Un síntoma, un virus vital

Por Rocío Bordoy

Era invierno y hacía frío en Madrid. Se vivía un estado extraño de tensión sin entender realmente qué podía estar a punto de ocurrir. A los pocos días, se decretó el Estado de Alarma en España. Oficialmente, quedaban inauguradas la pandemia y las medidas extraordinarias para contenerla. Se abría un tiempo incierto, incomparable a otros momentos inciertos, inasible en su conjunto. En ese momento, algunas personas, prestas a acudir con lo que se pudiera para acoger el estrago del tremendo real que se nos abría a los pies de la vida cotidiana, y con el deseo de la escucha agudizado, buscábamos en los dispositivos existentes una forma de hacer lazo, tanto entre nosotros como con el entorno. No era suficiente, nuestras propias urgencias nos empujaban.

Un grupo de whatsupp fue la vía para el encuentro, sobra decir que virtual, para intercambiar ideas, el 16 de marzo. Supuso el estreno con las videoconferencias y las aplicaciones con limitación en el número de participantes, el lío de enlaces, el “¿seguimos o lo dejamos aquí?”, “bueno, hacemos otro para acordar cuándo seguimos”, “os veo, pero no os oigo”, “os oigo, pero no os veo”, “¿me veis?”, “no te oímos, dale al micro”, “esperad, que cambio a la tablet, a ver si así…”. Zambullida en lo virtual, a goce de cuerpo y wifi. Buscábamos un lugar para acoger, acercamos nuestros hilos rotos por el real llamado COVID-19, y entretejimos algo de sentido sobre ese inconmensurable abismo, algo que, finalmente, nos acogió y nos permitió acoger la urgencia subjetiva de otras personas.

Era urgente, vital, parecía en algunos momentos, ponernos en marcha. Tratar de recabar la máxima información actualizada y al mismo tiempo con la necesidad de reducirla a lo esencial, y a lo que era factible. Supimos, mal que bien, poner en juego nuestros miedos, angustias, dudas, ganas, deseos, voluntades, reparos, síntomas…, sin olvidar qué nos convocaba. Pasamos muchas horas conversando, aportando, leyendo, comentando, perdimos el hilo muchas veces, y encontrábamos otro, que resultaba ser de otro ovillo, de otra tintada, pero incluso los cabos sueltos eran apreciados. A veces tuvimos que esperar: las ganas alborotadas a veces no permiten decantar el propio discurso, y era importante contar con todas las voces.

Nos documentamos con charlas, conferencias, lecturas, otras experiencias, consultamos también con Gustavo Dessal y con Araceli Fuentes sobre los aspectos que nos inquietaban. Acordamos unas fechas y unos plazos para trabajar los aspectos teóricos que nos parecieron más relevantes, y otros momentos para la conversación clínica, sin perder de vista el cambio que suponía el medio para atender sobre el que ahora era posible actuar: ya fuera vía teléfono, o vía internet, el cuerpo estaba en juego, si bien la presencia no podía ser física. Teníamos muy presentes las palabras de Esthela Solano-Suárez citando a Lacan en Tele-sesión, “el análisis es la única cosa que nos puede permitir sobrevivir a lo real”.

Como ella misma destaca en su artículo, para Jacques-Alain Miller, “es necesaria la presencia en carne y hueso”, ya que “verse y hablarse no constituye una sesión analítica”. Aun así, a veces es preciso verse y hablarse, para que pueda acontecer, en algún momento, la sesión analítica. No se trataría, únicamente, de la presencia de los cuerpos, sino de la presencia de qué cuerpos, o de qué cuerpos se ponen en juego. La clínica del parlêtre apunta al goce del cuerpo; no puede darse si el analista participa en el encuentro en calidad de ciudadano psicoanalista. El lugar de vacío también debe alcanzar a su ciudadanía política, y, quizá, a posteriori, podrá extraer de su práctica elementos que le permitan situarse como ciudadano psicoanalista, conocedor de algunos efectos subjetivos de la vida cotidiana (haciendo una máxima de que lo psíquico, decía Freud, es algo particularísimo). Así, pues, la atención “en línea” o “en onda” presta la posibilidad de realizar una escucha psicoanalítica, nuevamente recayendo en la formación del y la analista su posición ética con respecto a su cuerpo gozante. No contábamos con el diván como “vestidor donde se deposita el cuerpo, donde uno se despoja del cuerpo activo, donde se abandona también el cuerpo imaginario, la imagen de sí” (Miller, 1999), pero el deseo seguía pulsando. Y nosotras, urdiendo.

