilidad ante la violencia? ¿Podríamos decir que el citado velamiento o incluso negación ante nuestras particulares maneras de ordenar el sentido y la experiencia ante la violencia tienen que ver con lo singular del sujeto, su propia división y nuestra dificultad común, expresa también a nivel social, de hacer con lo real? -un real que la violencia sabe bien cómo convocar (goce propio incluido)-. Y si esto es así, ¿qué significa entonces ser psicoanalíticamente responsables frente a la violencia desde el punto de vista social y político?

Aquí, dado lo expuesto, se nos pueden ocurrir varios puntos de trabajo. En primer lugar, ahondar desde donde estemos en las consecuencias de lo que supone llevar el sujeto del inconsciente y el concepto de goce a nuestras variables y concretas realidades sociales y políticas. Y enfocar esta tarea, creo, no tanto como algo a concluir o responder, sino, precisamente, como un encuentro en apertura constante nutrido a partir de lo singular de cada cual, y no lo contrario (aquí el papel del psicoanálisis es clave). En segundo lugar, en la línea de la advertencia de Kent de no convertirnos en espectadores pasivos (y por tanto en cómplices) de la violencia: estaría la responsabilidad del sujeto y de las reuniones de sujetos (instituciones, sociedades, movimientos, etc.) a la hora de actuar frente a la violencia y sus efectos. En este caso, hablaríamos en primer término de partir de una relectura de cual es nuestra relación con la violencia. Renunciando ahí al sujeto inocente y pulcro de la Ilustración, y admitiendo que toda corporalidad requiere, en su historia, del uso de violencias. En tercer y último lugar, estaría el esfuerzo y el trabajo por un saber que a-cerque cada vez más o mejor lo Real, en este caso en lo que a la violencia se refiere y que, a menudo, en sus entregas, tendrá más condición de espejo que de ventana, rebotándonos algo del horror del nosotros mismos y nuestra historia de (a menudo precarias) supervivencias.

He aquí de nuevo un anhelo un tanto torpe y quizás algo fantasmático que acaba siendo útil, por el momento.

Notas

[1] “(…) Haciendo que nuestro abordaje de la violencia (de sus condiciones de (im)posibilidad y de sus efectos) tienda a ser un tanto pétreo (con un estanco reparto de la actancia-agencia), no situado (acronotópico [es decir, negando su dependencia de un espacio-tiempo y de un ojo que la cifra]), individualista y ajeno a su carácter de continuum, es decir, al margen de la interconexión de unas violencias con otras (Scheper-Hughes y Bourgois, 2004). Así como refuerza nuestra preocupación moderna por extirpar la violencia y/o situarla siempre del lado del otro. (Urbano Molina, 2017, pág. 19).

[2] Asad, T. (2008). Sobre el terrorismo suicida. Barcelona: Laertes.

[3] Urbano Molina, C. (2017). Tesis doctoral El marco-víctima y la mediación técnica periodística, pág. 123. Madrid: UCM.

[4] Matallana, Z (2005). La responsabilidad subjetiva. Actualidad del planteamiento freudiano, pág 128.En Desde el Jardín de Freud, número 5. Bogotá: UNC.

[5] Ibíd., pág. 129.

[6] Miller, J. A. (2008) Introducción al método psicoanalítico, pág. 42. Buenos Aires: Paidós.

[7] Miller, J. A. (2017) Niños violentos. Intervención de clausura de la cuarta Jornada del Institut de l’Enfant, 18 de marzo.

Bibliografía

-Bauman, Z. (1989). Modernidad y holocausto. Madrid: Sequitur.

-Bauman, Z. (1995). Violence, postmodern. En Life in fragments: Essays in Postmodern Morality (pp. 139-162). Oxford: Blackwell.

-Bauman, Z y Dessal, G. (2014). El retorno del péndulo. Sobre psicoanálisis y el futuro del mundo líquido. Madrid: FCE.

-Butler, J. (2009). Marcos de Guerra. Las vidas lloradas. Madrid: Paidós.

-Faure, B. (productora) y Lanzmann, C. (director). (1985). Shoah [Documental]. Francia: Les Films Aleph. Historia. Ministère de la Culture de la Republique Française.

-Freud, S. (1970). El malestar en la cultura. Madrid: Alianza.

-Lacan, J. (1975). Seminario 17. El reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

-Miller, J. A. (2008) Introducción al método psicoanalítico. Buenos Aires: Paidós.

-Miller, J. A. (2017) Niños violentos. Intervención de clausura de la cuarta Jornada del Institut de l’Enfant, 18 de marzo. Disponible en: https://psicoanalisislacaniano.com/ninos-violentos/

-Miller, J. A. (2019). Causa y consentimiento. Buenos Aires: Paidós.

Scheper-Hughes, N. y Bourgois P. (eds.). (2004). Violence in war and peace. An anthology. Oxford: Blackwell.

-Sontag, S. (2003). Ante el dolor de los demás. Madrid: Alfaguara.

-Urbano Molina, C. (2017). Tesis doctoral El marco-víctima y la mediación técnica periodística. Madrid: UCM.

-Matallana, Z. (2005). La responsabilidad subjetiva. Actualidad del planteamiento freudiano. En Desde el Jardín de Freud, número 5. Bogotá: UNC.