Decía Di Ciaccia, en su conversación con Francesco Bollorino, “Esta experiencia puede recordar que la muerte es un momento importante de la vida”. La muerte, la espera, la suspensión, la ruptura, la separación, la soledad, la fragilidad, la solidaridad, la salud, lo de todos, lo social, la incertidumbre, lo común, lo extraño, lo individual, lo colectivo, el lazo social, y, sobretodo, de esta experiencia podríamos extraer lo importante que es la Vida para la vida misma. De todo ello hablamos en nuestros encuentros, también de aspectos más específicos. (Inventamos la RED VOLUNTARIA DE ESCUCHA MADRID, de la que formamos parte unas 10-12 personas, cada cual a su manera).

Abordar el síntoma en la transferencia, pero ¿cómo establecer la transferencia en una llamada? Apuntar en nuestras intervenciones no a la búsqueda de efectos terapéuticos, sino abordando el más allá de lo real, prestándonos para que el sujeto pueda hacerse cargo de su verdad. Personas, que, en ocasiones, no han llegado con un síntoma, sino con una queja o una demanda. Debido a la propia dinámica de la red, en ocasiones incluso les trajo la demanda de otra persona, quien solicitaba una atención para ellas.

En este caso, ante las dudas que pudieran surgir sobre las coordenadas a seguir, más allá del deseo de realizar una escucha psicoanalítica de orientación lacaniana, fue muy clarificador el texto de Miller De la utilidad social de la escucha, donde especifica que, para el psicoanálisis, “lo que dice el sujeto de su síntoma es su síntoma mismo”, siendo esto esencial, más allá de la trayectoria que lo traiga a la escucha o de su recorrido vital.

Cuando se pudo, finalmente la Red cuajó y salió a la luz, vía (preciosa) imagen-convocatoria, para todas aquellas personas dispuestas a invertir palabras en su malestar.

Fue nuestro invento necesario.

Doménico Cosenza, el pasado 30 de Octubre, en su conferencia El virus analítico en el tiempo del confinamiento y del post-confinamiento, en Cita con la práctica Psicoanalítica, presentaba la pandemia como un acontecimiento de discurso para Lacan, y que Miller, junto a otros fenómenos naturales que, afectando a muchas personas, también producen un efecto de desgaste en la vida colectiva, nombra como acontecimientos de Tierra. Freud, en Más allá del principio de placer habla de una dimensión no solo individual del individuo, sino también de la Naturaleza, que no se deja atrapar por las leyes de la física. Así como el síntoma hace referencia al acontecimiento de cuerpo, un acontecimiento de Tierra hace referencia a lo geolocal-geoglobal.

Y quizá esto es algo de lo que, personalmente, más me sorprendió en su momento; en los casos atendidos, a grandes rasgos, la pandemia no aparece como un acontecimiento de cuerpo, sino más bien como un potenciador del malestar, de malestares que ya estaban ahí. Lo Real de la pandemia no siempre ha aparecido en las atenciones solicitadas. Quizá sea que el trauma necesita un tiempo para constituirse, que los síntomas se hacen cuando se puede, que el agujero es demasiado grande para nombrarlo. Que aún hay tanto movimiento afuera que ni queremos ni podemos asomarnos adentro. Que la percusión de este Real aún es tan fuerte que nos mantiene aturdidos y desconocedores de sus efectos. Oficialmente, la pandemia se declaró, según la OMS, un 11 de Marzo. Sus efectos subjetivos no concluirán.

Por otra parte, Maria Cristina Vírseda, acerca de los cárteles, señalaba en la Jornada Madrid en Cártel, del pasado 24 de Octubre, la importancia de permanecer advertidos de los efectos de masa, que pueden desembocar en la no constitución de un cártel, o en el puro encuentro para la asociación libre particular; para poder formular la pregunta individual, el efecto subjetivo de la experiencia de grupo debe estar controlado. Esto es, no pensar que no ocurre, sino saber que va a ocurrir, y que es necesario tratarlo, de alguna forma, para permitirle un espacio al trabajo de cártel. Esto creo que es aplicable, también, a nuestra Red de escucha.

Además, esta red supuso un dispositivo de formación, también clínica, pues no solo con las atenciones, sino con las conversaciones a partir de ellas, profundizamos en los aspectos de cada caso, en la emergencia de la época y en los referentes teóricos en los que podíamos sustentarnos, tanto de orientación lacaniana como de otras vertientes y materias.

Si hubo algo que nos cortó las alas, fue el miedo. O los miedos, los de todas y los de cada una, especialmente el gran miedo a “morir de éxito”; el temor a no poder satisfacer la demanda. Se nos olvidó que no es función del psicoanálisis satisfacer la demanda, ni siquiera en estado de excepción.

Tras un período de búsqueda, de dialéctica y movimiento para encontrar un espacio, tras crearlo, dándole cabida entre la maraña de subjetividades personales, ahora -según mi punto de vista- estamos en un período de contemplación, cercana o no, de revisión y análisis, y de tratar de, con la cobija que tejimos, ventilarla, airearla, ponerla al sol y observar qué fue, qué queda, y qué puede (o no) llegar a ser. En fin, ahora la pregunta es ¿lograremos, con lo singular de cada persona, preservar el lazo social? ¿Seguirá vigente el deseo de analista, de ofrecer un lugar al sujeto en el vaciamiento del lugar propio? ¿Y el deseo de análisis, de formación en sus múltiples vertientes?.

Es muy probable que (…) nos veamos precisados a alear el oro puro del análisis con el cobre de la sugestión directa (…). Pero cualquiera que sea la forma futura de esta psicoterapia para el pueblo, y no importa qué elementos la constituyan finalmente, no cabe ninguna duda de que sus ingredientes más eficaces e importantes seguirán siendo los que ella tome del psicoanálisis riguroso, ajeno a todo partidismo. Sigmund Freud (1919 [1918], p.163).

En cualquier caso, el psicoanálisis, virus vital, en palabras de Domenico Cosenza, se mantiene vivo.

Nos mantuvo, nos mantiene vivos.

BIBLIOGRAFÍA:

-Cosenza, D. (2020) ConferenciaEl virus analítico en el tiempo del confinamiento y del post-confinamiento, dentro del Ciclo de Conferencias “Cita con la práctica psicoanalítica hoy”, curso 2020-2021, organizadas por la Sección Clínica de Madrid (Nucep), el 30 de Octubre de 2020.

-Di Ciaccia, A. (2020) “El Psicoanálisis en el tiempo del coronavirus”, Diálogo de Francesco Bollorino con Antonio Di Ciaccia. Disponible en: https://zadigespana.com/2020/04/19/coronavirus-el-psicoanalisis-en-el-tiempo-del-coronavirus/

-Freud, S. Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica (1919 [1918]). Amorrortu, Obras Completas. Vol.XVII

-Freud, S. (1920) Más allá del principio de placer. Amorrortu, Obras Completas. Vol. XVIII

-Miller, J.A. (1999). “¿Mañana la mundialización de los divanes? Hacia el cuerpo portátil”. Entrevista a Jacques -Alain Miller,realizada por Éric Faverau y publicada en el diario Libération, París, 3 de julio de 1999. Traducción de Margarita Álvarez. Disponible en: https://psicoanalisislacaniano.com/2020/11/24/jam-divan-siglo-xxi-manana-mundializacion-divanes-hacia-cuerpo-portatil-19990703/

-Miller, J.A. (2004). De la utilidad social de la escucha. Revista digital de la AEOL, Agosto 2004, Año III, número 10. Disponible en: http://www.revistavirtualia.com/articulos/621/debate/de-la-utilidad-social-de-la-escucha

-Solano-Suárez, E. 2020. Tele-sesión. Disponible en: https://elp.org.es/tele-sesion/

-Vírseda Martínez, M.C. 2020. Comunicación El cártel es un grupo presentada en “Madrid en Cartel” primera Jornada de Carteles promovida por la Comunidad de Madrid de la ELP, 24 de octubre de 2020. Disponible en: https://elp-sedemadrid.org/jornada-de-carteles-de-la-sede-de-madrid-de-la-elp/